Algunos habéis apuntado, y con razón, que de un tiempo a esta parte he sido irregular en mi frecuencia de posteo. También llevo tiempo sin publicar esas entradas densas y contundentes que tanto os gusta a algunos. Es cierto. Así como hay gente que es capaz de actualizar un blog de forma liviana, fresca y sencilla, algo tan agradecido, yo tengo tendencia a plantear losas que caen del cielo, se rompan al caer o no. Por esa razón tengo en mi disco duro incontables posts empezados que no he conseguido terminar, al perderme dentro de ellos. Me prometo a mí mismo terminarlos, pero fracaso la mayoría de las veces.
Tengo esa intención de decir “algo” con cada post tiene su lado bueno, también hay un lado poco práctico: Hay que tener una predisposición adecuada, encontrarse bajo un estado mental concreto. De un tiempo a esta parte (porque tengo la esperanza de irme recuperando) he estado lejos de encontrarme en este estado. Os explico.
Además de cuestiones personales que no caben aquí (todavía no hemos llegado a ese punto), he atravesado aguas turbulentas, en términos profesionales. Antes de dirigir un largometraje había comprobado cómo colegas míos, después de conseguir estrenar el suyo, entraban en una fase de penuria económica. En algunos casos muy grave. La explicación es bien sencilla: Desde que cobras una película hasta que acaba la promoción (que rara vez te reporta algún beneficio) puede pasar mucho tiempo en el que los compromisos cinematográficos te impiden desempeñar otra labor. Hemos conocido casos realmente extenuantes de películas que tardan y tardan en estrenarse. El mío se ha llevado la palma. Desde que rodé la película hasta el día de hoy han pasado dos años. Dos años en los que no he dejado de viajar con Los Cronocrímenes, presentarla en festivales, colaborar en el estreno en España, el cronojuego, el DVD... Y todo eso mientras buscaba tiempo y hacía malabarismos para descubrir cuál sería mi siguiente largometraje, viajes a Los Ángeles incluídos. Todo actividades placenteras y satisfactorias, qué duda cabe, pero que me han ido mermando económicamente. Y me han dejado exhausto. Y con la salud un poco quebrada.
De un tiempo a esta parte le he visto más que las orejas al lobo. La rampa es un proyecto denso y complejo al que no he podido dedicar todo el tiempo que ha requerido. Y los proyectos hollywoodienses son laberintos lentos y llenos de obstáculos, de los que es tan complicado avanzar como encontrar el camino de regreso. Cuando sea un viejo sin vergüenza ni compromisos contaré las circunstancias asombrosas que rodean los proyectos que se me han ido cayendo al suelo.
El miedo no ha sido tanto a no encontrar un proyecto, como a aceptar uno inadecuado para poder sobrevivir. He intentado aguantar todo lo posible por no acabar involucrado en algo aburrido o mediocre. Y gracias a dios, ha dado sus frutos.
He firmado algo. De momento no puedo hablar mucho, ni puedo asegurar al cien por cien que se haga realidad, pero al menos se trata de un proyecto en desarrollo (o sea, cobrando) que ya estoy escribiendo. En cualquier caso, puedo asegurar que:
Se trata de un proyecto rápido desde su definición. Nada de esperar años y años hasta su rodaje.
Sería una película continuista respecto a Cronocrímenes. En cierta manera, se trataría de otro giallo moderno, con trampas, perversiones y sorpresas.
Sería una película más extraña, inusual e inesperada que Cronocrímenes.
Así que no teman. Estoy disfrutando la sorprendente circunstancia de escribir un encargo que resolverá mi situación actual, sin alejarse ni un centímetro de mis obsesiones. De hecho, las alcanza de lleno. No puedo pedir más.
En cualquier caso, Los cronocrímenes (Ahora Timecrimes) sigue arrastándome de aquí para allá, sin piedad. En unas horas tomaré un avión para Los Ángeles, arrancando el tour con motivo del estreno estadounidense. Este es el flyer de uno de los pases (sí, aparece el término Karaoke Challenge, he perdido el control sobre algo):
Por cierto, ya que he pillado carrerilla, algo que no puedo resistirme a postear. Siempre me resulta delicioso y terriblemente halagador descubrir que nuestra película ha servido de inspiración para cualquier otro objeto. Pero este origami, que viene de Poesía de Papel, me ha derretido por completo:
Y algo que también me resulta irresistible. Siempre supimos que con “La momia rosa”, más que una figura icónica que ofrecer al mundo, estábamos ofreciendo una excusa chusca, barata y rápida para un disfraz de carnaval y/o halloween. En ese sentido, fotos como las que nos envía un viejo amigo de la casa, el Capitán Pollo
o Cabras Violinistas
... nos hacen dormir tranquilos, con la satisfacción de un deber cumplido.
Pues eso. Ya está. Imagínense la que me he quitado de encima con este post.