20 agosto, 2009 - 00:20
Puntúame (1)
¿Cuál es o fue tu relación con la calificaciones en clase?
La mía encontró su punto más oscuro y frustrante en COU, el último año antes de la Selectividad. Por aquel entonces había dado con algo que podría llamarse vocación. Ya sabía que demasiadas personas sufrían el desconocimiento del propio potencial, la indecisión a una edad decisiva, la confusión del siguiente paso. Sabía que descubrir por dónde iban los tiros en uno mismo era un tesoro que había que celebrar y proteger. Estaba entusiasmado porque sabía que quería ser cineasta, de alguna manera.
Por aquel entonces había rodado decenas de vídeos montados en cámara junto a Alejandro Tejería, entre ellos la serie Discutible, sketches en los que un psicópata estrafalario asediaba a una víctima desde diferentes frentes, todo contado con mucho plano subjetivo y mucho ángulo torcido. Cuando el asesinato era inminente, cortaba a negro. Y de ahí, a un último plano que no tenía ninguna relación con todo lo visto anteriormente. Plagios de Sam Raimi con finales robados de los Monty Python, vamos. También había grabado dos cortometrajes de media hora, en dos veranos; uno de ellos era una reconstrucción de la tragedia de los Andes titulada Qué poco nos faltó. Incluso hubo dos intentos de largometraje en vídeo que inevitablemente se agotaron pronto: Discutible, la película y una trama de aventuras acerca de facciones enfrentadas durante la guerra civil española que, tras sufrir una “putada espacio temporal” acababan en el presente, y seguían a tiros. Había colaborado en el intento de hacer una televisión local desde el instituto, grabando continuidades y sketches. Había escrito relatos sin parar, poemas, obras de teatro y esbozos de guiones cinematográficos. Había organizado pases, maratones y debates cinematográficos. Había participado en conciertos, obras de teatro, actos festivos. En definitiva, era el típico adolescente hiperactivo, ingenuo y arrogante que todavía no había hecho nada memorable, pero que al menos estaba aprendiendo a meter la pata y tenía una idea más o menos definida de hacia dónde canalizar la energía.
En C.O.U. llegó la sombra del batacazo: Se aproximaba el fín de la enseñanza secundaria, y la oportunidad de salir disparado en alguna dirección. Y la asunción angustiada de que, aunque había dado con mi vocación, mi currículum estaba completamente vacío. De todas las actividades que os he relatado antes, ninguna tenía compensación académica. Mi nota media, hasta el momento, había ido decreciendo año tras año. Mis crecientes problemas a la hora de escuchar y concentrarme en lo que, por aquel entonces, no me importaba un pimiento habían hecho mella en mi expediente.
Mi lustrosa y efervescente vocación se enfrentaba a un difícil muro: La selectividad. O lo que yo llamaba por aquel entonces el "Certamen Interregional de Mnemotécnica". Comunicación Audiovisual en la Universidad del País Vasco parecía la única oportunidad económicamente realista de salir del pueblo (mi familia en Vitoria podría hospedarme) y estudiar una materia que parecía consecuente con mis necesidades. Pero la media requerida para entrar no era ninguna broma. Y yo no tenía ni un solo as en la manga.
Estudié sin poder quitarme de encima la naturaleza frustrante del trámite. ¿Cómo era posible que el resto de mi vida- así lo veía entonces- dependiese de un número, de un índice que no respondía en absoluto de mis obsesiones y mi experiencia? ¿Qué demonios significaba esa nota?
¿Qué significaba ese número?
Al final entré en Comunicación Audiovisual por una décima. Mi media fue la más baja de toda la promoción. Por los pelos. Como en las películas ¿No? Una vez allí, comprobé que compañeros que tenían una nota mucho mayor que yo habían ido a esa facultad atraídos por la alta media exigida, más que por el temario. O movidos por un interés indeterminado, como los rumores de que era una “carrera con futuro”. O buscando la formación de una profesión que hubiese encontrado mejor encaje en otras carreras o estudios, pero que eran menos atractivos por ser más accesibles. De toda la promoción sólo un compañero había hecho también vídeos durante su adolescencia. Se trataba de Borja Cobeaga.
No sé cuál es tu relación con las notas, pero seguro que es menos pesimista que la de un profesor. He tenido ocasión de hablar con algunos, como Jose Antonio Gallego, uno de los más importantes durante mi paso por el Instituo Valle del Saja, y he comprobado la decepción generalizada ante el sistema de calificación escolar que ha asumido el mundo desarrollado. Los exámenes y las notas, en un principio,se concibieron como una forma de concretar de un modo práctico y rápido la capacidad del alumno. Pero al final, de ser un sistema de calificación, se han convertido en la fuerza rectora que condiciona calendarios, temarios y materias. Las notas no son la consecuencia del semestre, sino su motor. En el cerebro del alumno, las clases se convierten en una larga ginkana en la que ir superando pruebas hasta alcanzar un resultado en forma de número.
Al final, lo importante no es aprender, asimilar o descubrir. Lo importante es sacar nota. Ese índice numérico es la forma menos mala asumida de hacer cribas entre el alumnado. Al margen de que los que superen olviden todo lo que han memorizado al día siguiente del examen. Al margen de que los que se hayan quedado en la estacada merezcan más tiempo o una aproximación distinta a una materia para demostrar su capacidad.
La puntuación acaba siendo más relevante que lo que representa.
Es una monstruosidad reducir el conocimiento o dominio de una disciplina a un número, sea ésta filosofía o física ¿Cómo puede ponerse nota al conocimiento? ¿Y, sobre todo, para qué? ¿Cuál es el motivo último que rige esta clasificación? ¿Qué consecuencias trae?
¿Existe algo aún más absurdo que poner nota, con decimales, a algo tan complicado, frágil y lleno de matices como es el conocimiento?
Sí, hay algo aún más complejo, voluble y abierto a interpretaciones que el conocimiento, algo que resulta mucho más aberrante trasladado a números. Me refiero al gusto.
Dicho de otra manera.
Si te pareció aberrante ser juzgado en algún momento de tu vida en función de una puntuación...
¿Por qué pones notas a las películas?
(Continuará)
¡Oiga! ¡Que ésto todavía no ha continuado! ¿Se puede saber por qué? ¡No hay derecho!
Publicado por: elwing | 20/01/2010 23:59:18
Las notas serán una aberración pero es la única manera de que unos jóvenes que no pueden concentrarse más de 30 segundos adquieran (aunque sea mal) algún conocimiento que no haya salido de un anuncio publicitario.
Publicado por: hijos de fresnadillo | 05/10/2009 9:01:08
Lo mio es aun más peliculero... pero es la misma historia. Pero aun estoy en el segundo acto, intentando entrar en la cueva más profunda a ver si mato al dragón de una vez... y me dan un trabajo de matadragones para vivir siempre feliz :D
Publicado por: elalien | 27/09/2009 21:53:43
Totalmente de acuerdo. En esas épocas hay quien no sabe que estudiar, y para cuando lo sabe es demasiado tarde y tu expediente lo acredita. Luego haz una carrera que no te gusta, para intentar salir del paso para ir a por aquello que buscas.
Luego deja esa carrera porque la odias y juegate la vida autofinanciandote en otra tierra e intentando ir a aquello que te gusta, comunicación audiovisual. Tu expediente te delata de que eres un "cafre" a los ojos de Dios. Así que te metes en una privada para hacer el primer año y convalidar para poder tener una oportunidad en la pública.
Luego te das cuenta de que en la privada el 90% son encefalogramas planos y te ves mejor preparados que ellos. Aprueba las asignaturas, y luego coge e intenta probar a que te convaliden en las universidades públicas. Cojones, no hay plazas. Ahora qué.
Aquí estoy en Barcelona intentando dar forma a mis ideas y cagándome en los que puntuan y deciden qué expediente pasa y cual no. Decidiendo sin siquiera una entrevista quien no puede cumplir un sueño y quien puede estudiar.
Joder.
Publicado por: Ojkar | 23/09/2009 6:11:51
http://elocomundodedarko.blogspot.com/
Publicado por: Darko | 09/09/2009 22:07:17
Estooo... quizás los presentes encuentren interesante saber que en mi curro, como en tantos otros del mega-desarrollo, nos hacen autoevaluarnos anualmente. El asco que le hacen sentir a uno de sí mismo en ese trance es considerable, paralelamente a los intensos deseos de rebelión.
Examen de conciencia ante el patrón. Todo fue antes inventado por los jesuitas, claro.
Publicado por: invitado | 09/09/2009 18:55:56
¡Le doy un 7,5 a tu escrito!
Publicado por: Santi | 02/09/2009 1:05:10
Hola Buscemi.
Al igual que tú, conocí hace poco este blog y quería decirte algo.
Yo tengo 20 años, con 17 no tenía nada hecho. Mi primer proyectito lo grabé en el primer año de universidad. Por cierto, entré por 9 centésimas donde quería... periodismo y com. audiovisual.
Sólo quería decirte que no creo que alguien sepa realmente que va a poder dedicarse a lo que le gusta. A no ser que tu padre maneje hilos o seas uno de esos genios que se pueden contar con las manos. Así que sólo graba. Da igual con qué. Yo tengo una cámara muy mala... pero aún así lo hago porque a veces creo que no sólo es lo que más me gusta, sino lo único que sé que puedo hacer bien.
Tú graba algo hasta el final y a partir de ahí ya podrás sacar tus propias conclusiones.
Respecto a las notas... creo que el cine, desde el punto de vista artístico es ajeno a un número. Creo que el que encuentra su sitio es por lo que ha realizado, sus trabajos, no por un número. Como bien decía Sir Ken Robinson en otro post, mucha gente tendrá un título de carrera o un módulo, así que lo único que te diferenciará del resto es lo que sólo tú has podido hacer. De hecho, como bien ha dicho spider-j, un montón de grandes cineastas no empezaron en el cine. Hitchcock era ingeniero.
Coincido también con spider-j en que los profesores y la gente de tu entorno educativo son fundamentales.
Acercándome al tema del post, creo que la principal razón por la que se utiliza el número es porque a menudo se evalúa poco más que una ficha con un nombre y una fotografía. No existe un contacto profesor-alumno que de pie a evaluar otros ámbitos menos "numéricos". Supongo que esto sucede generalmente por culpa de las dos partes. El profesor se ve desbordado y piensa más en controlar que en conocer y el alumno ve en el profesor su meta a batir para pasar de curso.
Así que intenta verlos como alguien que puede ayudarte mucho.
Ánimo, y a grabar.
Publicado por: Fran | 29/08/2009 17:06:16
Para concretar de un mode práctico y rápido las impresiones de una película. En otras palabras, el problema no está en el que puntúa sino en el que da una importancia indebida a sus puntuaciones
Publicado por: pablete | 27/08/2009 13:10:49
Siento el inciso pero Charlotte Gainsbourg se sale tanto que Antichrist parece una peli en 3D... ¿qué puntuación le dáis? a los que la hayan visto,claro...
¿ésto es un blog de cine, no? :P
Publicado por: Powder, el zombi hawaiano | 26/08/2009 23:16:21