Que nos perdone Alfredo Landa, pero en honor a su “lo he perfao, por favor” durante su discurso de agradecimiento tras la entrega de su Goya Honorífico, en el rodaje decimos “perfar” a cagarla en el último momento. Es casi imposible como actor pasar por un rodaje sin perfarla al menos una vez, pero perfarlo se extiende a todos los gremios. Hoy lo he perfao. Con la cámara ya caliente, me doy cuenta de que hay un elemento en la secuencia que se contradice con secuencias posteriores y una línea de texto que, dicha en voz alta, de repente suena espantosa.
El problema no es exactamente tener que resolver ambos problemas improvisando parches de calidad. El problema es que, por muy buena que sea la solución, el tiempo que te ha lleva hasta ella se resta del tiempo que le correspondía al siguiente plano. Algo que puede ser más o menos grave en una producción de tamaño normal, pero que es alarma inmediata en un rodaje como éste, en el que tenemos que doblar el número habitual de planos al día. Así que a la presión que supone tener que ser brillante, o resolutivo sin más, ante la mirada impaciente de más de veinte adultos, se une la consciencia de haber perdido de antemano, de que el daño está hecho, de que la vas a pagar porque ya lo has perfado, y lo has perfado porque tenías que haber leído esa secuencia un par de veces más y haber escuchado los diálogos con más atención durante los ensayos.
¡Lo siento!