De todos los oficios del cine, el de
director es el que congrega más mitos y presunciones. Curiosamente,
a la vez es la disciplina a la que llegas más desinformado en tu
primer rodaje.
Todos llegamos a nuestro primer set
sabiendo qué es el eje de cámara y por qué hay que respetarlo, los
nombres de los tamaños de planos, cien apuntes con peso y mil
anécdotas relacionadas con la profesión, casi todas basadas en la
arrolladora personalidad de los maestros y sus secretos y trampas
para someter a todo el equipo a su voluntad. Pero, desde la primera
pregunta que te hace un atrecista descubres que sabes muy poco
acerca de la disciplina real que un director debe aplicarse a si
mismo, ni cuándo y cómo debe imponerla a los demás. Si ni siquiera
está del todo claro cuáles son las competencias más elementales
(¿es responsabilidad del director o del fotógrafo escoger la lente
para cada plano?) ¿cómo podría elaborarse una teoría sobre la
reacción a los problemas particulares, únicos en cada rodaje? La
formación del director es de naturaleza práctica, es una sucesión
de traumas en vivo, y cada uno termina por desarrollar una mecánica
propia, que puede ser antagónica a la del director del piso de
enfrente.
Por todo esto, es muy complicado dar
consejos de dirección. Al que no haya dirigido le sonará demasiado
abstracto algo que sólo se entiende en su totalidad en el campo de
batalla. Y al que ya tenga rodajes a sus espaldas le parecerán voces
de otro planeta que no necesita oír.
Pero durante el rodaje de
Extraterrestre he dado con un consejo que puede ser entendido por el
novato, por elemental, y asumido por el veterano sin que ponga en peligro su identidad artística.
Recomiendo encarecidamente rodar CON UN
PALO EN LA MANO.
Ya sé. Muchos pensarán que estoy
haciendo un chiste a costa de la vanidad de los actores y la vagancia
del equipo técnico, al que hay que poner firme a garrotazos.
Volvemos a los mitos que os decía al comienzo. En realidad, hay
muchas formas de imponer tu voluntad, la mala hostia es sólo una de
ellas, y no es la que ofrece mayores garantías. Si has oído más
historias de directores tiranos que de directores amables es porque
las anécdotas de los primeros son más fáciles de contar.
En realidad me refiero a que:
En un rodaje a menudo tendrás que
que dirigirte a una o varias personas en unas condiciones mucho más
incómodas que las de una conferencia. Muchos veces tendrás señalar
posiciones en el espacio. Un palo no sólo ayuda a ser más
específico a la hora de apuntar, puede ser una ayuda clave si las
circunstancias son incómodas. Por ejemplo, imagina que quieres
probar varias miradas del actor en el plano, le quieres señalar
puntos concretos del techo del set, pero sin dejar de comprobar en
el monitor cómo funciona cada una de las marcas... Con un palo esto
es mucho más sencillo.
Estoy seguro que hasta en el
rodaje de AVATAR llegó a haber una discusión acerca del eje de
cámara. No importa cuán sofisticada sea tu producción, da igual
tu experiencia y la de tus ayudantes. Siempre, insisto, siempre, o
sea, SIEMPRE llega un momento en el que hay una discusión, delante
de los demás técnicos, acerca del dichoso eje, dónde es más
conveniente situarlo para que los movimientos en la secuencia
favorezcan a cámara y no acabemos topándonos en el montaje con
miradas al infinito. El engorro de esta situación puede
suavizarse... ¡Con la ayuda de un palo! Señor Cameron, tenga.
Imagine que este palo entre sus manos es el eje desde el cual
rodamos esta situación, explíqueselo a sus ayudantes. Ponga un
extremo sobre un hombro del Na'vi y compruebe más rápido, de una
manera más visual y precisa, si Sigourney Weaver debería mirar a
la izquierda o a la derecha.
Un rodaje te somete a un ritmo
físico bastante duro por irregular. Estás dos horas con el culo
derritiéndose en una banqueta, y de repente tienes que correr de un
lado para otro. Tienes que mirar una pantalla que está a media
altura, pero no quieres sentarte porque sabes que te va a costar
horrores volverte a levantar. O tienes que subir una cuesta empinada
para decidir una posición de cámara. O tienes que bajar unas
escaleras angostas llenas de cables y cajas. ¿Qué menos que un
palo en la mano para buscar puntos de apoyo, cuidar tu equilibrio,
apartar obstáculos, y reducir el cansancio? No nos cuesta
establecer paralelismos entre un rodaje y una excursión al monte
¿No? Para las dos actividades ¡Un palo!
Según el momento en el que
llegue, una visita podría pillarte gritando y haciendo gestos
enfebrecidos en medio del set, o rascándote las pelotas en un
rincón mientras montan el travelling. Hay rodajes en los que se
tarda mucho en descubrir quién es el director, y los que no están
habituados a estos mundos incluso suelen confundirlo con el ayudante
de dirección. Ojo, un director de cine no es mejor por estar más
presente en un rodaje, de hecho es síntoma de una preproducción
eficaz el que el director sea prácticamente invisible, ya que todas
las decisiones ya están tomadas y solo queda ejecutarlas. En
cualquier caso, nunca está de más apropiarse de un elemento
distintivo con suficiente carga simbólica para que todo Dios sepa
desde el primer momento quién eres, y por qué estás ahí, estés
en el monitor, o en la mesa de cátering. No, la clásica silla de
tijera no es suficiente. Lleva tu palo contigo. “¿Quién es el
director?”, “ese de ahí, el del palo”.
Como ya he apuntado antes, gritar
y enfurecerte no es garantía de respeto. Podría incluso
interpretarse un síntoma de debilidad. De adoptar un cliché a la
caricatura involuntaria hay poquísima distancia. Es posible rodar
un largometraje completo sin desesperarse, sin levantar la voz,
incluso sin perder la sonrisa. Pero una actitud amable también
tiene sus riesgos, hay cierto tipo de personas que confunden
caballerosidad con blandura. Pero el hecho de llevar un palo en la
mano (no un bastón, no una varita) ayuda a inyectar el el
subconsciente del otro un grado de respeto. Estaremos de acuerdo en
que hay pocos atavismos más claros que los que evoca un palo en la
mano, sin necesidad de levantarlo.
Ese ha sido mi consejo de hoy. Acércate
a un contenedor de muebles abandonados y desmonta una silla, o vete
al monte y busca un buen avellano. Hazte con un buen palo y... ¡A
rodar!