Disfruté muchísimo En tierra hostil,
sólo me molestaron algunos tics (¿cuándo dejaremos de escuchar
esos quejumbrosos coros femeninos en toda película de contexto
“exótico”?). De lo que más me entusiasmó fue todo lo que me hacía recordar una de mis películas favoritas de
todos los tiempos: Contra el imperio de la droga. Las dos son
películas que se disfrazan de géneros identificables de lejos (el
thriller bélico, el policiaco) y que parecen describir la resolución
de un caso, cuando en realidad son estudios del personaje
principal. Hay veces en los que el fabuloso actor protagonista de The hurt locker, Jeremy Renner parece el
sobrino de Gene Hackman en The french connection, más allá del hecho de que sus respectivos personajes son variantes del mismo modelo: El profesional obsesivo que disfraza de arrogancia la absoluta adicción a los estados
límite a los que les lleva su trabajo.
Como ya tengo una edad, tiendo a ser
más generoso con la película más vieja. Todo lo que está
insinuado en The french connection, la condición insalvable de su protagonista, está explicado en exceso en la película de Bigelow: El
monólogo de Williams James ante su bebé es de los momentos más
bellos de toda la película, pero lo es a costa de cometer un pecado
crónico de estos tiempos: Dejar que el personaje se autodiagnostique
verbalmente... y acierte.
Hay otra comparación agridulce: The
french connection hizo historia al llevar a Norteamérica las técnicas de rodaje y montaje que habían puesto
de moda los franceses (el título podría tener doble sentido),
haciendo el camino inverso de la nouvelle vague y consiguiendo una
fusión entre el espectáculo de masas y todas esas libertades
formales que acabarían identificándose como “estilo documental”.
The hurt locker luce un ejemplo de manual de ese “estilo
documental” que, a dia de hoy, es una fórmula más que asumida por todos. No es un problema serio, pero me gusta imaginar cómo sería esta película si la hubiese dirigido, yo qué sé, la Kathryn Bigelow de la secuencia del bar de Los viajeros de la noche.
Por cierto, por muchos lazos que fuese
viendo entre las dos películas, me sorprendió que el último
encuadre para las dos fuese el mismo:
Y que además tuviese el mismo sentido: Ni el Detective Doyle ni el Sargento James son recuperables. Les despedimos
alejándose en una profundidad de campo que podría ser infinita.