Gracias, Elio Quiroga, gracias, Jordi Costa. La acción combinada de ambos ha propiciado un fin de semana fantástico.
Los Trash entre Amigos habímos sido convocados en Las Palmas como parte de la programación del Mediafest, haciendo dos sesiones, el seguimiento micro en mano derecha y cerveza en la izquierda de la involuntariamente metafísica Dragon Blood AKA John Liu en México el viernes, y de la espectacularmente hedionda Ratman el sábado.
Ratman, un milagro de la genética-mierda. Un ser superior dotado, según palabras textuales de su bochornoso creador, del “instinto de una rata y la inteligencia de un mono”. Ratman, lo mejor de dos mundos.
La película que se había proyectado justo antes fue Symbol, de Hitoshi Matsumoto, uno de esos seres humanos extraordinarios que combinan vidas aparentemente incompatibles. Es, a la vez, un comediante televisivo de pedorretas y un cineasta de prestigio acariciado por el festival de Cannes. El precedente que nos viene a la cabeza es el de Takeshi Kitano, el autor que trazó una línea recta entre Humor Amarillo y el León de Oro. Matsumoto quizás consiga dar un paso adelante respecto a él a la hora de trasladar a sus películas esta doble naturaleza: Tanto Big Man Japán como Symbol, sus dos películas hasta ahora, funcionan fotograma a fotograma como un sofisticadísimo, inalcanzable discurso existencial en torno a la experiencia, el dolor y la ascensión, y a la vez, como esos efectos ópticos que muestran dos ilustraciones en una, como una gigantesca cuchufleta.
No hay mejor manera de prolongar esa dualidad mágica que viendo Symbol como la vimos este sábado, en una plaza al aire libre, escuchando risas de niños a nuestras espaldas por un lado, y tras la introducción exquisita de Jordi Costa por otro. A él le debo, como tantos, haber dado con Matsumoto, gracias a su mención en las páginas de Una risa nueva, su antología de textos e historietas acerca de las nuevas fórmulas que ha desarrollado la comedia de un tiempo a esta parte.
Quiero insistir en el valor que doy al hecho de que una obra se arriesgue a parecer su opuesto, y no tenga miedo a provocar la confusión del observador poco afinado, en una época en la que las películas se esfuerzan tantísimo en parecer lo que son, y diseñan y adoctrinan a su público desde mucho antes de su estreno. Creo que hay algo definitivamente noble en el hecho de que una película no tenga una silueta adocenada. Es algo que confieso pretender con mi cine, y que pondré en práctica mientras me lo sigan permitiendo: Prefiero invocar al relato de baja estofa y a la alta ambición argumental, aunque sean realidades contradictorias, antes que a la eficacia, a ciertas complicidades previas, a ciertas familiaridades. Ya tendré tiempo de hacerme un señor mayor afectado por los palos y empezaré a dejar senderos de migas de pan para que nadie se pierda. De momento quiero dejar bien claro que, hoy por hoy, Hitoshi Matsumoto y su obra representan para mí un ideal.
ADEMÁS:
-Entrevista en el diario mexicano Milenio
-Esta es la portada del número de Palanca de Cambio donde también me entrevistaron.
-Y aquí el enlace al Radioshock al que fui invitado, cortesía de Popy Blasco.