Detecto cierta tendencia a pensar que si eres popular, en mayor o menor grado, por leches tienes un plan maestro detrás de tu cuenta de Twitter, estrategias meticulosas para lograr atraer la atención, para generar opinión favorable, esas cosas.
Mi experiencia me dice que, a menos que tu cuenta de Twitter esté gestionada por un becario o un robot, a medida que el tiempo avanza y tus mensajes se acumulan por miles, tu cuenta acaba siendo un retrato incontrolable de tu personalidad. ¿Dónde quedan las estrategias cuando todo el mundo acaba descubriendo entre tweet y tweet tus momentos de furor, de desidia, de duda, de apatía? ¿Cuál es el plan si de cada cinco tweets más o menos calculados tiende a surgir uno que te deja en pelotas?
Tengo mi cuenta de twitter desde hace varios años, y poco tardé en darme cuenta de que no podría guionizarla como si se tratase de un guión autobiográfico en tiempo real. Por dos motivos: En el peor de los casos no era posible, y en el mejor no era divertido. En mi cuenta he tenido arrebatos sentimentales, he sido críptico, he sido tonto, he sido distante, he sido un pesado, he sido gracioso, he sido soso, pueril o macabro. Unas veces dándome cuenta y otras veces no.
Inevitablemente, cuando el número de followers llega a un número de cinco cifras te asaltan las dudas acerca de si tu sentido de la responsabilidad debería agudizarse, de si deberías pensar dos veces antes de escribir cada sílaba. Pero siempre ha acabado pesando la misma evidencia: Tener un twitter autoconsciente es prácticamente imposible. Como la vida.
El pasado viernes noche, en circunstancias más festivas que otra cosa, comprobando que había alcanzado la cifra sonora de 50.000 followers, decidí twittear diferentes versiones de un mismo gag: Imaginemos que yo fuese un villano de opereta con un plan maléfico, consistente en acaparar followers con excusas falsas (una carrera como cineasta) y, cuando acumulase un número lo suficientemente alto, sembrar el caos con mensajes devastadores. La idea era twittear un puñado de esas revelaciones, pero sólo me quedé en dos... “El holocausto fue un montaje” y “La bala mágica que mató a Kennedy todavía no ha aterrizado”. La conversación se desvió porque el primer mensaje había acaparado demasiado protagonismo. Lo que pasó a continuación durante esa noche se relata y se interpreta en estos blogs que han ido apareciendo a lo largo del fin de semana:
hhttp://www.canaltcm.com/escritopor/post/2011/01/29/vigalondo-laaa-twitter
ttp://oscarvalero.wordpress.com/2011/01/29/como-te-pasas-vigalondo/
http://ariasfranco.blogspot.com/2011/01/el-affair-vigalondo.html
http://blogkaconhielo.blogspot.com/2011/01/esa-arma-de-destruccion-masiva-llamada.html
http://blog.adlo.es/2011/01/des-graciados.html
http://fueradeonda.wordpress.com/2011/01/29/humor-negro-vs-materia-gris/
http://www.canaltcm.com/decine/post/2011/01/30/aade-quao-nos-reaamos-
http://jenesaispop.com/2011/01/29/nacho-vigalondo-la-lia-en-twitter/
http://manugrandio.wordpress.com/2011/02/01/por-que-me-hizo-gracia-el-tweet-de-vigalondo/
y
http://www.focoblog.com/2011/01/31/el-problema-del-humor-en-140-caracteres/
No es la primera vez que abuso del humor negro (de hecho, las he soltado más gordas en el pasado), no es la primera vez que se genera tensión en mi cuenta, no es la primera vez que recibo insultos, no es la primera vez que, por el motivo que sea, se suman mil followers nuevos en un día. ¿Por qué el revuelo mediático ha sido considerablemente mayor esta vez?
La primera pista la recibimos el sábado por la mañana, recibo un mensaje directo de un periodista de La Información que me avisa que van a publicar un artículo acerca del suceso. Me pregunta si he recibido algún tipo de reacción negativa por parte de El País, periódico para el cual escribo, dirijo e interpreto una campaña publicitaria que esos mismos días está en emisión. Mi mensaje de respuesta, tranquilizador, acaba entrecomillado en el cuarto párrafo de un texto cuyo título, como podréis comprobar, tiene un afán explicativo mucho más contundente que el de cualquiera de los artículos que os he enlazado antes.
http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/internet/nacho-vigalondo-encrespa-twitter-por-decir-que-el-holocausto-fue-un-montaje_VsOia7ldRFeZjlk72ssbf3/
El texto toma directamente el esquema y hasta algún ejemplo (posteriormente cambiado) del texto que había publicado Jenesaispop la noche anterior. O sea, en vez de ir a las fuentes originales (el farragoso cruce de conversaciones acumuladas en Twitter tras varias horas, un entramado lento de revisar) el texto de La Información “remezcla” textos y añade nuevos datos (como la coincidencia del aniversario que se celebró dos días antes de mi “holocausto”). La composición resultante está lejos del análisis desdramatizado y autoconclusivo que puedes leer en cualquiera de los blogs anteriores. ¿El resultado? La polémica, que se había relajado ese sábado por la mañana, se reactiva, y el hecho pasa de ser una anécdota más o menos ruidosa a toda una noticia en potencia...
Que dos días más tarde. O sea, hoy lunes, por la mañana, parecía haberse desinflado de nuevo. Tanto en mi cuenta de twitter como en blogs, foros y demás la cuestión se había reducido al clásico debate que contrapone libertad de expresión absoluta frente a unos límites en función de valores subjetivos. La tensión se había diluido y el ¡Pechito Como Tamo! De Bisbal había vuelto a la palestra.
Hasta que, a última hora de la mañana mi cuenta de twitter recibe una nueva oleada de insultos y reproches. En un rápido vistazo compruebo que otros dos medios online, www.rollingstone.es y cinemania.es han publicado sendos artículos acerca del “Holocausto Vigalondo” y, como es de esperar, no han recurrido a las fuentes originales para mostrar lo sucedido, sino que, prolongando esta versión 2.0 del teléfono roto, han “readaptado” la información volcada por otros medios.
Reconozco que me pilla por sorpresa (por decirlo de un modo amable) el tono ya abiertamente sensacionalista del artículo de Cinemanía (cuyo texto ha sido ya suavizado desde su publicación, hacéos a la idea):
http://www.cinemania.es/actualidad/noticias/5734/nacho-vigalondo-la-lia-en-twitter-con-chistes-sobre-el-holocausto
La frase más representativa es ésta: “Con un anuncio para El País en los televisores de toda España, y una incipiente carrera en Hollywood, están aún por verse las consecuencias que este arrebato humorístico podría tener en la trayectoria de Vigalondo”
Esta vez, la forma verbal deja bien clarar la ansiedad por el acontecimiento en potencia, el escándalo progresivo, la anticipación de la noticia de verdad...
El caso es que la polémica holocáustica, que había muerto por segunda vez, se reactiva de nuevo. Con un público renovado y un perfil nuevo. ¿Hasta cuándo durará esta nueva infusión de dramatismo?
No hace falta que dure mucho, el siguiente bombeo de caos no tarda en llegar: A última hora de la tarde sucede algo que puede catapultarlo todo hacia nuevas e insospechadas direcciones. Recibo una llamada de teléfono. Un reportero de El Mundo me pide mi opinión ante un nuevo estremecedor dato. Al parecer, se ha filtrado la información de que PRISA piensa cancelar mi campaña publicitaria ante mi inaceptable comportamiento en Twitter...
Tiempo, tiempo ¡TIEMPO!
Llega un momento en el que ya no sé hasta qué punto crecerá este desaguisado. Lo que ya tengo más claro es la fueza que lo está impulsando una y otra vez.
Son dos circunstancias:
La primera: La proximidad de la dimisión de Álex de la Iglesia de la Academia de Cine a través de su cuenta de Twitter. Dicho de un modo más preciso: La constatación de Twitter como una herramienta de producción de noticias. Lo hemos estado viendo durante toda la última semana: Titulares y cuerpos de noticia compuestos casi enteramente por twitters entrecomillados. Podríamos debatir si es legítimo darle a un twitteo valor de declaración en firme, cuando hablamos de un formato que se nutre principalmente de la instantaneidad. También podemos debatir cuánta vigencia informativa conserva un twitteo más allá del contexto en el que nace, una conversación cruzada que el periodista no se va a molestar en recomponer...
Podemos preguntarnos: Ante una ausencia de códigos de conducta ¿Qué responsabilidad es más urgente definir, la del twittero o la de la prensa?
¿Impido que de mi twitter puedan brotar noticias como si fuesen tomates?
¿Impedimos que la prensa pueda plantar tomates en mi twitter a su libre albedrío?
La segunda: Es el tema que flota en el ambiente desde el primer reproche el viernes por la noche hasta la aterradora llamada de El Mundo: No soy sólo un cineasta twittero. Soy, además, autor de una campaña publicitaria televisiva de El País. No hace falta explicar la multiplicación de las posibilidades de escándalo que se abren ante los ojos de cualquier periodista.
Volvamos a la llamada de teléfono:
En realidad el periodista de El Mundo (o sus informantes) erraban en una cuestión: La campaña publicitaria no se podría cancelar por mis soeces twitteras... Porque ya había terminado, el pasado domingo. Así lo expliqué. Y partir de ahí, el asunto pareció perder importancia. Mi polémica, tantas veces muerta y resucitada, perdía todo el atractivo si no aparecía un castigo claro y contundente hacia mi persona de una maldita una vez.
En este mismo momento, la noche del lunes, la polémica ha vuelto a morir, una vez más. La publicación de este texto en este blog quizá la reavive, soy consciente, pero creo que es un mal menor frente a la necesidad de aclarar algunos hechos y describir estas mecánicas nuevas, esta volátil confluencia de redes sociales y periodismo, de la cual no soy la primera víctima, ni mucho menos seré la última.
En cualquier caso, alguno estará en su pleno derecho de pensar que, en el principio de todo estaba mi provocación siniestra, tan fácilmente evitable. Que, a fin de cuentas, yo debería ser más cauteloso a la hora de practicar un humor tan negro, más ante tantos ojos de extraños, y más anunciando periódicos por la tele. En realidad no me cuesta pedir perdón por prender semejante mecha. Y pedir perdón por el incómodo fin de semana que algunos han vivido en la redacción del periódico a raíz de todo esto.
Y, por supuesto, está el perdón a todos los que se haya podido ofender con mis juegos de palabras y mis chistes. También les pido disculpas pero añado, no como arrogancia, sino como una rendida advertencia de mis limitaciones, de mis vaivenes, de lo poco que puedo prometer, de lo poco que puedo guionizar...
¡No entréis en mi twitter nunca más!