La cuestión que trataba el Doctor la semana pasada me ha hecho pensar por qué asumimos sin esfuerzo las trampas y contradicciones de la memoria, pero todavía existe una resistencia a pensar que un flashback pueda obedecer a leyes propias, distintas a la del resto de la ficción.
Por ejemplo, entendemos que un personaje puede engañarnos con sus palabras, pero cuando la propia película la que acompaña su declaración con un flashback, tendemos a entender que se ha certificado como acertada. Por ejemplo, muchos pensaron que era intolerable que en Sospechosos Habituales las imágenes fuesen cómplices de la confusión y la mentira en los testimonios de los personajes.
Hay variantes: Me acabo de acordar de esta secuencia de Desperado (la que más me gustó en su momento y más me gusta ahora) en la que el flashback se acompaña al monólogo de Steve Buscemi prolonga todas sus exageraciones. Está filmada como un sueño, más que una descripción de hechos reales. Sin embargo, no nos sentimos estafados porque, más allá de la retórica, como veremos durante el resto de la película, el flashback no nos miente en lo esencial.
Y a veces se da el caso extremo, en el que los espectadores sabemos que el personaje miente precisamente porque el flashback que acompaña a su declaración está contradiciendo sus palabras, incluso ridiculizándolas, como en tantas comedias, o en Mission Impossible, o en JFK, quizás se os ocurra algún caso más.
En nuestro contrato con la ficción audiovisual a la imagen le damos la última palabra, por encima de la palabra misma. ¿Qué nos pasa, Doctor?