Llamemos a la película Proyecto, Espectacular, Desmesurado y Arrollador. Una gran franquicia en potencia, un evento con todas las de la ley.
Pasas varios filtros: Les gusta tu película, les gustaste por teléfono, y pidieron reunirse contigo en cuanto llegases a la ciudad. Y ese es uno de los motivos por los que has volado sobre medio planeta: Existe la posibilidad de que dirijas un P.E.D.A.
Y en la reunión todo va bien. Hasta que te hacen la pregunta inevitable, que siempre, siempre cae: “Y qué es lo que cambiarías?”. Y en ese momento no puedes cerrar tu puta bocaza, y sueltas esto, y aquello, y lo otro... Y sabes que quizás estás vendiendo tu personalidad, tu exigencia y hasta cierto punto tu sentido de la ética narrativa. A costa de mandar al carajo tus posibilidades (que quizá, pese a todo, seguían siendo escasas) de dirigir el PEDA.
El niño que hay en mí está que trina, imagino. Tiene motivos. Dirigir un PEDA es la culminación de muchas fantasías como director, que casi siempre son fantasías de poder. ¿Ve usted ese dirigible aplastando ese rebaño de bisontes? Pues es cosa mía. ¿Ve usted a ese actor sacándose los ojos con una cuchara? Yo le dije que lo hiciese.
El señor dentro de mí también está enfadado: Estos días duermo en la habitación de un bebé. Los taxímetros de Los Ángeles se me hacen más crueles que nunca. Vuelvo a mirar los cambios en monedas con detenimiento de estudiante. Pero no es necesario que dé más detalles lastimeros ni que hable de mi situación económica: Dirigir un PEDA puede solucionar tu vida durante muchos años, quizás para siempre. No hace falta estar apretado para agradecer algo así.
Entre el niño enfadado y el señor enfadado ¿Qué queda? Lo que te hace rechazar un PEDA. No quiero parecer idealista, ni siquiera íntegro. En realidad es una cuestión de supervivencia como tantas otras: Si llevar adelante una película que amas como a un hijo, y en la que te reconoces encuadre a encuadre, puede llegar a ser un suplicio, imaginen entregar una porción de tu vida no menor de dos años a un objeto que no te parece todo lo honesto ni todo lo convincente que crees que debería ser. Puede llegar a ser una pesadilla suicida.
En el mismo momento en el que me preguntaban qué cambiaría de la película, Siniestro Total, la banda más grande del mundo, tocaba en Cabezón de la Sal. Me dedicaron en mi ausencia un Also sprach Zarathustra. Menudas vidas ¿Eh Julián? A veces parece que entre la gloria y la miseria no encontramos término medio.