Ayer vi con Xavi Daura Tron: Legacy. Estos son algunos de los temas discutidos a la salida del cine:
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Los aficionados a los videojuegos están acostumbrados a que las secuelas de un éxito no pretendan prolongar la experiencia del original, sino repetirla. Cuando uno juega a las continuaciónes de videojuegos como Bioshock, Dead Rising, Gran Turismo o Silent Hill no busca una ampliación significativa de las posibilidades del oiriginal, sino una forma de volver a disfrutar una experiencia similar, con las actualizaciones justas. Así, el exceso de novedades suele estar tan mal visto como su ausencia total.
Tron: Legacy funciona como una secuela en ese mismo sentido, no es una continuación del original, sino una invitación a ver lo mismo, en el mismo orden y con prácticamente los mismos elementos. Por ejemplo, el combate de motocicletas de luz, una secuencia cuyo impacto cultural ha crecido significativamente respecto a las demás en el Tron original, en Legacy conserva el mismo tamaño, entidad y función dramática.
Es algo que hemos visto antes, un fenómeno que quizás inició de forma prematura Cazafantasmas 2 y que llegó a su máxima expresión en el Superman de Brian Singer: La secuela que le debe tanto al espectador nostálgico que acaba convirtiéndose en una adaptación del recuerdo del original, en un remake fuera de su tiempo. Si en Tron: Legacy quitamos un diálogo en el que se menciona el Wi-Fi, el deshielo de los casquetes polares y la guerra en Oriente Medio, tendremos un guión que podría haberse filmado un año después que el Tron original.
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El protagonista de Tron: Legacy tiene el glamour a pie de calle habitual de las películas de Jerry Bruckheimer, en las que solemos ver ropa carísima con manchas de grasa. El chico vive en un apartamento de ensueño, pero debajo de un puente. Cuando le describe a su padre cómo es su vida real deja bien claro que su perro es callejero, aunque hayamos visto en las primeras secuencias que en realidad es un adorable Boston Terrier (con cierto parecido a nuestro idolatrado Miguel Noguera). Este desajuste no dibuja a un personaje cínico, sino el cacao mental que domina el desarrollo de este tipo de producciones.
3
Los productores son tan conscientes del plato fuerte que supone la participación de Daft Punk en el asunto, que les han cedido un generoso cameo: Son los pinchadiscos en una fiesta que acaba como el rosario de la aurora. Si mi memoria no falla, llegan a sonar tres temas musicales consecutivos, perfectamente sincronizados con los giros de guión. Es una curiosa fusión entre los Daft-Punk compositores de la banda sonora y los Daft Punk que amenizan una fiesta ficticia, y a los que un asalto armado les parece motivo suficiente para cambiar de temazo. Imagínate que hay un incendio en un garito, y el DJ, en vez de huír aprovecha la ocasión para pinchar a capón Disco Inferno.
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No sé si agradecer o lamentar que en Tron: Legacy apenas se molesten en aclarar las diferencias entre las necesidades de la vida orgánica y la que se da en el universo digital. Jeff Bridges ha envejecido dentro de la máquina como lo hubiese hecho fuera de ella. Eso sí, convertido en una suerte de ermitaño de diseño que vive en un apartamento zen donde el agua gotea al revés. ¿Ha olvidado sus necesidades terrenales, las ha despachado? ¿Ha tenido algún encuentro sexual con Olivia Wilde? La secuencia en la que comen todos juntos da que pensar que, en contra de lo que sugiere el ascetismo sintético del lugar y los antiquísimos volúmenes de obras clásicas (¿de dónde han salido?), el tipo está dándose a la buena vida: A ver, no pido que coman tofu con forma de prisma, pero ese cochinillo asado que dejan casi entero me parece una señora provocación.
5
La actualización de los gráficos en Tron: Legacy ha dejado atrás uno de los aspectos que más me perturbaban en el original: Los ¿giros? de noventa grados que daban las motos, dejando un rastro lleno de ángulos rectos exactos, igual que los que trazaban sus equivalentes en una máquina recreativa de la época. Aquella física antinatural sacrificaba todo resto de realismo en la escenificación, pero de un modo más que consecuente con las posibles leyes de ese universo. En Tron: Legacy la única forma de recordar que la unidad mínima de existencia en ese entorno programado es el píxel grueso es que los personajes, al morir, se descomponen en una especie de cubitos Avecrem.
6
Hay un momento en el que Jeff Bridges dice: -”Es como una caja fuerte que sólo puede abrirse desde afuera”.
O sea, como una caja fuerte.