Nunca he sido turista, todos mis viajes al extranjero han sido por motivos relacionados con mis labores, ya sea por rodajes, festivales o danzas en despachos ajenos. No me malinterpretéis, no soy un tipo que abraza su maletín en un aeropuerto, intento disfrutar al máximo cada uno de mis viajes. Lo que no puedo evitar, sin embargo, es tener una visión del mundo incompleta, fragmentada. No conozco Londres, pero conozco Mánchester. Sólo he estado 24 horas seguidas en París, aunque he estado en Nantes una semana entera. Una tarde en Seúl, diez días en Puchón.
Ahora puedo decir que, aunque no he estado jamás en la ciudad de México DF, he estado cinco días en Tlalpujahua, un pueblo a tres horas cuya condición de mágico se certifica en las placas callejeras, con un censo de fantasmas superior al de habitantes vivos. He acudido como invitado del arrebatador festival de cine de terror Mórbido, con cinco erres si lo pronuncias como lo hace Pablo Guisa, su líder carismático.
He tenido la oportunidad de volver a disfrutar de esa cosa deslumbrante que es Somos lo que hay, de Jorge Michel Grau y de rellenar lagunas inexplicables en mi educación como espectador ¡No había visto Los ojos sin rostro!, pero sobre todo de percibir de cerca la batalla de los jovencísimos directos de cine latinoamericanos por sacarse de la manga un cine de género en unas cinematografías increíblemente estrechas.
-En total se han producido 17 películas en Costa Rica.
-¿Este año?
-¡No, en toda su historia!
Así me lo contaba Miguel Gómez, el director de la jubilosa El Sanatorio. Mientras tanto, Adrián García Bogliano me explicaba que su película Sudor Frío, cine de explotación del bueno, o sea, rebosante de ideas, sería la primera película argentina de horror estrenada en su país en cincuenta años. Películas como las mejicanas Conozcan la cabeza de Juan Pérez o Depositarios no sólo son vibrantes vueltas de tuerca genérica, de ellas fluye la energía del cine que no intenta adaptarse a un público y un mercado, sino que lo inventa.
Contemplando estos esfuerzos por levantar cine de género pienso que aquí en España lloramos demasiado. Y cuando digo que lloramos me refiero tanto a nosotros, cineastas, como a ustedes, espectadores.