La sierra de Collserola tiene inventariadas 269 fuentes. Algunas, ya desaparecidas; otras, con escaso nivel de agua y algunas, sin interés alguno como la llamada "de la paciencia". En el valle, había también fuentes y sus habitantes las usaban en días de ocio para hacer excursiones y merendar o apagar la sed. La costumbre sigue viva aún en la sierra barcelonesa, como puede comprobar cualquiera que la pasee a pie o en bicicleta. Lo que no era de esperar es la aparición de nuevos manantiales. Eso sí, sólo aptos para vehículos. El paseo para degustar la frescura del agua y su murmullo al brotar y discurrir no es posible en este caso. Se trata de un manantial aparecido hace algunos meses (bastantes, más de un año) en la Gran Via, en l'Hospitalet del Llobregat. Está en la parte soterrada de la misma, entre el espacio que ocupa un centro comercial y la denominada Ciudad de la Justicia, cualquiera que sea la cosa que allí se imparte.
La nueva fuente está perfectamente señalizada y anunciada. Llegado por la avenida desde El Prat, hay un letrero luminoso que avisa al peregrino que se dirige hacia Barcelona: "A un kilómetro, agua en la vía", según explica A. G., vecino de Gavà y usuario habitual del trayecto. "Se podría pensar que es un filtración producto de las lluvias", explica, "pero es que hay un charco bastante amplio ahora mismo, cuando hace meses que no llueve". En efecto: saludando al visitante, allí está el letrero y el charco que se nutre del generoso manantial.
La Gran Via fue construida por un consorcio formado por diversas administraciones y su mantenimiento, explica un portavoz del Ayuntamiento de l'Hospitalet, donde está el manantial, filtración o fuga, depende del Gobierno de la Generalitat. La alcadesa de l'Hospitalet se llama Núria Marín. El consistorio, que encargó la decoración de la zona, tiene conocimiento de los hechos desde hace meses, como cualquier hijo de vecino que pase por allí, pero la solución no depende de él, sino del Departamento de Territorio y Sostenibilidad, que dirige Lluís Recoder. Pues, bien, este departamento también conoce la situación, desde hace meses. Pero conocer la situación no equivale a conocer las causas y, mucho menos, a solucionar el asunto. ¡Ah, si el mero saber tuviera todos esos poderes! En fin, que los técnicos del gobierno catalán llevan días, semanas, meses, más de un año, tratando de averiguar por qué la Gran Vía presenta desde hace todo ese tiempo un considerable charco de agua que ocupa más de un carril y que resulta peligroso para el tráfico, como lo demuestra el aviso luminoso constante. Como el departamento se ocupa también de la sostenibilidad (sin que se sepa muy bien a qué sostenes se refiere ese nombre) es de suponer que haya previsto también acabar con la pérdida de agua que la filtración supone para un país cuyo Gobierno pretende abastecerse desde el Ródano. Igual con la que se pierda en la Gran Via ya no era necesario el trasvase.
¿Cómo es posible que una fuga constante de agua, perfectamente detectada, no pueda ser reparada en más de un año?. "Estamos en ello", dice un portavoz de Territorio y Sostenibilidad.
Público y privado
La historia de esta pequeña desidia enlaza con la última publicada (la que explicaba que las gomas puestas en las paradas de autobús de Barcelona eran un desastre). Cualquiera que haga obras en la escalera de su casa, se irrita si le aparece una fuga que le encharca el rellano y, desde luego, trata de poner solución a corto plazo. Pero el tratamiento de lo público parece llevar otros ritmos. En el caso de las gomas, el consistorio barcelonés ya explicó la pasada semana que se ha dado orden de retirarlas porque han resultado una chapuza con muy escasa duración: fueron instaladas a finales de 2009.
Ya publicada la nota, un portavoz amplió la respuesta. Los fallos aparecieron casi de inmediato, de modo que se procedió a no devolver una cantidad, 137.371 euros, que la empresa que hizo las obras depositó como aval. No se pudo hacer más porque la garantía era, según la misma fuente, de un año. ¡Un año de garantía! La norma legal para una tostadora o un transistor obliga a las empresas a dar dos años.
La base de tan escasa garantía es el texto refundido de la ley de contratos del sector público. Pero ese texto no dice que la garantía deba ser de una año. En su artículo 235 apartado 3 afirma que el plazo de garantía "no podrá ser inferior a un año, salvo en casos especiales", salvo para "vicios ocultos" (que cada cual interprete como quiera esta expresión), que es de 15 años. El Gobierno catalán aplica un norma más lógica: empieza a contar el plazo de la garantía a partir de la recepción definitiva, lo que viene a ser un par de años después de puesta en funcionamiento, además de definir, como marca la propia ley, el plazo de garantía en el pliego de condiciones del contrato, teniendo en cuenta la obra y el tipo de materiales.
Y aún así, ahí está el manantial de la Gran Vía, soltando agua sin tregua ni descanso. Y es que, parafraseando una paráfrasis de Mourinho, las inauguraciones tienen muchos padres; el mantenimiento, ninguno.
Imagen tomada por Marcel.lí Sàenz.