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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
Los lectores pueden dirigir sus quejas a @elpais.es

Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

El AVE en tierra de nadie

Por: | 29 de febrero de 2012

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Literalmente en tierra de nadie, entre las poblaciones de La Secuita y Perafort, hay una estación del tren de alta velocidad. Ambas son localidades pequeñas (en número de habitantes) y se supone que las instalaciones dan servicio a Tarragona, Reus y Valls y al resto de villas cercanas. Los técnicos ferroviarios del Gobierno central, que hizo la obra y es su propietario, pensaban que el lugar idóneo para la estación era Valls, pero haberla instalado allí (o en Reus o en Tarragona) hubiera provocado una "guerra territorial", en palabras de un director general de la época en la que se tomó la decisión. Además, estaba la presión del Gobierno catalán, que entonces presidía el hoy dedicado a memorialista Jordi Pujol. El resultado final fue no molestar directamente a nadie una sola vez a cambio de incordiar cada día a casi todos los que tengan que tomar el tren. Porque la distancia a los núcleos más poblados es, en el mejor de los casos, superior a 11 kilómetros, a cubrir necesariamente por una carretera que puede ser considerada cualquier cosa menos buena.

Hay autobuses que unen la estación con las poblaciones vecinas pero, por poner un ejemplo, el tiempo del trayecto es superior al que necesita el tren para enlazar con Lleida o Barcelona. Resultado, los usuarios optan por el taxi, lo que encarece mucho el conjunto del trayecto, o por el coche privado. Si viajan en los vagones más caros, el aparcamiento es gratuito. Si lo hacen en turista, hay que pagar. No es que la tarifa sea muy alta (menos de 40 euros cuesta el abono mensual) pero la mayoría opta por aparcar en los alrededores y ahorrarse el precio del aparcamiento. Resultado: el entorno de la estación está lleno de coches que ocupan el único tramo medio bien de la carretera. Sus ocupantes se dirigen a la estación por la zona que deberían utilizar los coches, con el riesgo subsiguiente. ¿Se podría hacer un aparcamiento al aire libre y gratuito y adecentar la zona? Se podría, pero... En el ámbito de lo público nunca se opta por la solución más simple, todo se complica y se alambica.

El alcalde de la Secuita, Eudald Roca, explica que la estación abrió en 2006 y que, desde entonces, un convenio rige las relaciones con ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), propietario de la estación y también de los accesos, porque nunca fueron  transferidos a las administraciones catalanas. "No podemos enviar a los Mossos a multar porque aquello es una propiedad privada de una empresa". Con agravantes: Roca añade que la carretera debería estar iluminada desde el principio, pero sólo se ha iluminado una rotonda y de ello hace apenas tres meses. El Departamento de Territorio, que dirige Lluis Recoder, da la misma versión: "En su día se traspasó un tramo de la carretera, pero el acceso final, desde la última rotonda a la estación, sigue siendo de ADIF". Pero ADIF asegura que tampoco ese terreno tampoco es suyo. Es decir, que no es de la Administración Central, ni de la Generalitat ni de los ayuntamientos. Tierra de nadie a la espera de que alguien la reclame. Hasta que haya un accidente. Entonces todo será correr y crujir de dientes.

Imagen tomada por Josep Lluís Sellart.

TMB: el derecho a la ineficacia

Por: | 21 de febrero de 2012

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Transportes Metropolitanos de Barcelona
(TMB para sus amigos) es la empresa pública que gestiona las redes de metro y autobuses en Barcelona y su inmediata periferia. Una delicia, como sabe cualquiera que deba utilizarlas. Las quejas sobre TMB son tantas que se podría hacer una página cada semana. Aquí se agruparán sólo dos que sirven como muestra a la ineficacia de sus dirigentes, esos que los sindicatos dicen que son los "bien pagaos", y entre los que no se incluyen algunos políticos dietistas, es decir, abonados a las dietas milenarias.

Primera queja: en la ronda de Sant Pere de Barcelona, entre las plazas de Urquinaona y Catalunya, hay una serie de paradas de autobús. Algunas, como las de las líneas 28 y 22, disponen de marquesinas bajo las que pueden guarecerse los usuarios que esperan, si llueve o hace un sol inclemente. Otras, en cambio, como la del 66, carecen de marquesina, de modo que si llueve, quien espera se moja y si hace sol, se tuesta. Hasta ahí, la cosa parece normal. No todo va a ser perfecto. Pero el asunto se complica si se tiene en cuenta que entre la parada del 66 y la del 22 hay una marquesina que no es utilizada por ninguna de las líneas que allí paran. Más aún, entre la parada del 22 y la plaza de Urquinaona hay otra parada sin líneas atribuidas. Es decir, que pasa como en la cosa de la vivienda, todo el mundo tiene derecho constitucional a una, pero hay quien no tiene donde cobijarse y bancos que tienen a centenares. El mundo está mal repartido.

La explicación del Ayuntamiento de Barcelona, de quien depende el mobiliario urbano y, por tanto, las marquesinas, es que en esa zona se ha producido una reordenación de las líneas hace un tiempo y se está en ello. Un tiempo largo, porque el 66 está sin marquesina desde hace meses y más meses. Pero no hay que preocuparse, el concejal Joaquim Forn, que también gestiona TMB, está en ello. De modo que antes de que Xavier Trias deje de ser alcalde las cosas podrán estar arregladas. Como en Barcelona llueve poco, los usuarios del 36 tendrán que aguantar pocos aguaceros. Eso sí, cuando llueva, irá para largo, porque la frecuencia de paso de esa línea (más de 20 minutos en el mejor de los casos) es claramente disuasoria.

La otra queja tiene que ver con los desvíos por obras que, de vez en cuando, se producen en una Barcelona permanentemente parchada. El pasado día 10 de febrero, viernes para más señas, se procedió a asfaltar un tramo de la calle de Vallespir, entre Can Bruixa y Novell. Como consecuencia, la línea 54 fue desviada. En vez de bajar a buscar la avenida de Madrid por Vallespir, lo hacia por Joan Güell (la calle con más coches en doble fila de Barcelona y del Mediterráneo). Con ello se saltaba dos paradas. Una, en la propia calle de Vallespir y otra en Madrid con plaza del Centre. Pero en ninguna de ellas había nada ni nadie que lo avisara, de modo que la de plaza del Centr estaba abarrotada de gente que creía en la eficacia de TMB. Inútilmente, porque los autobuses ni pasaban ni había que esperarlos.

La empresa explica que se puso un letrerito en el poste para informar a los usuarios. Cuando acudió este diario no supo verlo. Tampoco supieron verlo, porque no había nada que ver, las más de 30 personas que esperaban el autobús. Pero no hay que preocuparse. La empresa es una maravilla. Y, como aseguraba uno de sus directivos hace un tiempo (convencido) si no fuera por los usuarios, aún funcionaría mejor.

Imágenes tomadas por Tejederas.

 

 

Cómo marear por completo a los parados

Por: | 15 de febrero de 2012

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M E. es una de las miles de trabajadoras que ha ido al paro en los últimos meses. Mal estaría acusar a los gobiernos, uno u otro, de ser los responsables de la cosa. Habrá que suponer que hacen lo que pueden para que haya pocos parados. Después de todo, suponer es una de las pocas cosas que quedan que no cuestan dinero. Pero M. E. no escribe por sus suposiciones, sino para explicar cómo el Departamento de Empresa y Ocupación, cuyo titular es Francesc Xavier Mena, marea a los parados cuando éstos tienen que hacer los trámites obligados para cobrar el paro y optar a otro trabajo. Resulta que hay una serie de oficinas en Barcelona en las que se pueden realizar los trámites. Hay que rellenar unos impresos y bla, bla, bla. Hasta ahí, todo perfectamente comprensible. Como pudo comprobar M. E. en las oficinas dedicadas a estos menesteres hay ordenadores y personal que parece saber utilizarlos. Cualquiera podría imaginar que todos esos ordenadores están interconectados, de modo que el parado puede elegir la oficina que quiera, entrar y tramitar lo que sea que le pidan. Eso señala la racionalidad más limitadita. Pero no ocurre así. Ni mucho menos. La parada en cuestión, que vive en Sants, buscó por Internet la oficina más cercana y decidió dirigirse a ella. La encontró situada al principio de la calle de Mallorca. Llegó pidió el numerito correspondiente, como en las pescaderías. La atendieron de inmediato porque apenas había nadie. ¡Fantástico!, dice que se dijo para sus adentros, venciendo el reverencial temor que la burocracia impone a cualquier españolito que necesite sus servicios. La sorpresa fue que aquella no era su oficina. El empleado, “muy amable”, precisa ella, “me explicó que debería dirigirse a la oficina del barrio de Sants”. Sólo que la oficina del barrio de Sants, contra lo que su nombre indica no está en Sants sino en el parque de la Estació del Nord, casi en la otra punta de Barcelona. La mujer fue y cumplió con sus deberes de ciudadana entregando todo lo que tuvo que entregar, eso sí, empleando en esta ocasión unos 40 minutos (además del tempo de desplazamiento) porque la oficina, a todas luces provisional, estaba a rebosar. Los intentos de averiguar el por qué de esta anomalía han sido inútiles. Durante dos semanas, el Departamento de Empresa y Ocupación no ha podido averiguarlo, como tampoco ha podido responder a la pregunta elemental de cuánto tiempo hace que es así y cuanto más va a durar la provisionalidad. La única explicación conseguida es que la gente no puede ir a donde quiera, no se sabe por qué. El portavoz del departamento insinuó que es lo mismo que ocurre con los médicos: la gente va a donde le dicen. Al margen de que no parece ser lo mismo la relación con el médico que con un administrativo que toca por turno y tramita unos papeles (quizás para el Gobierno de Artur Mas no hay diferencia alguna), no es cierto que los ciudadanos estén obligados a ir a un determinado médico, ya que pueden cambiar libremente si así lo desean. Al menos hasta que este gobierno tan liberal descubra la existencia de esa prebenda y decida acabar con ella. Por cierto, en ambas oficinas hay máquinas expendedoras automáticas para el número de espera. Deben de haber costado un dinerito. Mal empleado. Están todas fuera de servicio y, en las dos oficinas visitadas por M. E. quien da la vez es un empleado. Quien desee comprobar la absurda organización del Departamento del que dependen los parados puede realizar una consulta, vía Internet, para saber a qué oficina debería dirigirse si tuvieran necesidad (los mercados no lo quieran). Si los de Sants van a la Estació del Nord, ¿dónde van los de la calle de Almogàvers, que lo tienen delante? Pues a otro situado en la calle de Llacuna. ¿Y los de Sagrada Familia?, a la ronda General Mitre. Y ¿quién va a la oficina de la calle de Mallorca? Gente que viva en Sarriá. Si esto no es para justificar la privatización del servicio,  ¿será para promocionar el uso del transporte público, simple ganas de jorobar al prójimo o pura ineficacia del presunto gobierno de los mejores?

Imagen tomada por Carles Ribas.

En Barcelona caben todos y casi todo

Por: | 08 de febrero de 2012

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"Estimado ciudadano: Respondemos a su petición recibida el 23/01/12 con código 6854ZCX sobre vehículos abandonados. Le informamos que, una vez realizadas las actuaciones pertinentes, se ha resuelto la incidencia. Queremos agradecerle su comunicación, ya que consideramos que es muy importante que la ciudadanía participe y colabore activamente con el Ayuntamiento para mejorar los servicios municipales y la convivencia en la ciudad. Estamos a su disposición para futuras comunicaciones. Cordialmente, Guardia Urbana. Ayuntamiento de Barcelona". Ésta es la carta que recibió el ciudadano I. A. tras haberse dirigido hasta cuatro veces al consistorio para comunicarle que, casi delante de su casa, había unos restos de lo que otrora fueron bicicletas que pedían a gritos ser retirados. Como puede verse, la nota es cortés y agradable. Sólo tiene un pequeño problema: los hechos que relata son falsos. Los restos de las bicis siguen en el mismo sitio que denunciaba el vecino.

El Ayuntamiento de Barcelona reconoce el error. Lo que ocurre, explica un portavoz, es que se respondió al vecino que estaba resuelto el problema cuando, en realidad, sólo se había incoado el expediente que debe dar paso a solucionarlo. Un vehículo abandonado, añade la misma fuente, no puede ser retirado de la calzada así como así. Antes hay que notificar al propietario que se procederá a su retirada si la situación se mantiene. Para eso se pone una pegatina en el vehículo, cuando el conductor no es fácilmente localizable. Al cabo de un tiempo, se retira el vehículo.

Es dudoso que alguno de los restos que ocupan la calle Roger de Flor de Barcelona, frente al número 5, puedan ser considerados vehículos y hasta problemático encontrar el sitio para poner la pegatina. Y, desde luego, salvo en pistas de circo, es difícil ver a alguien pilotando una sola rueda que, para colmo, no se halla en su mejor momento. Pero así es la vida. Si la Administración decide que eso es un vehículo, será que es un vehículo. Si los jueces pueden reinterpretar no ya las leyes sino el propio lenguaje ordinario, ¿por qué no el Ayuntamiento de Barcelona?

Pero el caso es que los restos no humanos se hallan allí, dice I. A. desde hace más de un año. Tiempo suficiente como para que la Guardia Urbana lo hubiera detectado sin ayuda de la amable y colaboradora ciudadanía, que no cobra por esas cosas. Además, el ciudadano lo ha comunicado hasta cuatro veces (de las cuales adjunta el número de código que le facilita quien sea que atiende a la reclamación que luego cae en saco roto). Códigos que deben ser archivados con la misma diligencia que se atienden las reclamaciones, porque no han sido encontrados para poder dar explicaciones completas sobre el error. El ciudadano señala que estas cosas no pasarían si la nota recibida estuviera firmada por alguien con nombre y apellidos en vez de por la "Guardia Urbana", un colectivo donde debe de haber de todo: desde quien hace su trabajo con absuluta corrección hasta quien toma decisiones cuestionables. Por cierto, el cambio en la jefatura de la Guardia Urbana fue la primera medida tomada por el actual alcalde, Xavier Trias. En esto, sirvió de poco o nada. Y no era muy difícil mejorar al antiguo mando.

I. A. aprovecha la queja para señalar otra particularidad de esa zona de la calle de Roger de Flor: "Esta vía hace frontera entre los distritos de Sant Martí y Ciutat Vella. En la zona de Sant Martí, la limpieza funciona razonablemente, pero en la de Ciutat Vella, nada. Alguna vez he preguntado a los que limpian por qué lo hacen sólo en media calle y me han dicho que la otra parte no les corresponde". Parece un chiste, pero es verdad y así lo reconoce el Ayuntamiento de Barcelona, aunque rechaza que se limpie más en un distrito que en otro. "Se limpia igual, aunque es posible que a diferentes horas, porque cada zona de la calle corresponde a una empresa diferente, en función del último contrato de limpieza que dividió la ciudad en varias zonas". I. A. insiste: "En la zona de Ciutat Vella (la concejal es Mercè Homs) se limpia menos". Quede anotada la denuncia que recuerda lo que ocurría en los sesenta en la calle de Riera Blanca, límite oficial entre Barcelona y l'Hospitalet): la mitad barcelonesa estaba asfaltada y la otra mitad era de tierra. Eso sin contar con los problemas que acarrean las divisiones territoriales sobre las que se superponen (no siempre con eficacia) las diversas administraciones: Gobierno central, Generalitat, Diputación, Ayuntamiento, diócesis y parroquia y hasta organización de la limpieza. ¡Vivan los fronteras!

Imagen tomada por Laura Clavijo.

Un paseo donde no caben los peatones ni lo vecinos

Por: | 01 de febrero de 2012

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La Rambla de Catalunya de Barcelona es una de sus calles más agradables. Dispone de un par de aceras relativamente amplias (sin exagerar, claro) y de un paseo central con algunos bancos de los tradicionales, en los que la gente puede sentarse. Además, la arquitectura que la jalona, aunque destrozada en altura por la especulación inmisericorde y consentida, es de una cierta calidad. En verano, los tilos dan alguna sombra y durante todo el año es una de las pocas vías con vistas. Quien levante la mirada en dirección a Collserola podrá ver el Tibidabo. No es poco en una ciudad donde los edificios han crecido tanto respecto a la anchura de las calles, que para ver el cielo hay casi que desnucarse. ¿Con esa casi maravilla, a qué quejarse de algo? Pues hay motivos de queja en sus vecinos y no uno ni dos.

MsNoFuncionabici001Primero. Para mejorar las condiciones del paseo y hacerlo más agradable, el antiguo gobierno municipal decidió semipeatonalizar la zona. Semipeatonalizar consiste en facilitar la presencia de los peatones sin expulsar del todo coches y motos. En este caso, se decidió que los festivos, de 9.00 a 21.00 no podría haber circulación de vehículos a motor, salvo en el caso de los vecinos y de quienes acudieran a aparcamientos. Y así lo informan unas placas situadas en las esquinas que se refuerzan con vallas de quita y pon en esos mismos festivos. La cosa se complica si se piensa que en la calle hay aparcamiento señalizado con líneas azules (gratuito en festivo). ¿Es eso un aparcamiento? Los especialistas en movilidad dicen que no. Que las zonas azules son, en realidad, el cobro de un peaje en destino. Es decir, en vez de cobrar por entrar en la ciudad, como hace Londres, se cobra por estar en la ciudad. Eso es lo que hace Barcelona. En cualquier caso, el asunto queda a la discrecionalidad del Guardia Urbano, cuando lo hay, o de la buena voluntad del conductor. Porque éste sólo tiene que bajar del coche, mover la valla (recolocándola o no después) y circular por la vía cuando le plazca. Y, de hecho, eso es lo que ocurre, explica E. R., vecina de la calle. "Si no hay guardia, la gente hace lo que quiere", pero si lo hay, las cosas no mejoran. De hecho, puede ocurrir que el agente no deje pasar a nadie y que el vecino (como tantos otros en Barcelona) no pueda demostrar que es vecino porque hace poco que se trasladó y aún no ha renovado un DNI que dura 10 años y no va a ir con un papel del censo en el bolsillo. Las cosas cambiarían si los vecinos tuvieran una identificación o si las vallas fueran de las que necesitan un mecanismo electrónico para que se abran, como ocurre en otras zonas de la ciudad. Mecanismo que sólo se da a los vecinos.

Las vallas son provisionales, dice el portavoz del concejal del distrito, Gerard Ardanuy, porque la solución era provisional. Se estaba a la espera de ver el resultado. Como la medida se tomó hace años, es de esperar que se conozcan ya los datos del experimento. Salvo que ocurra como decía el clásico, que en España la mejor fórmula para convertir algo en definitivo es considerarlo provisional. En cualquier caso, el consistorio dice que reforzará la vigilancia y agilizará la toma de decisiones al respecto. Amen.

Segunda entrega. En el centro del paseo hay unas pinturas que señalan la prohibición de circular en bicicleta por la zona destinada a los peatones. Una pintura que tiene tanto tiempo que ya está desdibujándose y perdiendo el color. Da igual. ¡Para lo que sirve! La Rambla de Catalunya es, hoy por hoy, una pista para ciclistas. Hay que decir en su descargo que, cuando el ayuntamiento les ha reservado espacios en calzada (por ejemplo, en las calles Diptuació y Consell de Cent) ese espacio sirve para carga y descarga, parada de taxis e incluso aparcamiento de desaprensivos. Pero eso no quita que haya también ciclistas que, con sus máquinas, invadan el espacio de las personas, en este caso el paseo central de la Rambla de Catalunya, circulando no pocas veces a notable velocidad y en zig zag, porque hay bastante gente.

La vida en comunidad no es fácil. Pero algunas medidas decretadas y no hechas cumplir, contribuyen no poco a complicarla más.

Imgenés tomadas por Marcel.lí Sàenz.

 

El País

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