Literalmente en tierra de nadie, entre las poblaciones de La Secuita y Perafort, hay una estación del tren de alta velocidad. Ambas son localidades pequeñas (en número de habitantes) y se supone que las instalaciones dan servicio a Tarragona, Reus y Valls y al resto de villas cercanas. Los técnicos ferroviarios del Gobierno central, que hizo la obra y es su propietario, pensaban que el lugar idóneo para la estación era Valls, pero haberla instalado allí (o en Reus o en Tarragona) hubiera provocado una "guerra territorial", en palabras de un director general de la época en la que se tomó la decisión. Además, estaba la presión del Gobierno catalán, que entonces presidía el hoy dedicado a memorialista Jordi Pujol. El resultado final fue no molestar directamente a nadie una sola vez a cambio de incordiar cada día a casi todos los que tengan que tomar el tren. Porque la distancia a los núcleos más poblados es, en el mejor de los casos, superior a 11 kilómetros, a cubrir necesariamente por una carretera que puede ser considerada cualquier cosa menos buena.
Hay autobuses que unen la estación con las poblaciones vecinas pero, por poner un ejemplo, el tiempo del trayecto es superior al que necesita el tren para enlazar con Lleida o Barcelona. Resultado, los usuarios optan por el taxi, lo que encarece mucho el conjunto del trayecto, o por el coche privado. Si viajan en los vagones más caros, el aparcamiento es gratuito. Si lo hacen en turista, hay que pagar. No es que la tarifa sea muy alta (menos de 40 euros cuesta el abono mensual) pero la mayoría opta por aparcar en los alrededores y ahorrarse el precio del aparcamiento. Resultado: el entorno de la estación está lleno de coches que ocupan el único tramo medio bien de la carretera. Sus ocupantes se dirigen a la estación por la zona que deberían utilizar los coches, con el riesgo subsiguiente. ¿Se podría hacer un aparcamiento al aire libre y gratuito y adecentar la zona? Se podría, pero... En el ámbito de lo público nunca se opta por la solución más simple, todo se complica y se alambica.
El alcalde de la Secuita, Eudald Roca, explica que la estación abrió en 2006 y que, desde entonces, un convenio rige las relaciones con ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), propietario de la estación y también de los accesos, porque nunca fueron transferidos a las administraciones catalanas. "No podemos enviar a los Mossos a multar porque aquello es una propiedad privada de una empresa". Con agravantes: Roca añade que la carretera debería estar iluminada desde el principio, pero sólo se ha iluminado una rotonda y de ello hace apenas tres meses. El Departamento de Territorio, que dirige Lluis Recoder, da la misma versión: "En su día se traspasó un tramo de la carretera, pero el acceso final, desde la última rotonda a la estación, sigue siendo de ADIF". Pero ADIF asegura que tampoco ese terreno tampoco es suyo. Es decir, que no es de la Administración Central, ni de la Generalitat ni de los ayuntamientos. Tierra de nadie a la espera de que alguien la reclame. Hasta que haya un accidente. Entonces todo será correr y crujir de dientes.
Imagen tomada por Josep Lluís Sellart.