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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
Los lectores pueden dirigir sus quejas a @elpais.es

Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

Sant Muç, una historia inacabada

Por: | 22 de marzo de 2012

Calle Can Bosch asfaltado y el agua estancada
Armand Querol
es la persona propuesta por el PP como vicepresidente del aparataje radiotelevisivo del Gobierno catalán. Un hombre con historia. Fue concejal en Rubí y, en 2005, cuando se debatía un convenio para urbanizar Sant Muç, explicó en el pleno sus preocupaciones porque el precio del convenio para el arreglo era "estimativo". Estimativo, dijo, viene de estimar y eso no es serio. Él, se despachó, tenía por su mujer gran estima años atrás, pero en ese momento, la estima había disminuido. De modo que no, no era bueno que el presupuesto fuera "estimativo". Tenía razón, con el paso de los años, la estimación se mostró errónea y se convirtió en un foco de conflictos.

Sant Muç es una urbanización situada en Rubí y nacida de forma entre ilegal y alegal en los primeros años sesenta. Una de las más antiguas de Cataluña y de España, con 240 hectáreas y unas 1.200 parcelas, distribuidas sin planificación alguna. Alguien se hizo rico y otros no vigilaron lo que allí pasaba. Y pasaban muchas cosas. Porque los compradores de las parcelas construían según su libre albedrío, sin atenerse a calles, servicios públicos ni otras contemplaciones. Pasó el tiempo: la urbanización, como tantas otras de los aledaños de Barcelona, dejó de ser lugar de segunda residencia para convertirse en vivienda habitual, sólo que sin ninguna de las facilidades que debieran haberse previsto. Aún hoy, no hay conducción de gas, por ejemplo, y eso es lo de menos. Tampoco hay transporte público (aunque el Ayuntamiento trabaja en una lanzadera que, asegura un portavoz municipal, será deficitaria). No hay parques ni apenas espacios públicos, ni un edificio de correos ni, si bien se mira, aceras como las del centro de Rubí, sin ir más lejos.

La falta de urbanización del conglomerado no podía seguir, de modo que hace unos años se empezó a adecentar, más o menos, aquella zona. El ayuntamiento tomó cartas (los vecinos presionaban) y se realizó un proyecto de intervención que, tras un concurso público, recayó en la empresa Dragados. Pronto se vio que aquello no satisfacía a nadie. Los vecinos aseguran que los trabajos que se hacían eran, en el mejor de los casos, una chapuza. La empresa sostenía que las constantes modificaciones exigían una revisión del presupuesto inicial. Tras tres plantes por parte de Dragados se llegó a un pacto con el consistorio. Los 19 millones iniciales se convertían en 25,5 millones. Una cantidad que debía ser abonada por los propietarios. Inicialmente, el coste era de unos 24.000 euros por cada mil metros cuadrados de parcela. Con el aumento se pasó a 26.400 euros, a pagar en siete plazos que debían iniciarse el 10 de junio de 2003 y terminar tres años más tarde, con un pago cada seis meses.

No se cumplió nada.

Los vecinos acusan, sobre todo, al ayuntamiento por falta de vigilancia en las obras. El consistorio sostiene que sí se hizo la vigilancia, pero que ha habido demandas vecinales, algunas en los juzgados, que han encarecido el proyecto. ¿Cuánto? No se sabe. De modo que, cuando hace unos meses, se facturó, al fin, la séptima cuota y, supuestamente última, el consistorio anunció que había un octavo pago cuya cuantía no se podía determinar hasta que se terminara de cuantificar desde las indemnizaciones a los vecinos litigantes hasta los costas judiciales. Según los vecinos, la desviación al alza puede suponer hasta un 40% del coste inicialmente previsto.

 "Algo hemos hecho mal", asegura el portavoz del consistorio. "Se facturó un séptimo pago y se le llamó 7 de 7, de modo que se podía pensar que era el último, aunque ya habíamos explicado que no lo era, que quedaban cantidades a abonar. La crisis, seguramente, encrespa los ánimos, porque puede haber gente que tenga dificultades para reunir la cantidad pendiente". La misma fuente reconoce que lo de Sant Muç clama al cielo, que es una historia de nunca acabar y que los vecinos tienen razón cuando denuncian deficiencias. "Se tomó la decisión de ordenarlo todo sin tirar una sola casa y eso fue uno de los factores del encarecimiento, el otro fue la exigencia de soterrar todas las líneas para que no hubiera postes", añade el portavoz del consistorio.

Observar el palo de la luz cortado a ras del asfalto
"Las obras terminaron hace tres años, pero un paseo por cualquiera de los 30 kilómetros de calles permite sacar la impresión de que terminaron hace lo menos 20". En efecto, hay pasos de cebra que dan a un terraplén, las aceras carecen de losetas y son puro cemento, en mitad de la calzada es posible ver los restos de postes de luz y teléfono. "Dragados hizo lo que todas las empresas, tratar de ganar dinero. Nuestra queja es con el ayuntamiento, porque debía haber vigilado mejor y controlado las obras", sostiene uno de los vecinos que se ha dirigido a este diario.

Sant Muç es una de esas piezas de museo de los horrores del urbanismo, con mala solución en tiempos en los que el dinero no fluye. El consistorio sostiene que no se puede hacer recaer sobre todos los ciudadanos de Rubí las deficiencias de una urbanización con propietarios particulares. Los vecinos defienden que ellos pagan los impuestos que se les exigen y, por lo tanto, tienen los mismos derechos que los demás habitantes de la localidad.  Y, entre queja y queja, tienen que ahorrar para esa octava cuota que les llegará. Seguro que les llegará.

¿Quién se hizo rico con esta chapuza? ¿Qué autoridades la consintieron? Eso hoy no se sabe. Sólo se conoce con exactitud a sus víctimas.

Imágenes facilitadas por los propios vecinos.

Barcelona es menos verde

Por: | 14 de marzo de 2012

Jardin ganduxer_001
Para la derecha que gobierna Cataluña y Barcelona, la defensa del medio ambiente no pasa de ser un obstáculo para el desarrollo. Las empresas irían mejor sin tantas zarandajas como pretende el movimiento verde. Basta con oír a los consejeros y concejales para comprobar este aserto y, lo que es peor, basta con ver sus actuaciones. La última, a la que se refiere la lectora I. L. C., en los jardines de Roig i Raventós, en la confluencia de las calles Ganduxer i Dalmases, en Barcelona. Lo de seguir llamándoles jardines es una forma de hablar, porque lo que allí hay es un espacio yermo, cubierto de máquinas y ruido.

Había hasta hace poco más de un mes unos jardincillos muy aprovechados por los vecinos de la zona. En verano, daban sombra casi un centenar de árboles. La mayoría han desaparecido casi con nocturnidad y alevosía. El ayuntamiento notificó al vecindario la actuación en los jardines, con el objetivo de construir un aparcamiento privado, pero lo hizo cuatro o cinco días antes de iniciar las obras. A los vecinos sólo les quedó la posibilidad de fotografiarlas e inventariar lo que iba despareciendo.

Un portavoz municipal explica que se han retirado 57 árboles, de los que 44 serán trasplantados tras haber sido trasladados a un vivero. Otros 13 se perderán (10 pinos y 3 chopos) porque su estado no permitía replantarlos. 29 más no han sido afectados. El aparcamiento privado (el actual gobierno municipal tiene cierta alergia a lo público) tendrá 257 plazas para coches, 88 para motos y 16 para bicicletas.

La versión de los vecinos no tiene nada que ver con la oficial. Lo primero que critican no es ya la tala de árboles, sino la decisión misma de autorizar allí un aparcamiento privado sin consulta pública. Nada objetan a la empresa que, en una economía de mercado, busca la línea más corta hacia el beneficio, sino a la administración municipal que ha autorizado un aparcamiento donde, aseguran, no es imprescindible porque al lado hay otro de rotación con plazas constantemente disponibles, como pudo comprobar este diario.

Pero, además, los vecinos no creen en absoluto que se vayan a replantar los árboles como dice el ayuntamiento. ¿A qué se deberá la creciente desconfianza de la ciudadanía hacia la palabra de los dirigentes políticos? Los motivos de su falta de fe los explica I. L. con claridad. "De los árboles arrancados, sólo "unas 20 tipuanas fueron removidas con su pan de tierra, se supone que para ser replantadas. Estuvieron 10 o 12 días tiradas en el suelo, unas encima de otras, sin regarles las raíces (con la sequedad actual), sólo para hacernos creer que las replantarían, pero es obvio que han ido a la trituradora, para pedacitos de madera que luego colocan en vez de parterres, es más cómodo para Parcs i jardins y sobre todo mucho más antihigiénico".

Los vecinos creen que esto no acaba así. Y, en efecto, el ayuntamiento reconoce que, por el momento y durante ocho meses, las obras afectan a la mitad del terreno, pero que durante cuatro meses más afectarán a todo el parque. El vecindario exige la reparación de lo que había (incluida una fuente), así como los 10 pinos arrancados, dos olivos, seis abedules, acacias y cipreses con más de 45 años de edad, difíclles de reponer sin más. Habrá que ver qué ocurre y si el actual equipo de gobierno se acuerda de que en su campaña hablaba de la ciudad de las personas y no la de los coches. Por más que, como añade el portavoz, la actuación no tenga coste para el municipio. Para el vecindario sí lo tiene.

Imagen tomada por Tejederas.

Sants: el otro monte del Calvario

Por: | 07 de marzo de 2012

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Esta vez, esta sección tiene un formato diferente: predominarán las fotografías. No es que una imagen valga más que mil palabras, es que es la acumulación de imágenes la que permite apreciar lo que Quim Monzó ha denominado "la magnitud de la tragedia", de ahí que se ofrezcan diferentes instantáneas sobre el entorno de la estación de Sants: degradado. Se trata de una desgracia que castiga a los vecinos, que llevan más de siete años con obras a la puerta de casa y que no saben hasta cuándo estarán así, y a los 40 millones de usuarios anuales de las líneas de metro y trenes de cercanías, regionales y larga distancia. El Ayuntamiento dice que vigila y que hace algunos arreglos, atendiendo a las circunstancias de provisionalidad de la zona. ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) propietario de la estación y responsable de las obras (pero no de todo el desaguisado), sostiene que, cuando descubre algún desperfecto, se procede a repararlo. Juzgue el lector sobre la situación por la que se han quejado diferentes vecinos.

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Baldosas levantadas y desaparecidas en la zona de uso peatonal situada en la plaza dels Països Catalans.

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La estructura que aparece en la imagen no pertenece al diseño original. Ha sido reconstruida por los skaters con materiales de otras piezas del mobiliario destruido en la zona.

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El hundimiento de la calzada en la confluencia de Roma con Numancia es constante. En otros lugares ha sido parcheado, pero en este punto, se ha procedido, pura y simplemente, al vallado, a la espera de mejores tiempos. La zona coincide con el final del paso provisional para peatones.

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Paso provisional para peatones en la avenida de Roma, donde se efectúan obras para el túnel del tren de alta velcidad.

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Estado de abandono del muro que separa la estación de autobuses de la rampa para vehículos que da acceso a los subterráneos de la estación.

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Uno de los mueretes de proyección en la zona de Països Catalans. En esta situación hay bastantes otros puntos en la misma plaza.

Hay veces en las que las quejas de los lectores se centran en un único punto, lo suficiente importante como para provocar la incomodidad. Otras, como en esta ocasión, la queja es global. Cada uno de los desperfectos, en sí mismo, es un asunto menor. Es la acumulación lo que hace que la gente exprese su descontento.

Con todo, quede ahí la respuesta de las administraciones responables: las cosas se arreglan. Por cierto, el concejal responsable de la situación se llama Jordi Martí y es de Convergència.

Imágenes tomadas por Marcel.lí Sàenz.