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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
Los lectores pueden dirigir sus quejas a @elpais.es

Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

Aceras para las motos

Por: | 30 de mayo de 2012

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En Barcelona, los enemigos del hombre que camina son tres: el coche, la moto y el perro. Tres entes que tienen derechos que nunca tendrá una persona. El coche puede dormir en la calle; el hombre, no. La moto puede ocupar el espacio de la gente; la gente no puede ocupar el espacio de la moto. El perro tiene toda la ciudad a disposición de su bajo vientre, algo que no se consiente ni a los niños. Cabría precisar, en realidad, que el enemigo de verdad son los propietarios, aunque no todos, sólo algunos de los dueños de coche, moto o perro sin respeto hacia los demás. Lo cierto es que el gobierno de la ciudad, cuyo alcalde es Xavier Trias, concede a estos tres entres derechos que no reconoce a la ciudadanía. Y eso que su lema de campaña hablaba de la ciudad de las personas. Viene esto a cuento de la queja del lector S. T. sobre la situación que se puede ver en la calle de Conde de Salvatierra y en la Via Augusta, en su confluencia con esa misma calle. En este tramo, la Via Augusta podría ser un agradable paseo con una rambla central y algunos bancos de madera de los de antes, que invitaban a sentarse. Podría, pero no lo es. Hasta la Travessera de Gràcia, lo que podría ser un paseo es un puro espacio invadido por motos aparcadas de cualquier manera menos como mandan las ordenanzas y ocupando incluso los accesos a los bancos, claro está, abandonados. Por supuesto, los conductores de esas motos llegan hasta su aparcamiento circulando impunemente por el espacio supuestamente destinado a los peatones.

“Yo no voy en moto”, dice S. T., “pero tengo amigos que sí lo hacen y me llama la atención que, cuando les comento lo que ocurre, me replican con argumentos peregrinos. Muchos me dicen que las motos son una gran ventaja para Barcelona porque de lo contrario habría atascos continuos. Otros lamentan que su moto es muy grande y pesada y no pueden llevarla de la mano por la acera”. Y añade: “Lo cierto es que las motos serían la misma ventaja y aún mayor si no invadieran las aceras, pero cuando hacen eso, se convierten en un grave inconveniente para los peatones, a veces, incluso con malos modos por parte de conductores, ocultos tras el casco que les da la impunidad”. A lo segundo señala que responde siempre lo mismo: “¿Por qué te compraste una moto tan grande? ¿Quién te obligó?”. Por supuesto, sigue diciendo S. T., “no me entienden y acaban por acusarme de estar contra las motos, pero yo sólo estoy contra el mal uso de la moto, que no es lo mismo”.

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La invasión del tramo citado de Via Augusta es absoluta, pero no es menos llamativa la situación de las dos aceras de la calle de Conde de Salvatierra. Las aceras son de las motos por completo y los peatones lo tienen crudo para circular.

El Ayuntamiento de Barcelona comenta que no hay quejas al respecto. Una respuesta frecuente. Los ciudadanos no se dirigen al consistorio para afearle la dejadez en la defensa de los derechos del barcelonés. Trasladado el comentario a S. T., contesta: “No confío en el equipo de gobierno. Que quede claro, tampoco confiaba en el anterior, con el que ya se daba esta situación. Creo que si adoptaran medidas al respecto provocarían una respuesta airada de los votantes y no están dispuestos a asumir las consecuencias de hacer cumplir las normas y permitir que la gente pasee por las aceras. La solución sería que los peatones invadiéramos la calzada, el problema es que regiría la ley del más fuerte y las máquinas lo son más que las personas”. Y añade una reflexión que dice que hace días que le ronda por la cabeza: “Hay recortes en sanidad, en educación, graves problemas de vivienda y un transporte público más que criticable, pero la protesta que más eco tiene es la de los peajes, que sólo afectan a los conductores. No es de esperar una medida contra los abusos de la moto o del coche. Sólo nos queda quejarnos”.

Viene a ser la voz que clama en el desierto. Pero se trata de un desierto de asfalto ocupado por motores que hacen ruido, apestan a gasolina y, a veces, matan. Bueno, como dice S. T., no es algo que hagan motos o coches, sólo quienes los utilizan mal.

 

La urgencia según Xavier Trias

Por: | 23 de mayo de 2012

Viernes 27 de abril. A. I, un lector de cincuenta y pocos años recibe una llamada: su madre, R. Z., de 84, ha sufrido un mareo mientras estaba comprando verduras y se ha caído. Abandona el trabajo y acude a verla. Es la tercera vez que ocurre y en las otras dos fue con ella a urgencias. En la última, tres días antes, le habían diagnosticado vértigo y recetado unas pastillas para neutralizarlo, diagnóstico que mantiene el médico que realiza la visita domiciliaria. A. I. decide que el día 2 de mayo llevará a su madre al médico de cabecera y, aprovechando que tiene fiesta por el puente del 1 de mayo cuida de ellas durante esos días, alternándose con una hermana. Como los dos trabajan y tienen crudo seguir así durante más días, A. I. había consultado con el Ayuntamiento de Barcelona la posibilidad de un apoyo para cuidar de la madre.

Punto primero: llaman al 010 para saber qué es lo que hay que hacer. A. I. debe de ser una persona concienzuda, porque toma nota del nombre del operador. Éste le facilita un número de teléfono de los servicios sociales municipales. Nueva llamada. Allí le atienden diversas personas, a cada una de las cuales cuenta el lector el caso entero para ser derivado a otra persona. Cuatro derivaciones después, consigue saber que ese servicio efectivamente existe. Para obtenerlo necesita que alguien de los servicios sociales del Ayuntamiento de Barcelona, cuyo alcalde es Xavier Trias, se entreviste con su madre y evalúe la situación. De acuerdo, no hay problema. Todo perfecto. Le dan hora para el 27 de junio. Exactamente dos meses después de la fecha de la llamada.

“Yo hubiera entendido muchas respuestas: que nuestra situación económica no nos da derecho a la prestación, que mi madre debería pagar por el servicio, que su situación no era tan grave. En fin, hay muchas respuestas comprensibles”, dice el lector, “pero nunca la que me dieron. Dos meses para evaluar la situación es absurdo. El problema se producía en ese momento no dentro de dos meses”.

El Ayuntamiento de Barcelona no puede explicar lo ocurrido. Necesita saber el nombre de la enferma “porque cada caso es particular”. Con la fecha de la llamada y el nombre de cuatro de los cinco operadores que lo atendieron no puede hacer nada. “Mi madre no quiere dar su nombre. Tiene un servicio municipal de teleasistencia y cree que si critica al ayuntamiento aún se lo van a quitar. Por más que le he insistido, no ha habido nada que hacer”. El miedo es libre y, en este caso, según cuenta A. I., su madre lo lleva en el cuerpo desde los bombardeos de la guerra incivil que terminó con la victoria de los sublevados.

En fin, así son las cosas. Se ha comentado más de una vez la evidencia de que el tiempo de las administraciones públicas no es el de los ciudadanos. Se mire por donde se mire, cuesta aceptar que la palabra urgencia permita aplazar la decisión durante dos meses. Seguramente el servicio está colapsado y las necesidades son muchas, de modo que no hay suficiente para atender a todos los casos, sobre todo si hay que financiar carreras de coches en Montmeló. Pero es mejor no emplear el dinero tontamente en hacer evaluaciones urgentes dos meses después de la petición.

Posdata: el 2 de mayo, el médico de cabecera detectó un problema cardiaco. La mujer fue operada el 4 de mayo y se le instaló un marcapasos. Está en su casa y no espera que acuda nadie a evaluar su situación.

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Recordatorio: Hace unas semanas se daba noticia de la existencia de una fuga de agua en la Gran Via, en l'Hospitalet. El Departamento de Territorio, cuyo titular es Lluís Recoder, informa que ya se ha detectado la causa: un problema en la caja de contención del agua del freático. Este mes de mayo se inician las obras para solventar el problema. Serán unas obras largas, explica el portavoz del Departamento, porque se pretende afectar lo menos posible al tráfico que soporta la vía. Menos da una piedra. En cualquier caso, es un problema menos urgente que el del lector no atendido por los servicios sociales barceloneses.

Imagen tomada por Marcel.lí Sàenz.

Los peatones son un estorbo

Por: | 09 de mayo de 2012

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La bicicleta es un estupendo medio de transporte y los ciclistas, en general, buena gente que se juega el tipo porque son muchos los vehículos a motor que no respetan el espacio reservado por el Ayuntamiento de Barcelona para la circulación de las bicis. En total, la ciudad dispone de 180 kilómetros de carriles segregados. Muchos de ellos pintados en la etapa en que el responsable de la situación era Jordi Portabella. Responsable de los aciertos (pocos) y de los (muchos) fallos. El principal, poner carriles para bicicletas en las aceras, provocando enfrentamientos innecesarios entre los dos modos más tranquilos de desplazamiento.

Hay casos que claman al cielo y, como en el Tenorio, éste no escucha. Por ejemplo, la Diagonal. En el tramo central, el carril bici machaca los movimientos de los peatones, porque está pegadito a las paradas de autobús a las que éstos, de vez en cuando, se dirigen. La imagen que acompaña a este texto fue tomada en la parada situada en la Diagonal junto a la calle de Balmes, lado montaña. La coincidencia de un kiosco, que ya estaba allí y los muchachos de Portabella no tuvieron en cuenta, deja a los peatones literalmente sin zona de paso. “Me gusta ir a la parada del autobús porque es como practicar deporte de riesgo”, explica la lectora T. C.

No es el único sitio. El paseo que hay frente al Hospital del Mar, muy concurrido por turistas, bañistas y familiares de enfermos, tiene los carriles tocando a la calzada, de modo que para andar (algunos ciudadanos lo hacen con frecuencia) del paso de peatones hasta la parada de autobús, hay que ir sorteando ciclistas (en zona reservada para ellos) o por el interior (donde, por cierto, también pasan ciclistas con total impunidad).

“El Ayuntamiento es consciente del conflicto que supone el carril bici de la Diagonal compartiendo espacio con los peatones, marquesinas de autobús, kioscos y motos en muchos lugares de la avenida”, explica un portavoz del consistorio. Añade que se está trabajando para mejorar la situación. De las motos que cita el portavoz se hablará otro día, vistas las abundantes quejas sobre la permisividad (algo muy distinto a la tolerancia) que el gobierno de la ciudad tiene con ellas. Quede sólo constancia de lo mucho que se coloca en el espacio de los peatones que, claro está, no están autorizados a invadir el espacio de las máquinas, sobre todo porque resulta una amenaza para ellos y no a la inversa.

El equipo de Xavier Trias busca, explica el portavoz, una solución global para el desaguisado heredado de la etapa Portabella (también conocido como el dietista por las muchas dietas que cobra). Como primera providencia, ya no se pintan carriles para bicicletas en las aceras, todos los nuevos están en la calzada. No es que sirva de mucho, porque esos espacios son utilizados, con frecuencia, para que paren furgonetas, taxistas o simples particulares sin respeto por el ciclista. “Sólo es un momento”, dicen éstos últimos, conscientes de que sus momentos son mucho más importantes que los momentos que pierden los demás. El resultado es que en calles como Consell de Cent o Diputació, donde hay carriles para ciclistas, éstos acaban circulando por la acera por pura voluntad de supervivencia, en detrimento, una vez más, de los peatones. ¿Alguien piensa poner orden? El consistorio no parece. Los concejales están casi todos ocupados en la disputa por la sucesión de Trias a la que optan, además de algunos de los ediles, un peso pesado, pesadísimo, de Unió y un consejero adosado. ¡Lo que hace vivir sin oposición!

 

Ir a misa en coche

Por: | 04 de mayo de 2012

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Un buen día, la Iglesia católica descubrió que podía ocupar la calle. Sobre todo, en Madrid. Y allí se fueron los católicos detrás de unos individuos que, en general, visten con ropas caras, encajes y puntillas y bordados y que se llaman “obispos”. Todo sea en nombre de la pobreza evangélica. Visto lo visto, otros católicos han decidido ocupar la calle y lo que haga falta. Es lo que ocurre en el entorno de la iglesia barcelonesa de Sant Ot (antes, San Odón). Se halla situada en el residencial y nada módico barrio de Pedralbes, de modo que acudir a la misa del domingo en ella es, para unos, un acto de fe, en cumplimiento de los mandamientos de esa misma iglesia, y para otros un acto social relevante. Uno diría que la gente va a la iglesia más cercana, pero no debe de ser así en el caso que se cita y a tenor de la queja (cuya veracidad ha sido comprobada) de M. B. “Son gente que va a misa en coche y que, para colmo, aparca donde le parece: encima de las aceras y hasta en el parque de Santa Amèlia”.

Gente piadosa en las prácticas litúrgicas, según se ve, pero poco amante de la virtud de la caridad, salvo que entiendan que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. De modo que va al templo en coche, lucen el modelo y el modelito que puedan vestir él o ella en tan fausta ocasión, y joroban un poco a los descreídos que optan por el solaz en el parque cercano, en vez de aguantar el sermón del cura, como debería ser en un buen valle de lágrimas.

Lo malo no es que haya católicos poco escrupulosos que no tengan amor al prójimo, lo malo de verdad es la permisividad de las autoridades municipales que permiten un domingo sí y otro también (más las fiestas de guardar) tan incívico comportamiento. Que tampoco es exclusivo de los católicos de misa de domingo. La misma incívica práctica se repite los días en los que hay partido del Barça, sobre todo desde que no pueden aparcar impunemente en la Diagonal. Antes, muchos de quienes acudían en coche al partido aparcaban en esta avenida, pero el consistorio decidió declarar zona verde la parte más cercana al mar, es decir, por donde pasa el tranvía. En serio, dado que hay hierba, tiene esa consideración. Incluso cuando se seca y amarillea: zona verde.

Claro que, de hacer caso al Ayuntamiento de Barcelona, no es cierto que haya permisividad no con las misas con la congregación de fieles en torno al balón. “La zona queda lejos del campo del Barça”, explica el portavoz que, prudentemente, no descarta que  M. B. no esté mintiendo y que sea verdad que el aparcamiento consentido se desplace hacia esa parte de la ciudad. Eso sí, consultados los archivos, no consta que haya quejas ciudadanas, salvo una presentada en el “apartado de ruegos y preguntas en el último consejo de barrio de Sarrià”. O sea que sí que hay. El concejal del distrito es Joan Puigdollers, buena persona, con excelente voluntad, pero ninguneada por su propio partido (CDC).

Claro que también cabe, como sugería la pasada semana E. G., respecto a las dificultades de movimiento de personas con movilidad reducida en la Boquería, que las autoridades municipales actuasen “de oficio”, es decir, haciendo sólo el trabajo por el que cobran regularmente (aunque unos más y otros bastante menos).

Imagen cedida por los propios vecinos.

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