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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
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Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

La ciudad contra las personas

Por: | 27 de septiembre de 2012

Mapa
La formación que gobierna en Barcelona ganó las elecciones con el lema “la ciudad de las personas”. Se suponía que iba a promover que las personas recuperasen el espacio publico que el anterior equipo de gobierno había permitido que les fuera arrebatado por las máquinas. Por ejemplo, las aceras, invadidas por bicicletas, motos y no pocos coches. No ha sido así y lo que es más curioso, un poco a lo Mariano Rajoy, están empezando ya a decir que no piensan llevarlo a cabo su programa y que hay que repartir. Se trata de repartir exclusivamente el espacio del peatón, porque el de las máquinas no se contempla que sea puesto a disposición de quienes caminan.
M. M. F. comenta estas cuestiones, nada baladíes, al hilo de lo que sufre un día sí y otro también cuando pretende atravesar el cruce que forman las calles Berlín-París, Entença, Josep Tarradellas  y Marqués de Sentmenat. El tramo a recorrer es, siempre, el más largo posible. Es decir, los técnicos de la movilidad municipal han dado prioridad a las máquinas frente al peatón, en contra de lo que defienden las normas de accesibilidad. Esto, que ya es duro para un peatón sin problemas, resulta un suplicio notable para alguien que vaya en silla de ruedas o tenga otro tipo de problemas de movilidad.
Véase lo que ocurre a quien se encuentre en la acera del lado montaña de la calle París y quiera ir a esa misma acera pero al otro lado del cruce, donde ya ha dejado de llamarse París para ser denominada Berlín.  Desde luego, no puede ir en línea recta. Tiene que cruzar Tarradellas desplazándose unos 30 metros para sortear un parterre decorativo pero nada utilizable por las personas. Una vez al otro lado de Tarradellas no se encuentra a la altura de la esquina que le permitirá cruzar Entença, sino bastante más arriba. Debe, pues, caminar unos 15 metros para poder cruzar esta última calle. Por cierto, el paso de peatones no siempre es respetado por los vehículos que giran desde Berlín, pero esa falta de respeto es tan universal que casi es ocioso citarla. Bien, el peatón en cuestión ha salvado Entença. Pero no ha llegado a Berlín. Ni lo hará tampoco de forma directa. Tiene que recorrer otro tramo hasta encontrar un paso que le permita cruzar Marqués de Sentmenat. ¿Hay espacio para un paso de peatones directo? Sí, pero los muchachos del Ayuntamiento creen que es mejor que las personas hagan ejercicio.
El recorrido por la zona de mar está diseñado del mismo modo: el peatón se desplaza en beneficio de los coches. Más que la ciudad de las personas, esto parece una ciudad diseñada contra las personas. Sostiene M. M. F. que seguirá pasando así mientras no se reforme la ley electoral de forma que si uno vota un programa de gobierno y le dan otro pueda hacer como en algunas tiendas: reclamar que le devuelvan su voto porque le han vendido un producto defectuoso. Es lo mismo que gritan estos días en Madrid miles de ciudadanos que cuestionan la representatividad del sistema electoral y piden mayor capacidad participativa. Pero este es un asunto en el que esta sección no debe entrar. Recogido el comentario, cabe pasar a la versión del consistorio.
En este cruce coinciden muchas calles y con mucho tráfico. Bien, hasta ahí no es una explicación, es una descripción de hechos. Esto provoca que haya una superficie amplia “no accesible a los peatones”. Es verdad, pero no una verdad inevitable. Como en los recortes, se puede optar por dibujar los pasos de peatones por una parte (y darles prioridad en detrimento del coche) o por hacer lo contrario. Se ha optado por el coche. La nota enviada por el consistorio señala que si el peatón cruzara directamente tendría un recorrido muy largo. Es otra verdad, pero conviene matizarla: la longitud a recorrer sería menos de la mitad de la que recorre ahora.
Conclusión: no se va a cambiar nada porque todo está bien y ésta es la mejor de todas las ciudades posibles. Amén.
Imagen aérea de la zona tomada de googlemaps.


Tarjetas de transporte defectuosas y fe política

Por: | 21 de septiembre de 2012

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G. G. compró varias tarjetas T-10 para desplazarse en el transporte público de Barcelona a un precio inferior al de los billetes de un solo trayecto. Una de esas tarjetas corresponde al lote TS6 y tiene el número 33502872. En el anverso establece que le da derecho a 10 viajes con el transbordo correspondiente, siempre que lo haga en un plazo máximo de 1 hora y 15 minutos. En el reverso hay diversas marcas que indican los viajes que le quedan por hacer. Esas marcas las hacen las máquinas validadoras de los diversos medios de transporte: trenes, metros, autobuses y tranvías. A simple vista parece claro que le queda un viaje. Pues no, cada vez que intenta utilizarla, la máquina le dice que está agotada. Cuando se ha quejado a los empleados del transporte le han dicho lo mismo, que diga lo que diga la tarjeta, está agotada. “Y yo, ¿cómo lo sé?” Pregunta.
Este diario tomó la tarjeta que le dio la lectora y decidió utilizarla en el metro y el autobús. En ambos casos ocurrió lo mismo: la máquina la repelía señalando que estaba agotada, contra la letra impresa en el cartoncillo. Los empleados de autobús y metro se remitieron a la máquina.
En el caso del metro, una empleada explicó que lo que verdaderamente vale es lo que indica la banda magnética situada también en el reverso porque eso es lo que lee la máquina. El usuario no puede leerlo, pero es así. Lo que posiblemente ha ocurrido es que la máquina en la que efectuó la última validación estaba sin tinta, con lo que no se imprimió el décimo viaje y la inscripción de que el título estaba agotado.
G. G. sigue preguntándose cómo sabe si ésa es la verdad y si hay que confiar ciegamente en las bandas magnéticas indescifrables para el ojo humano, por encima de las letras que sí pueden ser entendidas. Este diario trasladó la pregunta a la Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM): “En principio, lo que vale es lo que está grabado en la banda magnética. Cada día se validan millones de títulos y es normal que, en algún caso, la máquina se quede sin tinta, aunque deben ser revisadas diariamente, pero es muy infrecuente y son pocas las quejas que se dan por este motivo”. Las cosas mejorarán, afirmó el portavoz oficial de la ATM cuando entre en funcionamiento el sistema de pago sin contacto. Una nueva tarjeta cuya lectura se hará a distancia y que ya ha sido probada con éxito en otras ciudades. ¿Cuándo será eso? En un plazo de dos a tres años. Mientras, los empleados del transporte seguirán utilizando como criterio lo que diga la máquina al leer la banda magnética, ponga lo que ponga en la tarjeta. Si la banda dice que quedan viajes, se anula la defectuosa y se proporciona al usuario una nueva, válida por el número de trayectos pendientes. Si la banda indica que está agotada, se da por agotada y el usuario no tiene más derechos.
Todo está bastante claro, dentro de lo que cabe, pero vale la pena reproducir la conversación mantenida con la empleada del metro que, naturalmente, prefiere mantenerse en el anonimato:
-    ¿Cómo puedo yo saber que no es la banda magnética la que está defectuosa?
-    No puede. Es como con los políticos, mirándoles a la cara no hay manera de saber si son corruptos, aunque lo sean.
-    No todos lo son.
-    No, pero muchos sí.
-    Volviendo a la tarjeta…
-    Yo no se lo he dicho, pero si coge algo  y raya la banda magnética, la máquina no podrá leerla, de modo que tendré que entregarle una nueva tarjeta con el viaje que le falta.
Transmitida la información a la lectora G. G., ésta ha preferido guardarla como recuerdo de la fe en las bandas magnéticas y de la falta de fe en los representantes institucionales.

Imagen tomada por Edu Bayer.


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