Barcelona tiene pocos espacios públicos ajardinados para uso público. Y los escasos que tiene no siempre están en perfecto estado de policía. Después de todo, son para la gente y ésta se queja más bien poco, para los motivos que le dan. Uno de esos espacios son los jardines de la antigua Maternitat, junto al campo de fútbol del Barcelona. Son casi ocho hectáreas de vegetación, dependientes de la Diputación barcelonesa (esa institución que CiU quería liquidar hasta que accedió a su gobierno) y abiertas al público gracias a un convenio firmado con el consistorio. Los fines de semana, especialmente, se llenan de gente que acude a disfrutar del verde, el sol y la sombra, según los casos.
Hay bancos bajo una notable variedad de árboles: magnolios, pinos, palmeras, olivos, castaños, cipreses, sauces y chopos, entre otras especies. Y luz y cielo abierto, lo que no es poco en una de las ciudades más densas del planeta, gracias a una historia política que ha favorecido la especulación salvaje en nombre de la ciudad densa.
Pues bien, tan notable espacio, explica la lectora C. L., quien acude allí de vez en cuando con sus hijas, está sembrado de prohibiciones. Se prohíbe casi todo y un poco más. Por ejemplo: en casi todos los parterres hay unos preciosos letreros que indican que los perros no pueden pisar la hierba. Hasta cierto punto se podría entender, no en vano en muchos jardines hay espacios reservados para estos animales, de modo que sus heces no vayan a parar a las manos de un niño que esté allí jugueteando. Pero el caso es que no sólo se prohíbe que los perros pisen el césped. También está prohibido a las personas. Bueno, C. L. Se muestra dispuesta a ser comprensiva: si el agua escasea, bien está que se proteja la hierba de pisadas, de modo que sobreviva el mayor tiempo posible. Jueguen pues los niños en las zonas habilitadas y dejen la hierba para los pájaros y la vista de los paseantes.
Pero las prohibiciones no acaban ahí. Pese a ser un espacio amplio y abierto a todos los vientos que quieran soplar, está prohibido fumar. C. L. Dice no ser fumadora aunque asegura que no entiende esa prohibición en un jardín al aire libre. Entendería, señala, que se prohibiera arrojar las colillas al suelo, pero el humo se lo lleva el viento y, en el peor de los casos, basta con no ponerse cerca de una persona fumadora.
Una de las posibles explicaciones para tanta prohibición quizás sea que la Diputación de Barcelona está ahora codirigida por CiU (que dice ser liberal, pero se le ve el plumero) y por el PP (partido prohibicionista donde los haya).
Pero lo más llamativo no son las prohibiciones, lógicas o absurdas. Sino que luego no se aplique ninguna de ellas. Este diario ha podido comprobar que en los jardines de la Maternitat se fuma, por supuesto; las personas pisan la hierba e incluso organizan partidillos de pelota bastante colectivos, y los perros campan por donde quieren cuando les dejan muchos de sus dueños.
¿Para qué se prohíben las cosas si no se piensa hacer cumplir las prohibiciones? El PP tuvo un ministro, Francisco Álvarez Cascos, hoy escindido de su lugar natural, de quien se decía que se contentaba con anunciar inversiones. Una vez conseguido el titular en la televisión pública dependiente (la de Urdaci) ya no era necesario hacer nada más. En la Diputación de Barcelona deben de pensar lo mismo: se toman decisiones, se prohíbe todo (incluso lo innecesario) y se aplica el consentimiento universal (que no tiene nada que ver con la tolerancia).
La Diputación, explica un portavoz, tiene contratado un servicio de vigilancia que realiza “rondas periódicas” y advierte a los ciudadanos que no cumplen las normas. Cuando la situación se considera grave “se avisa a la Guardia Urbana”, que es la que tiene autoridad para sancionar. Vale, pero en las tres veces que este diario ha visitado el recinto, en ninguna había vigilancia ni nada parecido. La periodicidad de las rondas debe de ser alta. Muy alta. Quizás el día del cobro del servicio. En el caso de la prohibición de fumar en espacio abierto, cuyas razones el portavoz no aporta, los vigilantes “avisan” y llaman a los Mossos d’Esquadra que, a lo que parece, no tienen tareas más importantes que realizar. La Diputación “lamenta” que haya personal incívico y pocos recursos para combatir el incivismo. Pero no hay que preocuparse. Está previsto “un taller de civismo con educadores caninos” y “una campaña de sensibilización que incluye la distribución de bolsas para la recogida de excrementos”. Para eso sí que hay recursos. ¡Apasionante criterio de prioridades! No es de extrañar que CiU y PP se hayan puesto de acuerdo para gobernarla y perpetuarla.
Imágenes tomadas por Daniel Llobet.