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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
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Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

Catolicismo invasivo

Por: | 11 de diciembre de 2012

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El catolicismo tiene voluntad absoluta. De verdad absoluta, de religión única (cuando puede) y de imposición en lo público y lo privado. Caliente aún su presión sobre el ministro de Educación, José Ignacio Wert, a la que éste se ha prestado sin disgusto alguno; vigente aún el Concordato que permite a los sacerdotes cobrar sueldos y no pagar impuestos; las instituciones se aplican en recordarnos a todos que estas fechas son importantes para los creyentes en los dogmas católicos adornando las calles con motivos navideños.

La Navidad es, en la liturgia católica, la celebración del nacimiento de un niño hijo, a la vez, de una virgen y de Dios, aunque en realidad se trate de la celebración cristianizada de una festividad pagana para el solsticio de invierno. En cualquier caso, hoy el consumo generalizado rememora el hecho religioso. Nada que decir a que cada cual crea y celebre lo que le venga en gana. Los problemas empiezan cuando la Iglesia católica se empecina en invadir dominios públicos y privados de otros. Por ejemplo, los balcones de las casas de la gente o las paredes de las fachadas. Sin permiso, al menos de los propietarios. Tiene, eso sí, permiso municipal para actuar en algo que no es del municipio. ¡Bingo!

Hace tres años, en diciembre de 2009, el peso de los adornos navideños arrancó de cuajo un balcón situado en la confluencia de las calles de Aribau y Diputació, en Barcelona. No hubo víctimas, pero podía haber habido varias. Como sí hubo una víctima mortal en el accidente sufrido hace unas semanas en la localidad sevillana de Dos Hermanas, donde un balcón se vino abajo y con él una persona que no sobrevivió a la caída.

Ya en 2009 este diario preguntó al consistorio (con un gobierno diferente al actual) si se pedía permiso a los propietarios de las viviendas para colgar de allí lo que fuera. La respuesta fue que no y que no era para tanto. Al año siguiente, un vecino de Sants se levantó por la mañana y vio que de su balcón colgaba un ornamento navideño. Molesto, llamó al Ayuntamiento de Barcelona. Le costó varias llamadas (una de ellas a este diario) y una semana de espera, pero le quitaron el chisme, “La primera respuesta que me dieron”, recuerda M. A. I., “fue que tenían permiso del presidente de la comunidad. Pero se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo, porque ese año el presidente era yo”.

Tras la caída del balcón en Dos Hermanas y antes de que se precipitaran algunos adornos en la misma Barcelona, M. A. I. llamó para saber si el consistorio pedía ya permiso para usar los edificios de otras personas. La respuesta es la siguiente: “Hasta ahora no había un sistema de aviso previo. Como es temporal y vinculado a la Navidad, es un asunto que genera aceptación general. Si algún ciudadano se quejaba a la empresa instaladora o al Ayuntamiento, se daba la instrucción para retirar el anclaje y reubicarlo. Actualmente, el Gobierno municipal ya ha dado los primeros pasos para mejorar la situación y este año se dispone de asistencia técnica para racionalizar los anclajes, reduciendo el impacto en balcones, fachadas y elementos del espacio público. Esa misma empresa está desarrollando un proyecto para definir un anclaje estándar para toda la ciudad y que quede prefijado en las fachadas o elementos del espacio público de modo permanente, previa autorización de los propietarios. Y está previsto que a lo largo del primer semestre de 2013 se desarrolle el sistema y se instale a partir del verano, para tratar de llegar a la Navidad de 2013 con todos los anclajes dispuestos”.

Resumiendo: no se pide permiso y, además, resulta que hasta ahora ni siquiera había asesoramiento técnico. ¡Apasionante respeto por los derechos de los ciudadanos! ¡A saber qué diría el consistorio si un barcelonés le dijera que este año está desarrollando un sistema para pagarle los impuestos el año que viene. Eso sí, mañana se arreglarán las cosas. Como si no se supiera perfectamente que mañana será otra día o, dicho en palabras del clásico, ¡cuán largo me lo fiáis!

Imagen tomada por Carles Ribas.

A protestar, a protestar, hasta enterrarlos en el mar

Por: | 03 de diciembre de 2012

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El título de este artículo es una paráfrasis de un poema de Rafael Alberti. Él escribió “galopar” donde aquí figura “protestar” y se refería a los sublevados de 1936 frente al Gobierno legal y legítimo de la República. Pero la expresión revisada sirve para explicar qué se debe hacer cuando se recibe un trato inadecuado en una ventanilla pública, que es de lo que aquí se trata: protestar y protestar, hasta conseguir un trato idóneo. No se trata de una sugerencia de este diario, se recoge simplemente la información recibida del servicio de comunicación del Departamento de Salud de la Generalitat catalana. Si la respuesta del funcionario no es la adecuada, hay que protestar.

El caso al que se dio esta respuesta es el que sigue: la lectora M. D. E. P. Acudió el pasado 26 de noviembre a su médico de cabecera en un centro situado en el barrio de Les Corts, en Barcelona. Tenía una fuerte incomodidad al tragar y, como había tenido un ataque agudo de alergia meses atrás, decidió consultar antes de automedicarse. Nota: la atención del personal y del médico fue en todo momento correctísima. El diagnóstico fue una faringitis y un tapón en el oído, de modo que le recomendó que pidiera hora para acudir al otorrino que, seguramente, procedería a eliminarlo. Así lo hizo: se dirigió a la persona que daba hora y la pidió: se la dieron para el 25 de febrero. No hay que contar mucho: son tres meses exactos. Conocedora de la política de recortes que practica el Gobierno de Artur Mas desde que ganó las primeras elecciones, pensó que así son las cosas en la sanidad pública: dilaciones para convencerte de que te apuntes a un mutua privada. Más tarde empezó a cavilar y, finalmente, decidió comentar los hechos a esta sección.

Los responsables de comunicación del Departamento de Salud fueron taxativos: esta dilación está por encima de la media y no es aceptable. Luego dieron la explicación: la otorrino que debía atenderla tiene la jornada dividida entre niños y adultos, de modo que su carga de pacientes (es decir, el número de pacientes que tiene que atender) es muy alto, eso hace que se produzcan dilaciones o que éstos sean derivados a otros médicos para poder ser atendidos antes. Basta con que el paciente lo pida. Pero ¿cómo sabe eso el paciente? “No quiero apuntar hacia el empleado que la atendió y no tuvo en cuenta la dilación”, añadió el portavoz del Departamento, “pero en estos casos lo que procede es protestar, de modo que le hagan caso”.

M. D. E. P. sostiene que, en general, los empleados son muy correctos. Ese mismo día le atendieron con amabilidad y corrección tanto en la llamada telefónica que hizo como cuando llegó al ambulatorio. “Puede que estén quemados por los recortes salariales, pero yo no he tenido la sensación de que lo paguen con el paciente”. En cualquier caso, toma nota de lo inadecuado de su respuesta pasiva y se compromete a protestar cada vez que le pase algo similar.

Por cierto, coincidiendo con la investigación sobre esta queja, el Gobierno catalán hace balance de "un año de avances en sanidad", al tiempo que anuncia nuevos sacrificios. Así que, nuevo eufemismo: ahora avance significa también recorte. 

 

El País

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