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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
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Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

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No Funciona

Obras son amores

Por: | 22 de febrero de 2013

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Hay obras y obras. Por ejemplo, en el enlace entre la autovía de la C-32 con la B-20, hay obras. Se sabe porque unos letreros lo indican y la señalización, de todo tipo, también lo demuestra. Por nada más. Hace meses y meses y meses que en esa supuesta obra no trabaja nadie. Por lo menos a las horas de trabajo habitual. Quizás los trabajos se realizan de madrugada, para perjudicar poco al tráfico rodado, pero no lo parece, a juzgar por el aspecto de la calzada un día sí y otro también y al tercero, lo mismo. Se trata de una obra denominada “Prolongación  de la Autovía del Baix Llobregat. Tramo Ronda Litoral Autopista C-32”. Adjudicada nada más y nada menos que en septiembre de 2008. Es decir, cuatro años y medio atrás. Y ahí sigue, sin terminar, según indica el lector J. R. R.
No es la única obra cuyos plazos se eternizan. Ahí está la línea 9, aplazada hasta quién sabe cuándo y la plaza de Les Glòries, en Barcelona. Xavier Trias dice que no puede terminarla porque le tiene que dejar dinero a Artur Mas. Quizás para las representaciones en el exterior que tanto gustan a su socio de tripartito (ERC). La obra tiene una característica propia: afecta a dos vías, una dependiente del Ministerio de Fomento (que es quien encarga y paga –con dinero de todos– el trabajo) y otra que depende del Gobierno de la Generalitat catalana. Cuatro ojos para vigilar la evolución de la misma y tan escaso control como el que dice que tenía el PP sobre las actividades de Luis Bárcenas.
El lector señala que, desde tiempo inmemorial, pasa por allí y se encuentra lo siguiente: señales que le anuncian la reducción del carril de la derecha. La calzada señalizada de forma provisional con pintura amarilla (francamente desvaída por el paso del tiempo) como muestra de que aquello es temporal. ¿Cuánto tiempo? Eso no lo pone. Indicadores luminosos y fijos que le obligan a reducir la velocidad a 60 kilómetros por hora, a lo que se añade el anuncio de un radar conminatorio. Escasamente respetado, a juzgar por el comportamiento de la mayoría de los conductores. Lo que no hay, salvo que se escondan bajo tierra, es trabajadores. Ni uno ni dos ni ninguno. Allí no trabaja nadie. Y no ayer ni anteayer, desde hace meses.
El Departamento de Territorio, de quien depende la C-32 es taxativo: la obra es del Ministerio de Fomento, por lo tanto, a ellos, que les registren. Registrada queda la excusa. Eso sí, el lector no acaba de entender la pasividad del propietario. En su casa, dice, si tuviera una obra iniciada y nadie fuera a trabajar, se preocuparía de perseguir a la empresa encargada de realizarla. Debe de ser que el Gobierno de la Generalitat sólo considera casa propia el asunto del supuesto (en este país todo es supuesto, hasta las obras públicas) espionaje a los partidos políticos y otras gentes de vida más azarosa. El caso es que no parece haberse quejado de la dilación de los trabajos, pese a que este tipo de situaciones suponen una situación de riesgo para los conductores.
El Ministerio de Fomento conoce la situación y piensa resolverla. Un portavoz oficial señaló que la reparación definitiva de la calzada, el asfaltado y la señalización definitiva se harán en el mes de marzo, es decir, dentro de unas semanas. El motivo, señaló la misma fuente, es que este tipo de tareas no pueden hacerse en las épocas de frío. Así son las cosas.

Imagen tomada por Massimiliano Minocri. 

Adenda: en la última entrada se hablaba de los límites de l'Hospitalet y de un problema de incivismo en el tráfico. No había, entonces, respuesta municipal. Ya la ha habido. El consistorio ha analizado el problema y, aunque dice que no es fácil, está en ello. Más vale tarde que nunca.

L'Hospitalet tiene límites

Por: | 06 de febrero de 2013

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La ciudad de L’Hospitalet tiene a gala ser la segunda de Cataluña. Lo es, desde luego, en población y, desde hace un tiempo, el consistorio la publicita como una localidad con servicios: tiene instalaciones feriales, un puerto y un aeropuerto cerca (no están en su término municipal, pero el aeropuerto tampoco está en el término de Barcelona) y hoteles de todo tipo. Es una política de promoción iniciada con firmeza por el que fuera su alcalde Celestino Corbacho. De él se cuenta que, cuando Ikea decidió instalarse en la localidad sus directivos pensaron en llamar al centro “Barcelona sur”. Corbacho mantuvo una reunión con los responsables de la firma de muebles para explicarles su incomodidad por ese hecho que no beneficiaba en nada a L’Hospitalet. Visto que los empresarios seguían en sus trece, el entonces alcalde les informó: “Evidentemente, no puedo hacer nada para convencerles de que cambien de idea, pero la organización del tráfico en la ciudad depende de la alcaldía”. No hizo falta que añadiera que podía regularlo de forma que llegar a la superficie comercial fuera más difícil que para los compañeros de Ulises alcanzar Ítaca (no llegó ninguno).

Eran otros tiempos (los de Ulises y los de Corbacho). El alcalde conocía la ciudad y estaba preocupado por ella, por su futuro y su presente. Su sucesora se llama Núria Martin. Es de suponer que conoce los límites de la ciudad y que también se preocupa por ella. Es de suponer, porque los intentos de conocer cómo regula el tráfico en una parte tan concurrida como la Gran Via frente a la Ciudad de la Justicia muestran todo lo contrario.

La queja de la lectora J. J. Es la siguiente: si se accede en coche a la Gran Via (dirección Castelldefels) por la plaza de Cerdà, hay la posibilidad de alcanzar la zona deprimida y carente de semáforos por una entrada que hay frente a las instalaciones judiciales. La Gran Via, en su parte superior, tiene varios carriles y el de la izquierda es el que da acceso a la parte semisoterrada. Se halla separado del resto por una línea continua. Continua quiere decir que los coches no pueden cruzarla. A determinadas horas, el carril está lleno, de modo que, un día así y media docena también, hay vivillos que en vez de hacer cola se saltan la línea continua y se cuelan entre los vehículos que, civilizadamente, aguardan su turno para entrar. “No son ni uno ni dos, es algo constante, con el peligro de choque que eso supone”. La queja de la lectora J. J. no es respecto a los vivillos, sino sobre el hecho de que no haya nunca, nunca, nunca, un guardia que obligue a respetar las normas.

Este diario trató de recabar la opinión del ayuntamiento. ¡Sorpresa! La primera respuesta fue que esa zona no era de L’Hospitalet sino de Barcelona. Pese a que los mapas son bastante claros y por si acaso, este diario se dirigió al Ayuntamiento de Barcelona sólo para comprobar que los portavoces de L'Hospitalet no saben donde empieza o termina su ciudad. La vía objeto de diarias infracciones está en L’Hospitalet. Y por bastantes metros, aunque el equipo que supuestamente ayuda a la alcaldesa Núria Martín lo ignore. Hay que creer que ella sí lo sabe.

Una vez confirmado que el tramo de la queja es de L’Hospitalet, este diario volvió a preguntar a los portavoces de este consistorio. “Ya diremos algo”, fue la última respuesta obtenida. Antes de Navidad. Es posible que anden buscando la calle, porque la Gran Via no es una avenida especialmente ancha. Sirve como referencia la Ciudad de la Justicia, pero igual tampoco la encuentran. Mientras, los vivillos siguen cortando a los conductores respetuosos con las normas y provocando situaciones de riesgo. Salvo que todo sea un sueño y sea toda la ciudad de L’Hospitalet la que no existe, al menos desde que Celestino Corbacho dejó de ser su alcalde. Claro que esta actitud opaca podría ser también la aplicación de la voluntad de transparencia, versión L'Hospitalet.

Imagen tomada por Carles Ribas. 

 

 

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