La historia de la traducción está llena
de ejemplos extraordinarios. En lo bueno y en lo malo. Gracias a excelentes
traductores una parte importante de la humanidad ha podido conocer lo que decía
otra parte de esa misma humanidad. A veces, sin embargo, los patinazos resultan
llamativos. Así, se cuenta que cierta historia de la revolución soviética
atribuía no pocas victorias del Ejército rojo al “general Strike” (literalmente
“huelga general”). Si alguien tiene ganas puede encontrar en la red
traducciones mucho más que extraordinarias. Así, el menú que ofrecía, en
castellano, “pan, agua o vino”, convertido al inglés en “bread, waters down or it
comes”. La traducción inversa (del inglés al castellano) de un cartel, tampoco
tenía desperdicio: “Extreme caution, Watch for ice” (“Máxima precaución.
Cuidado con el hielo”) llegó a la lengua de Cervantes como “El reloj extremo
del cuidado por el hielo”.
Sin llegar a estos extremos, véase lo que explica J. C. M., lector que se define como “editor y crítico musical”. En su carta explica que, “por accidente” dio con sus ojos en la versión castellana de la página web del Auditori de Barcelona. Así lo define: “Es una de las chapuzas más impresionantes que he visto nunca. No sólo está llena de errores gramaticales y ortográficos, también de concepto y de contenido. Algo imperdonable en un equipamiento cultural que quiere proyectar la imagen de Barcelona y Cataluña” en el mundo.
Para que se entienda bien pone algunos ejemplos: “El nombre de Johannes Brahms lo transforman en Mohanes Bramas. El título La zorrita astuta lo convierten en El pequeño zorro astuto”. No acaban aquí las cosas. Al hablar de Pau Casals y Joan Alavedra se indica que se conocieron “después del franquismo”. Para quien no retenga fechas: Casals murió en octubre de 1973, más de dos años antes de que lo hiciera el dictador Francisco Franco.
Sobre la redacción de los textos cita el siguiente ejemplo: "No deja de sorprendernos todavía la riqueza de un recorrido musical histórico natural que nos trae desde las leyendas de los castillos bohemios hasta la espuma de las aguas de los riachuelos llenos de sirenas imaginarias, así como los mitos fundacionales de la patria (como la historia de la hembra Sárka, un cuento moral sobre la dominación femenina por parte de los machos)". Y añade: “Dejando aparte lo raro que suena que un riachuelo, cuyo mismo nombre indica que es pequeño, esté lleno de sirenas, el paréntesis, con sus machos y hembras, es grotesco y ridículo. Por no decir que la frase es tan larga y está tan mal construida que deja sin aliento”.
El lector se puso en contacto con el Auditori hace un par de semanas, sin éxito excesivo. Este diario lo hizo después de haber recibido la carta de J. C. M. y de haber comprobado que algunas pifias (el nombre de Brahms) habían sido corregidas, pero otras seguían impertérritas. Así la obra de Leoš Janáček seguía con el nombre cambiado y la zorrita se mantenía como un “pequeño zorro”.
El portavoz de la institución explicó que conocían el caso, que el lector tenía razón y que se habían puesto en marcha para subsanar el problema. ¿Causas del problema? La empresa que asumió la traducción de los textos no lo hizo adecuadamente. Dicho sea de paso, tampoco hubo nadie que revisara el trabajo. El Auditori (edificio que se hizo famoso, entre otras cosas, por haber sufrido una plaga de pulgas) no quiso facilitar el nombre de la empresa en cuestión, de modo que no se ha podido recabar su opinión. Lo que sí dijo su portavoz es que se ha rescindido el contrato con la misma. No obstante, el trabajo, por llamarle de algún modo, ha sido pagado íntegramente. ¿Cuánto? Por las tareas de 2013 la firma traductora percibió 144 euros. Por las de 2012, cobró 3.500 euros. Al tratarse de cantidades reducidas, no hubo concurso sino adjudicación directa.
El Auditori se compromete a eliminar todos estos errores, aseguró su portavoz, y algunos otros detectados al proceder a las revisiones. Estaría bien que, además, alguien revisara los trabajos recibidos, a poder ser, antes de pagarlos con dinero público. No es pedir mucho: es lo mismo que haría cualquiera con obras en su casa o, más sencillamente, al ir a comprar la carne. Seguro que, con dinero propio, nadie pagaría la merluza congelada a precio de gambas frescas.
Imagen tomada por Gianluca Battista.