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Historias de la Diagonal

Por: | 21 de mayo de 2013

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Hay zonas de la ciudad que tienen mala suerte. Una de ellas es la Avenida de la Diagonal. Nacida para ser una de las grandes vías de Barcelona, se podría decir de ella lo que Clarín de Vetusta: que duerme la siesta. Larga siesta de años. En el tramo central, los proyectos de reforma no acaban de cuajar, pero se repiten. El último, de la mano de Xavier Trias. El penúltimo fue uno de los clavos del ataúd político de Jordi Hereu, que quedó más que tocado tras perder el referéndum. Lo más grotesco es que Carles Martí, la persona que encabezó aquel referéndum y acabó defenestrado (es un decir) se perfila ahora como futuro candidato a la alcaldía por el PSC. Así es la vida: un buen puesto en el partido es mucho mejor que ser conocido y aceptado por la ciudadanía.

En su zona más transitada, las aceras son estrechas y los paseos están sempiternamente ocupados por motos aparcadas y carriles para bicicletas que obstaculizan el paso de los ciudadanos que bajan del autobús. Un gran triunfo de la chapuza que, en esta ocasión, tiene padre que la reivindica (porque sigue pensando que ese desastre es una maravilla): el republicano Jordi Portabella, a quien algunos compañeros de partido llaman “el bien pagao”, porque es el militante de ERC con más ingresos. Se comprende que no quiera dejar el cargo en el que lleva lustros.

Pero la queja que remite R. M. C. No es respecto a ese tramo sino sobre lo que ocurre en el trecho situado entre Francesc Macià y la Zona Universitaria. Un tramo mucho más ancho que tiene, en la acera de montaña, un amplio espacio de uso ciudadano y en la parte de mar una maravillosa zona verde a la que los ciudadanos no pueden acceder porque es de uso exclusivo del tranvía. El descubrimiento de que la zona de entrevías puede ser declarada zona verde es, sin duda, una de las grandes aportaciones de Barcelona al urbanismo universal.

Tranvía al margen, R. M. C. anota otras cosas: para empezar, las paradas del tranvía no coinciden con las de los autobuses (contra lo que aconsejaría una política de movilidad que favoreciese el intercambio de modos de transporte). Pero lo más grave, escribe, es que donde hay amplias aceras el ayuntamiento se ha dedicado a pintar espacios para aparcar las motos y, además, consiente que aparquen otras más donde no está pintado. Este hecho se produce, muy especialmente, en dos puntos: la acera de la Illa y la que va desde la calle de Gandesa a la de Joan Güell.

El consistorio dice que sí, que se ha enterado del asunto y que está pensando en arreglarlo. Bueno es saber que en el Ayuntamiento de Barcelona hay alguien que piensa. De momento, sin embargo, la cosa es un desastre a ojos vista. Una zona de amplio movimiento peatonal, por la densidad comercial que tiene, ve como mal conviven peatones y motos en la misma acera. Algunos motoristas cumplen las ordenanzas y circulan por la acera con la moto de la mano, pero son muchos más los que recorren la distancia (que muchas veces no es corta) a toda velocidad y sorteando al personal y a otras motos. Convendría que, si hay que ampliar el espacio para las motos, se amplíe de una vez, de modo que los motoristas concienzudos que cumplen las normas puedan aprovecharse de un espacio que ahora se les niega. Es cierto que esto supondrá que los peatones tendrán menos acera, pero nadie había imaginado nunca que este gobierno municipal ande pensando en los peatones. Lo de que Trias sería “el alcalde de las personas” no dejaba de ser un lema electoral y ya se sabe que las promesas electorales no hay que cumplirlas. Y no pasa nada. Ahí está el Gobierno central como muestra.

Vengan pues los recortes (en este caso de aceras) y puedan aparcar en ellas quienes quieran. Más aún, puede incluso habilitarse un tramo para carreras entre motoristas aficionados a la velocidad. Los peatones, ya que no pasear, podrán al menos disfrutar gratuitamente del espectáculo e incluso gozar del deporte de riesgo que supone cruzar la zona de acera que va de las paradas de autobús a las tiendas sorteando los vehículos de motor de equilibrio precario.

Posdatas:

Obras: El pasado febrero se publicó la queja de un lector sobre un tramo de la autovía C-32 que llevaba ocho años en obras. El portavoz del Ministerio de Fomento dijo entonces que el asunto se solucionaría en marzo. No ha sido en marzo sino a caballo de abril y mayo, pero está solucionado. Quede constancia. 

Carril guadiana: Quien quiera ver una imagen entretenida del ordenamiento ciudadano de Barcelona puede hacerlo en el tramo de Gran Via situado entre paseo de Gràcia y Pau Claris. De la boca de la línea de metro sale un carril para bicicletas que muere unos metros después ante una máquina expendedora de billetes de transporte público. El ciclista se come la bicicleta durante unos metros pero puede volver a utilizarla pasada la parada del autobús. 

Imagen tomada por Consuelo Bautista.

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Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

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