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Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
Los lectores pueden dirigir sus quejas a @elpais.es

Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

No Funciona

TMB: todo para el público, pero sin el público

Por: | 29 de mayo de 2013

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TMB
(Transports Metropolitans de Barcelona) es la empresa municipal que hace esperar a los usuarios en las paradas de autobús. El metro, salvo en determinadas horas, funciona mejor. Las quejas sobre el funcionamiento del transporte público barcelonés se amontonan, de ahí que se agrupen aquí tres. Dos proceden del mismo lector O. H., y la tercera de una lectora, P. P. Las dos primeras hacen referencia al servicio (es un decir) de autobuses. La tercera al metro. Como dice el Evangelio que los últimos serán los primeros, vaya la queja del metro en primer lugar. (Paréntesis: hay más para otros días. Hoy, con tres, parece suficiente).

En el metro, a veces, hace frío. Por supuesto, hace frío en verano, cuando la cosa del aire acondicionado no parece muy regulada y, salvo que el vagón esté lleno, es mejor pillarse un buen jersey si uno va a utilizar ese transporte. E incluso un  paraguas, porque por las junturas no es infrecuente que salga agua que cae sobre lo que esté debajo, sea hombre, mujer o asiento libre. Pero es que el aire funciona también en invierno. P. P. señala que tomó el metro a finales de abril, sobre media mañana de un sábado y que hacía un frío pelón. Como no recordaba qué día había tomado el metro, se verificó la cosa: el viaje en cuestión se realizó el 4 de mayo, sábado y ligeramente soleado, en la línea 3, unidad R-3305 (la primera que pasó). Eran las 11.00. Que el aire acondicionado echaba chorros de frialdad a los no excesivos usuarios resultaba evidente. Muy evidente. La lectora tenía razón: el metro lleva aire frío incluso cuando no hace frío en Barcelona.

La empresa explica que el metro lleva el aire frío durante todo el año, en parte para ventilar los convoyes. Los trenes nuevos tienen climatizador; los antiguos, en cambio, sólo aire acondicionado. Puede ser que los usuarios tengan la sensación de frío cuando apenas hay gente. No así cuando los vagones van llenos de personal. ¡Y pensar que hace años que se inventaron los termostatos! De todas formas, y como dice la lectora, “esta es una queja de ricos, pero incluso los ricos acostumbran a ahorrar en aire acondicionado cuando no hace falta”. No está claro que los directivos de TMB sean ricos, pero sí que el dinero que administran no es suyo y que usan poco el metro.

Las quejas del O. H. Se refieren a la situación del transporte público en el paseo Joan de Borbó y frente al hotel de la vela. En el primer caso, el puerto de Barcelona está realizando una serie de obras que afectan a las paradas de autobús, de modo que varias de ellas han sido provisionalmente desplazadas. Hay una parte del paseo donde comparten la parada las líneas 17, 36, 39, 45, 59, 64 y D20. En las marquesinas donde antes paraban (y a las que no se puede llegar debido a las vallas instaladas por las obras) hay indicadores de origen destino y recorrido. Pero en las provisionales lo único que se ha puesto es un poste con los número de las líneas, prescindiendo del resto de la información. O. H. insiste en dos cosas que, según parece, no han siquiera imaginado los directivos de TMB: primero, los barceloneses no tienen por qué saber el recorrido de todas las líneas de autobús; segundo: es una zona de alta densidad turística y es difícil que los turistas tengan la información que no es exigible a los barceloneses. Resultado: si uno se pone en la parada, salvo que sea un usuario habitual, no sabe qué línea es la que le llevará a donde sea que vaya porque la información está en un lugar vallado al que no hay acceso. Cierto que la nueva parada es provisional y no se pueden pedir maravillas (a TMB no se le pueden pedir en general, menos en estas circunstancias), pero hay paradas de poste que tienen un cilindro en el que figura el recorrido, el origen y el destino. ¿Tan difícil era poner esos cilindros con la información? Pues sí, porque por más que se explicó esto a los responsables de TMB la respuesta fue machaconamente igual: la información es suficiente, las paradas están bien señalizadas. Vale. A eso se le llama voluntad de servicio y, por seguir en tono evangélico, pensar en el prójimo.

La tercera queja (segunda del lector O. H) hace referencia a las tres paradas que hay frente al hotel de la vela (paseo de la Escullera). Allí tienen principio y final las líneas 17, 39 y 64. Dos, en el lado del hotel; la tercera, en la acera opuesta. Las tres realizan un trayecto parcialmente coincidente, de modo que algunos usuarios pueden usar cualquiera de ellas. Pero no, porque mientras se cruza la calle para ver a qué hora sale un autobús, éste puede haberse ido. Esto no ocurriría, dice el lector, si las tres líneas pararan una a continuación de la otra como ocurre en la Diagonal o en la Gran Via.

La respuesta de TMB es la siguiente: en las paradas de origen y final se necesita el espacio suficiente para dos autobuses , porque puede ocurrir que llegue uno antes de que haya partido el anterior (a eso se le llama buena planificación). Hay que añadir unos 11 metros más entre parada y parada para permitir la maniobra del segundo autobús o, en su caso, un vehículo de reparaciones. Dadas todas estas características, resulta que no hay espacio suficiente para tres líneas en la misma acera. No lo añadieron, pero podrían haberlo hecho: “Disculpen las molestias”.

Imagen tomada por Marcel.lí Sàenz.

Historias de la Diagonal

Por: | 21 de mayo de 2013

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Hay zonas de la ciudad que tienen mala suerte. Una de ellas es la Avenida de la Diagonal. Nacida para ser una de las grandes vías de Barcelona, se podría decir de ella lo que Clarín de Vetusta: que duerme la siesta. Larga siesta de años. En el tramo central, los proyectos de reforma no acaban de cuajar, pero se repiten. El último, de la mano de Xavier Trias. El penúltimo fue uno de los clavos del ataúd político de Jordi Hereu, que quedó más que tocado tras perder el referéndum. Lo más grotesco es que Carles Martí, la persona que encabezó aquel referéndum y acabó defenestrado (es un decir) se perfila ahora como futuro candidato a la alcaldía por el PSC. Así es la vida: un buen puesto en el partido es mucho mejor que ser conocido y aceptado por la ciudadanía.

En su zona más transitada, las aceras son estrechas y los paseos están sempiternamente ocupados por motos aparcadas y carriles para bicicletas que obstaculizan el paso de los ciudadanos que bajan del autobús. Un gran triunfo de la chapuza que, en esta ocasión, tiene padre que la reivindica (porque sigue pensando que ese desastre es una maravilla): el republicano Jordi Portabella, a quien algunos compañeros de partido llaman “el bien pagao”, porque es el militante de ERC con más ingresos. Se comprende que no quiera dejar el cargo en el que lleva lustros.

Pero la queja que remite R. M. C. No es respecto a ese tramo sino sobre lo que ocurre en el trecho situado entre Francesc Macià y la Zona Universitaria. Un tramo mucho más ancho que tiene, en la acera de montaña, un amplio espacio de uso ciudadano y en la parte de mar una maravillosa zona verde a la que los ciudadanos no pueden acceder porque es de uso exclusivo del tranvía. El descubrimiento de que la zona de entrevías puede ser declarada zona verde es, sin duda, una de las grandes aportaciones de Barcelona al urbanismo universal.

Tranvía al margen, R. M. C. anota otras cosas: para empezar, las paradas del tranvía no coinciden con las de los autobuses (contra lo que aconsejaría una política de movilidad que favoreciese el intercambio de modos de transporte). Pero lo más grave, escribe, es que donde hay amplias aceras el ayuntamiento se ha dedicado a pintar espacios para aparcar las motos y, además, consiente que aparquen otras más donde no está pintado. Este hecho se produce, muy especialmente, en dos puntos: la acera de la Illa y la que va desde la calle de Gandesa a la de Joan Güell.

El consistorio dice que sí, que se ha enterado del asunto y que está pensando en arreglarlo. Bueno es saber que en el Ayuntamiento de Barcelona hay alguien que piensa. De momento, sin embargo, la cosa es un desastre a ojos vista. Una zona de amplio movimiento peatonal, por la densidad comercial que tiene, ve como mal conviven peatones y motos en la misma acera. Algunos motoristas cumplen las ordenanzas y circulan por la acera con la moto de la mano, pero son muchos más los que recorren la distancia (que muchas veces no es corta) a toda velocidad y sorteando al personal y a otras motos. Convendría que, si hay que ampliar el espacio para las motos, se amplíe de una vez, de modo que los motoristas concienzudos que cumplen las normas puedan aprovecharse de un espacio que ahora se les niega. Es cierto que esto supondrá que los peatones tendrán menos acera, pero nadie había imaginado nunca que este gobierno municipal ande pensando en los peatones. Lo de que Trias sería “el alcalde de las personas” no dejaba de ser un lema electoral y ya se sabe que las promesas electorales no hay que cumplirlas. Y no pasa nada. Ahí está el Gobierno central como muestra.

Vengan pues los recortes (en este caso de aceras) y puedan aparcar en ellas quienes quieran. Más aún, puede incluso habilitarse un tramo para carreras entre motoristas aficionados a la velocidad. Los peatones, ya que no pasear, podrán al menos disfrutar gratuitamente del espectáculo e incluso gozar del deporte de riesgo que supone cruzar la zona de acera que va de las paradas de autobús a las tiendas sorteando los vehículos de motor de equilibrio precario.

Posdatas:

Obras: El pasado febrero se publicó la queja de un lector sobre un tramo de la autovía C-32 que llevaba ocho años en obras. El portavoz del Ministerio de Fomento dijo entonces que el asunto se solucionaría en marzo. No ha sido en marzo sino a caballo de abril y mayo, pero está solucionado. Quede constancia. 

Carril guadiana: Quien quiera ver una imagen entretenida del ordenamiento ciudadano de Barcelona puede hacerlo en el tramo de Gran Via situado entre paseo de Gràcia y Pau Claris. De la boca de la línea de metro sale un carril para bicicletas que muere unos metros después ante una máquina expendedora de billetes de transporte público. El ciclista se come la bicicleta durante unos metros pero puede volver a utilizarla pasada la parada del autobús. 

Imagen tomada por Consuelo Bautista.

El País

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