Hace ocho años, es decir, antes de la crisis, las calles de las
ciudades empezaron a llenarse de malos olores. Algunas personas salían a la
calle y, de pronto, sentían la llamada de la naturaleza. Unos respondían por la
brava, arrimándose a cualquier pared y desahogándose. Otros se aguantaban y,
cuando no podían más, buscaban un establecimiento público lo que les suponía un
desembolso. Todo fuera por la civilidad. Lo que resultaba difícil era atender a
la recomendación del que fuera alcalde de Barcelona, Joan Clos, que pedía a los barceloneses que salieran de casa con
las necesidades cubiertas. En otros ciudades donde la especulación salvaje no
se ha llevado por delante grandes dosis de espacio público, las autoridades,
conscientes de que las personas tienen un punto de animalidad, han instalado
servicios públicos a los que se accede de forma gratuita o por un módico
precio, muy inferior a las consumiciones mínimas de cualquier bar. En las
autopistas alemanas se ofrece una llamativa solución: el ciudadano paga y
recibe un vale que se le descuenta en el pago de lo que decida consumir. En
Barcelona el asunto se ha resuelto con criterios liberales: sálvese quien
pueda.
Hay una segunda versión del liberalismo que consiste en conceder a empresas privadas (si es posible de amigos y las empresas privadas con, con harta frecuencia, amigas de los que mandan) concesiones de servicios de primera necesidad. Ahí está, sin ir más lejos, las decisión de ADIF (el propietario de la mayoría de las estaciones de tren) de privatizar los urinarios de la estación de Atocha. Y es que éste gobierno es especialista en encontrar nichos de negocios a costa del ciudadano. Si no fuera porque la mayoría cree que no tiene criterio alguno (y tanto convencimiento en algo debe de basarse) se diría que sí tiene criterio: acabar con cualquier cosa que sea gratuita e imponer el canon (es decir, el pago) correspondiente. ¡Gratis, ni agua! Al menos, para el ciudadano común.
A veces, las circunstancias se alían con la política gubernamental. Es el caso de lo que ocurre en Vic, según señala el lector R. F. Allí, desde hace un año, permanecen cerrados los lavabos de la estación. Dicho sea de paso, la línea de Vic era una de las que tenía que haber sido desdobladas, obra de la que ya nadie se acuerda. Bueno, no. El otro día se acordó de ella el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, para afirmar que era mucho más necesaria que la línea 9 del metro. Otra obra también paralizada. Es posible que Trias tenga razón y que la adjudicación de la línea 9 haya sido un mal negocio para los ciudadanos. La adjudicó con muchas prisas el último gobierno de CiU en tiempos de Jordi Pujol. Hay quien sospecha que para garantizar el cobro de comisiones, pero eso es algo hoy por hoy indemostrado y no hay que darle pábulo.
El caso es que, desde septiembre de 2012 no hay lavabos en la estación de Vic, una de las pocas que no es de ADIF sino de Renfe. El motivo es que fueron destruidos por un incendio que se produjo en el bar que los albergaba. Se intentó una reconstrucción de urgencia pero no fue posible por cuestiones administrativas. Entre otras, el problema de los seguros y de quién paga y de los trámites en la adjudicación de las obras que rondan los 100.000 euros. En estos momentos, según Renfe, se está redactando un proyecto integral de mejora, lo que, traducido al lenguaje del lector R. F. Significa que seguirá sin lavabos al menos otro año.
Se hubiera podido poner un lavabo provisional de tipo químico, pero no se ha hecho. En cambio, esa solución es la que se ha aplicado en Manresa donde el bar cerró al entrar en concurso de acreedores y Renfe no puede hacerse cargo de la instalación hasta que lo autorice el juez. Pero los jueces, ya se sabe, no tienen prisa porque no están afectados por las necesidades de los mortales comunes como el lector R. F. No obstante, Renfe le recuerda que en los trenes sí hay lavabos, no como en los trenes de mercancías donde no existen para suplicio de los conductores que no tienen ni siquiera un pared a la que arrimarse.
Imagen tomada por Albert Alemany.