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Cuando Mallorca está en Valencia

Por: | 04 de diciembre de 2013

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Si un ciudadano corriente (de los que no tienen cargos de libre designación en empresas públicas, al margen de la eficacia), tuviera que poner nombre a una parada de autobús que, por imaginar, estuviera en la confluencia de la calle de Valencia con la de Pau Claris, ¿cuál escogería? Seguramente la llamaría “Valencia-Pau Claris”. Está claro que ese ciudadano no tiene futuro en la empresa Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), porque ésta ha decidido bautizar la parada de marras como “Mallorca-Pau Claris”. El resto de paradas de la calle de Valencia se llaman “Valencia” y lo que corresponda, salvo la que se halla a la altura de Sagrada Familia que, con un criterio más que razonable, se llama “Sagrada Familia”.

J. G. H. se dirigió a esta sección para mostrar su sorpresa, convencida de que se trataba de un error de impresión. Eso sí, un error extendido porque figura en todas las paradas de las líneas que circulan por ese punto y en los folletos supuestamente informativos que reparte la compañía y en la web del Ayuntamiento de Barcelona. Pues no, era ella la que estaba en un error. TMB lo hizo a posta y sostiene que decirle a la gente que se encuentra en la calle de Mallorca cuando está en la de Valencia es lo más indicado. ¿Cómo iba a ser de otro modo?

La explicación, o lo que sea, de la empresa, es que se trata de una parada de intercambio con otras líneas, de modo que a todas las paradas del entorno se les da el mismo nombre para que el usuario se aclare. Es decir, la de la calle de Mallorca se llama “Mallorca-Pau Claris”, y la de la calle de Valencia (que es paralela a Mallorca y tiene dirección contraria), también. Y la de la calle de Roger de Llúria (que es paralela a Pau Claris y con sentido del tráfico opuesto), también se llama “Mallorca-Pau Claris”.

La calle de Valencia es muy larga y en la confluencia con Muntaner, por ejemplo, tiene casi tantos intercambios como en la de Pau Claris, pero allí no cambia de denominación. ¿Por qué? Porque allí no paran autobuses de la trama ortogonal (de recorridos más largos y, presuntamente, frecuencias más altas). Es decir, el usuario de los autobuses tiene que saber qué tipo de autobús pilla y que en función de eso los nombres de las paradas pueden no coincidir con los de los lugares donde se hallan. “Se busca que el área de intercambio tenga personalidad propia”, explicó el portavoz de la empresa, sin reparar en que las cosas sólo pueden tener personalidad en sentido muy figurado. Y añade que, al final eso será “tan natural como lo es que la estación de Diagonal de la línea 5 esté bajo la calle de Roselló”.  Claro que esto es así porque permite el intercambio con la estación de Diagonal de la línea 3, que ya se llamaba así cuando se construyó la línea 5. Dar dos nombres a la misma parada sí hubiera sido una innovación. Nadie fue tan lejos, pero a los que mandan ahora en TMB, por lo visto, se les habría ocurrido. De todas, formas, cabe que no hayan sido ellos y que la idea proceda de algún asesor externo como los que sugirieron a Ana Botella sus “relajantes” expresiones.

Es posible que el criterio adoptado en Valencia acabe sirviendo para los barceloneses que utilicen esas líneas regularmente, pero no va a ser fácil de comprender por los millones de turistas que visitan Barcelona cada año. Claro que si a TMB nunca parecen haberle importado muchos los barceloneses, ¿por qué iba a preocuparse por los turistas?

Imagen tomada por Massimiliano Minocri.

Hay 2 Comentarios

Señor Arroyo, ¿Cómo pretende usted que un burócrata, por muy catalán que sea, consiga razonar? Sus explicaciones serán tan surrealistas como haga falta, y él se quedará convencido de la irrefutable lógica de su sinrazón. Si no fuera así, no sería burócrta.

En Madrid, al nombre de toda la vida de una popularísima y concurridísima estación del metro —SOL— le han antepuesto, desde hace meses, el de una marca de telefonía, que no me da la gana escribir —llamémosla 'H'—, con el fin, evidentemente, de promocionar esa marca a cambio de ingresos por publicidad. Esto en los planos, placas del nombre en los andenes de la estación, directorios, megafonía etc. Así, por ejemplo, se puede oír en los trenes: "Próxima estación: H Sol". Ya no saben qué hacer para meternos publicidad.

P. S. Lo de "meternos publicidad" va también, por cierto, por el diario en el que usted escribe, que desde el 7 de noviembre, jueves, nos coloca un tocho publicitario cada 1er jueves de mes —revista de moda masculina, o algo así—, de unas 100 págs. Se lo coloca a quien se deje, claro: yo desde aquel jueves he dejado de comprar el periódico los primeros jueves de cada mes, aparte de que llevo más de un año comprándolo sólo los lunes y jueves. Y no pasa nada.

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Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

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