Blogs Catalunya

No Funciona

Las cuevas del sado

Por: | 20 de marzo de 2014

AG_bsm-6385
No son pocos los ingleses que se sorprenden de que en Barcelona haya anuncios de BSM. Lo cierto es que se trata de las siglas correspondientes a la empresa pública (no por mucho tiempo) que explota los aparcamientos del Ayuntamiento de Barcelona, pero en inglés corresponde a las siglas de Boundage and Sado-Masochisme. Unas prácticas más bien privadas, aunque algunas veces recuerden a las que son sometidos los ciudadanos por las administraciones públicas.

En estos momentos, el consistorio que dirige Xavier Trias ha decidido iniciar ya el proceso de privatización de los aparcamientos, al menos de los rentables. Pero no es esa la queja (y podría ser objeto de lamentos) de los ciudadanos que se han dirigido a esta sección en relación con BSM. No. Las dos personas que lo han hecho se refieren a quejas muy específicas sobre la gestión (aún municipal) de estas instalaciones. Para ser precisos: una queja tiene que ver con el aparcamiento de Siracusa y la otra con el que hay bajo la avenida de Rius i Taulet.

En el primer caso, P. A. explica que tiene una plaza alquilada desde hace tiempo y que ha visto cómo cambiaban las condiciones del aparcamiento: antes había personal durante todo el día (lo que incluye las horas nocturnas) y ahora ya no lo hay porque se ha suprimido el personal correspondiente al turno de noche. La lectora, que por motivos laborales con frecuencia deja el coche sobre las dos de la madrugada, tiene que moverse por zonas más bien lóbregas y no especialmente iluminadas en la más absoluta de las soledades y con una cierta aprensión. “Antes había siempre un vigilante”, dice, “ahora ya no. Pero lo más sorprendente es que la pérdida en la calidad del servicio no ha ido acompañada de una rebaja en el alquiler de la plaza de aparcamiento. Se me da menos, pero sigo pagando igual”.

Un portavoz oficial de la empresa pública explica que la lectora está muy equivocada. Ya se sabe que los ciudadanos casi siempre lo están. Los hay, incluso, que creen que el objetivo de los gobernantes es el bien común. En este caso, la confusión procede de pensar que las personas que hasta ahora estaba en el aparcamiento por las noches cumplían funciones de vigilancia. Nada de eso: sus tareas eran administrativas. Puede que su presencia inspirara confianza, pero en realidad estaba haciendo números. Y la lectora no tiene que tener preocupación alguna, añadió la misma fuente: en el aparcamiento hay cámaras de vídeo-vigilancia conectadas con un servicio central. ¿Situado en el aparcamiento? No, por supuesto, un control central de todos los aparcamientos que, si detecta algún problema, avisa a los agentes del orden que acuden al lugar de los hechos. Eso sí, en el caso de que se trate de una agresión, cuando llegan ya sólo les queda levantar el cadáver, pero lo hacen con gran eficacia. El usuario no tiene que preocuparse en absoluto.

Como sea que el personal suprimido no trabajaba para quienes utilizaban el aparcamiento, no procede tampoco rebaja alguna. El cliente tiene los mismos servicios, aunque él, en su infinita ignorancia de ciudadano, no se haya dado cuenta.

Y esto tiene que ver con la segunda queja. P. M. utiliza con cierta regularidad el aparcamiento situado en la confluencia del paseo de Maria Cristina con Rius y Taulet. A veces, explica, las máquinas expendedoras no admiten tarjetas de crédito, aunque disponen de un botoncito para entonces llamar al empleado para que lo solucione. El caso es que, con frecuencia, tampoco el botón funciona. Este diario visitó el aparcamiento. El día que fue, las máquinas funcionaban, pero no el botón. Bueno, funcionar, funcionaba, en el sentido de que si se apretaba, se hundía hacia el interior, pero no había respuesta alguna de nadie. En ninguna de las dos máquinas. La visita del diario se hizo en el mes de febrero. El portavoz de la empresa señala que no tiene constancia de que las máquinas fallaran, aunque sí de que nadie respondiera al botón de llamada. Se trataba, en este caso, de un fallo mecánico que ya ha sido subsanado. No añade el portavoz si nadie respondía porque, simplemente, nadie había, porque el personal contable había visto reordenados sus horarios.

Todo esto, claro, se arreglará cuando se privatice la empresa. Es decir, el alcalde, Xavier Trias, consciente del equipo que tiene, cree que la mejor forma de que funcionen los servicios municipales es encargárselos a otros. Que esos otros, casualmente, puedan ganar un buen dinero es una pura coincidencia. ¿Cómo pensar de otra forma?

Coda a la entrada anterior

En la entrada de este blog de la pasada semana se hablaba del desastre organizativo de la calle de Galileo. Dos días después de su publicación, X. S., lector que trabaja en esa misma calle, llama para explicar una experiencia. “En mi primer día de trabajo en la calle de Galileo llegué en moto y aparqué donde estaban todas las motos. Una zona, por cierto, señalizada con pintura blanca. Ya había visto que las señales indicaban que había que hacerlo al otro lado, pero si lo hubiera hecho, hubiera bloqueado la calle, de modo que hice lo que todos los demás. Al cabo de un rato, un compañero me avisó de que la grúa se estaba llevando la moto. Salí y, en efecto, así era. Le expliqué que si me ponía en la otra parte de la calle, allí no hubiera podido pasar nadie y la respuesta fue que aquel no era su problema, que para eso ya estaba la Guardia Urbana. Finamente accedió a llevarse otra cuyo dueño no estaba allí para argumentar y no tuve que pagar la grúa, pero la multa no me la quitó nadie”. Eso, añadió, pasa cada vez que toca cambiar de lado. Una vez más se confirma la eficaz colaboración de los servicios municipales. Pregunta: ¿Se puede privatizar a los concejales? ¡Qué tontería! Ya actúan como si lo estuvieran, salvo en lo de la supuesta eficacia.

Imagen tomada por Juan Barbosa.

Hay 1 Comentarios

Francesc, parabens. Tan agudo como siempre.
Yo tambien quiero ser privatizado.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el blog

Recoge quejas de los lectores sobre el funcionamiento de la administración y las empresas públicas. El ciudadano que sea mal atendido por una empresa privada, puede optar por otra, pero no puede cambiar de ayuntamiento, administración autonómica o general del Estado. Y las paga.
Los lectores pueden dirigir sus quejas a @elpais.es

Sobre el autor

Francesc Arroyo

Francesc Arroyo es redactor de El País desde 1981. Ha trabajado en las secciones de Cultura y Catalunya (de la que fue subjefe). En la primera se especializó en el área de pensamiento y literatura. En los últimos años se ha dedicado al urbanismo, transporte y organización territorial.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal