Está desaparecido. Casi nada se sabe del único hombre que ha sido capaz de derribar a Rafael Nadal en Roland Garros (2009). ¿Dónde está Soderling? ¿Qué es del gigante de Tibro? ¿Cómo puede ser que ya no deje huella un tenista temible como él, finalista en 2009 y 2010? ¿Se ha evaporado el jugador que rompió la racha de 23 semifinales grandes seguidas de Roger Federer al derrotarle en los cuartos parisinos de 2010?
Soderling dejó de jugar el 11 de julio de 2011, tras la final de Bastad, que conquistó contundentemente ante David Ferrer (doble 6-2). Desde entonces sufre lo que los médicos han identificado como una mononucleosis. Ha sido padre de Olivia. Se entrena de vez en cuando, y de vez en cuando le atacan la fatiga y la debilidad consecuencia de su enfermedad. Pero el sueco, de 28 años, no ha enterrado el hacha, aún tiene lista la raqueta, piensa en volver a combatir y sueña con volver a derribar favoritos con el martillo de su derecha y el remache de sus saquetazos.
En una entrevista con el USA Today, Soderling reveló su deseo de retornar a las pistas, cómo se inspiraba en veteranos como Haas, en la elite ya en la treintena y tras mil percances, que el gusanillo seguía vivo. El tenis echa de menos un competidor de su carisma, fiero sobre la pista, sensible y amable fuera.
Tras aquella derrota de 2009, Nadal derrotó al sueco en la final de 2010 y en los cuartos de 2011. El mallorquín puso las cosas en su sitio mirando al cielo, cruzando los dedos para que hubiera sol y no nubes, como en el día de su derrota; porque el calor le pusiera velocidad a sus tiros en lugar del frío que ponía pesada la bola. Igual que entonces Nadal, Soderling debe mirar ahora al cielo: pedirá una segunda oportunidad, poder volver a ser Robin el fiero.