No han pasado ni cinco minutos desde que Stanislas Wawrinka levanta el título del Abierto de Australia, y ya le están preguntando si este fin de semana disputará la Copa Davis contra Serbia. “Por supuesto”, contesta. “Puede que usted no lo sepa, pero para mí jugar con Suiza es muy importante”.
El apellido retrata al tenista de 28 años: hijo de alemán, con pasaporte germano; protestante en un cantón católico; siempre sintió pasión por defender la bandera, autoafirmándose como suizo. Roger Federer, su heráldico compañero, es el caso contrario. No jugaba la Copa Davis desde 2012… hasta que Wawrinka ganó en Melbourne. Y de repente, Federer que dice que se apunta al viaje a Serbia. Y de repente, Suiza que es el primer país desde 2005 con dos ganadores de grandes en la alineación (España los tuvo con Nadal y Ferrero y EEUU con Agassi y Roddick). Y de repente, la selección helvética, una que no supera la primera ronda desde 2004, se pone a soñar con el título, que para eso con esos dos tenistas ya celebró el oro olímpico en dobles durante los Juegos de Pekín 2008.
La vuelta de Federer a la primera ronda de la Copa Davis, que solo había disputado en una ocasión desde 2004, neutraliza las bajas de otras estrellas: aunque Andy Murray sí competirá con el Reino Unido y frente a Estados Unidos, Novak Djokovic se ha dado de baja, como Nadal o David Ferrer. El campeón de 17 grandes no se ha podido resistir. El título por países es el gran agujero en su currículo y una de las marcas en las que palidece en la comparación con el mallorquín, que tiene tres Davis. Wawrinka le asegura mucho más que un escudero. Stan es un imán que ya atrae hasta al gran Federer.