Seguramente el infierno será algo parecido a esto. Pongamos que el catavenenos va paseando por un campo rebosante de margaritas mordisqueando una sabrosa manzana. Luce el sol y una agradable brisa apenas si le abanica el cabello. Es feliz, como sólo los sentidos, el tacto, el olor, la vista y el gusto pueden proporcionar el bienestar sin mácula. Mira al cielo para cantar su alegría… y ¡zas!, al hoyo. Se trata, lo advierte pronto, de un pozo muy, pero que muy profundo, al que ha llegado por una rampa que está hecha de tal manera que impide la subida. Al fondo, ve una luz. Cuando se acerca a la sala de la que procede, va oyendo voces que le ponen los pelos de punta. Y sí, sentado en un rarísimo trono, allí está el gran sacerdote, soniquete inolvidable, que le comunica la sentencia: Hasta el fin de sus días sólo podrá oír, leer y contemplar, a los comentaristas de Libertad Digital y, los días de fiesta, a los de Intereconomía. ¿Verdad que suena terrible? Hoy, con paciencia de entomólogo, he reunido para todos ustedes una colección para que vislumbren lo que podría ser ese suplicio eterno. Se trata de dos bloques. Uno reúne lo que decían, ayer mismo, los opinadores económicos de Libertad Digital , uno por uno, de la crisis económica y la calificación de esos zánganos de Stándard&Poors, que nada vieron ni advirtieron cuando eran los Bancos los cuatreros, pero que ahora se asustan, como monjas, por las deudas de los Estados. El segundo bloque, los que siguen con el guerracivilismo. Los chicos de LD lucen por separado, pero ciegan agrupados. Un jinete armado asusta, pero el Séptimo de Caballería aterroriza. Leídos todos juntos, uno detrás de otro, son como un mal sueño, una pesadilla de un mal viaje de LSD o un cólico nefrítico.
Antes, el ejército regular.