Es curioso que les moleste tanto que los sindicatos hayan convocado la huelga general para después del verano. Leyendo a nuestros incondicionales amigos, uno no sabe si quieren que se haga ya, de inmediato, todas las fábricas paradas, los ferrocarriles quietos entre estaciones, los aviones suspendidos en el aire, sin televisiones, ni radios, ni periódicos, escaparates rotos, almacenes saqueados, sin víveres, sin agua. Si sale así, sería evidente el triunfo de los sindicatos. ¿Y quiere Libertad Digital, La Gaceta o La Razón el triunfo de los sindicatos? No, claro. Pasaría, sin embargo, que los ciudadanos le darían un disgusto de muerte al Gobierno al que gritarían un vete, ya, eslogan con el que salivan, aquí se lo hemos contado, nuestros coros y danzas. Pero si la huelga fracasara, nos encontraríamos con otra retorcida parajoda, que decía Cortázar. ¿Si los trenes corrieran, los aviones volaran y pudiéramos disfrutar del fluido verbo de Belén Esteban, el señor lo quiera, significaría que los ciudadanos no apoyan a los sindicatos, pero sí al Gobierno, al que le están pidiendo su continuidad? ¿Estarían diciendo quédese, señor Zapatero? Ríanse del Teorema de Poincaré-Perelman.
Y Carlos Dávila se ha encerrado en un faro.