Ya verán una cosa curiosa. Apenas han pasado 72 horas del anuncio del Gobierno de rebajar el máximo de velocidad a 110 kilómetros por hora y hoy, excepto Federico Jiménez Losantos, que intenta en El Mundo hacer una columna semicientífica, déjenme al menos que sonría con discreción, los periódicos ya han amortizado una noticia que les llevó a la congoja y la desesperación. Como siempre les digo, y no me cansaré de repetirlo, nada tengo contra la crítica a dicha medida. Ni a ésta ni a casi ninguna. Lo que hoy les traigo es solo el sinsentido, la burda mentira, o la hipérbole desaforada que lleva al insulto y la insidia. Claro que se puede estar en contra de la reducción de velocidad, no faltaría más, pero es difícil encontrar una respuesta más solemnemente estúpida a la medida que la expresada por el portavoz del PP, Esteban González Pons, tan seguida después por la alegre muchachada. No creo romper ninguna norma autoimpuesta al calificar de estúpida una declaración de un portavoz político. Están para eso, para ser el pimpampum, como bien sabe González Pons, que para eso dice lo que dice. Solo así se puede entender que considerara la medida “soviética”. ¿Por qué son 110? ¿Cuándo era obligatoria a 120 ya era totalmente democrática, salutífera y libérrima?
¿Se puede ser más…? Miren, no sé, pongan ustedes el adjetivo.