Tengo un amigo gallego –él dirá: y qué más da que yo sea gallego; y yo le diré: pero eres gallego- que siempre dice que todo es empeorable. Cierto. Uno ve los periódicos de nuestros amigos cavernarios tal que un jueves, y se dice: es que no va más. Falso: siempre hay más, que te enfrentas a los ejemplares del viernes y es un horror, un regomello que te provoca, sin querer, hasta un escandaloso repullo. Porque como ya hemos decidido que toda nuestra vida gira en torno a unas manifestaciones de gentes justamente indignadas pero que han confundido la literatura –el panfleto- con la política, y si ya ni Bildu y su terrible presencia en los ayuntamientos interesa –con lo que fue en sus años mozos, allá la semana pasada-, cuanto menos nos interesarán cosas de la tierra, como quién va a gobernar los próximos cuatro años mi ayuntamiento o mi comunidad autónoma, que nosotros estamos por la estratosfera, escribiendo cartas en las nubes de la irrealidad y, sobre todo de la intemporalidad, que los calendarios son para burgueses. Esperemos un fin de semana apacible, que las cosas ya vienen de suyo lo suficientemente revueltas.Y nuestros cornetas, de nuevo, en la más absoluta de la desmesura y la exageración, asustando al personal de orden, que ante tanta barbarie como nos manda el PSOE, y la izquierda en general, debemos salir de casa, juntos como una piña y en formación de tortuga, como las milicias romanas, para evitar que nos agredan las tribus asesinas, y poder votar a Francisco Camps, o si se tiene la desgracia de no gozar de los beneficios del gobierno de tan brillante prócer, votar al PP, cualquiera que sea su candidato en cualquier lugar en que nos hallemos. Como dios y Pedro José -que paladinamente lo publicita- mandan.
Por mi parte, qué quieren que les diga. Hoy pliego y el lunes, cuando volvamos a encontrarnos, ya estará todo el pescado vendido. Ustedes hagan el domingo lo que crean que tienen que hacer. Este catavenenos, no tengan dudas, irá a votar, si no se le escapa algún arma defensiva a un antidisturbios en Sol y tengo la desgracia de que aterrice en mi ya decrépito esqueleto.