El Ojo izquierdo, Una revista de prensa en absoluto neutral, empezaba su andadura el 22 de febrero de 2010. Un día antes, en el periódico, el neonato catavenenos explicaba el porqué de su aparición. Lo contaba así: “Preguntas de juegos recreativos: ¿La extrema derecha republicana, la de Sarah Palin y los Tea Party, sigue las consignas de la ultraderechista cadena Fox y sus cavernarios comentaristas, o es más bien al revés, que aquéllos y los potentes grupos económicos y religiosos que representan son quienes pagan y los voceros se limitan a ganarse su apetecible salario? ¿Es el Partido Popular quien sigue las consignas de la miríada de comentaristas y gurús reaccionarios que pueblan la prensa, radio y televisión patria, o Génova, FAES y los centros autonómicos peperos mandan papelitos (y subvenciones) que diligentemente recogen sus altavoces mediáticos? El resultado, o así lo cree quien esto escribe, es un panorama aterrador, con fanáticos sin reciclar llenando papeles, micrófonos y pantallas con un monocorde discurso antidemocrático, en ocasiones al borde del fascismo. Ladran, pero muerden”.
En vista de lo cual, este humildísimo bloguero adelantaba cuál iba a ser su labor y qué ánimos traía en el morral: “A primera hora de la mañana, en ELPAÍS.com, de lunes a viernes (…) les contaremos qué dice la alegre muchachada. Les mostraremos desnudos y les describiremos sus sapos y sus culebras, porque su virulencia, su brutalidad, no son creíbles si no se tocan, si no se comprueba su acrimonia con nuestros propios sentidos. Así sabrán cómo sermonea y manipula Pedro J. Ramírez, reza Juan Manuel de Prada o fascistea Alfonso Ussía. Y si algún día hay tiempo y fuerzas, a lo mejor también alcanzamos a transcribir a Jiménez Losantos o a César Vidal, e incluso a algún minino de la tele digital o alguna rata del subsuelo bloguero ultraderechista”.
Casi tres años y medio después, El Ojo izquierdo se despide de sus sufridos y perseverantes lectores en El País. ¿Ha cumplido sus compromisos el catavenenos? ¿O ha resultado, como todos, un embaucador que solo pretendía robarnos el corazón con falsas promesas? Si echamos la vista atrás, ¿nos mintió, nos engañó? Quiero creer que al menos el esfuerzo y la constancia en el cumplimiento de la misión habrá compensado la falta de pericia del autor. Que su dedicación y sus muchas horas de madrugada habrán servido para mitigar la decepción por la escasa calidad del escribiente.
Y ojalá haya servido, como el autor se propuso, para darles a conocer a ustedes qué desechos se sirven en determinados platos, qué piltrafas se degustan en cocinas que presumen de educadas y liberales. ¡Qué no vería en esos pucheros el vigilante Chicote! Cuánta bazofia degluten –y algo tienen que hacer con ella- estos apóstoles de la bondad y el amor mutuo, tantas veces bendecidos por su dios. Habrá quedado claro, o eso espero, “cómo sermonea y manipula Pedro J. Ramírez, reza Juan Manuel de Prada o fascistea Alfonso Ussía”. Entre otras grandes firmas que han ido apareciendo en estos más de 40 meses, desde la viscosa multipresencia de Marhuenda, a la reciedumbre legionaria de Alfonso Merlos o al descubrimiento de extraños seres mitológicos –sin catalogación oficial- como Salvador Sostres. Ellos seguirán, qué le vamos a hacer, pero ustedes ya les conocen –o eso creo- un poco mejor. Les costará más el engaño, la superchería, harán menos daño sus insultos o sus infamias.
Sí puedo decirles, al menos, que para el catavenenos ha sido todo un lujo contar con ustedes. Saber que por las mañanas, al encender el iPad o el ordenador, iba a tener unos mensajes –de apoyo, de crítica- al trabajo de la noche anterior es un premio difícilmente restituible. Prefería, claro, los halagos a los vituperios, ay, debilidad humana. He pretendido –y creo haberlo logrado- que el blog fuera un espacio de libertad donde razonables y obtusos -la viña del señor, ya se sabe- tuvieran la oportunidad de mostrarse tal cual son: inteligentes… o en su salsa. Ellos solos, como los cornetas, se han mostrado desnudos ante ustedes.
Pero todo tiene un final. No quiero llegar al envenenamiento o al cansancio y tampoco que ustedes lo sientan en carne propia. Mejor dejarlo así, con el animalito vivo y correteando por ahí… ¿No les parece? Quién sabe si en algún momento este Ojo Izquierdo, entonces gazapo y hoy nervudo veterano, no vuelve a este lugar con algún motivo determinado. Amigos habrá que me digan que no es éste un buen momento para dejar de esnifar pegamento: Bárcenas, Rajoy, Cospedal, Ruz, Gómez de Liaño… Pues quizá no lo sea. ¿Pero cuándo lo es? Éste era el plan de ruta que me había fijado y me obligo a acatarlo.
Mi agradecimiento a todos ustedes. De manera muy especial, como es lógico, a los habituales, fijos o con contrato temporal. Evítenme la cita personalizada, que ellos y ellas saben perfectamente quienes son. Lástima que no hayamos podido tomarnos un café en una sombreada terracita y charlar de nuestras cosas en persona, tal y como hacíamos aquí cibernéticamente.
Por lo pronto, el Ojo no muere, porque continuaré con ustedes, si persisten en el error de querer seguirme, en el Hoy por Hoy de Pepa Bueno en la cadena SER, tal y como hasta ahora, a partir del mes de septiembre.
Y esta modesta firma podrán leerla, si así lo quieren, durante el mes de agosto en El País, de vuelta con algunos espectros.
Gracias, también, a este diario y muy en especial a su director, Javier Moreno, y al director adjunto, Vicente Jiménez, que me animaron a iniciar el Ojo y que ahora me han permitido, aunque con el ceño fruncido, a qué negarlo, que pusiéramos aquí el cartel de Fin. Extiendo el agradecimiento a todos los compañeros del periódico que me han ayudado, y mucho, a llegar a buen puerto.
Lo mismo en septiembre, si ustedes buscan entre los blogs de este periódico, mi casa, encuentran escondido a José K., que trae un humor de perros…
Ha sido un honor y un privilegio estar con ustedes todo este tiempo.
Les quiero.
José María Izquierdo, El catavenenos, 12 de julio de 2013.