Walter Oppenheimer

Un viaje a la India

Por: | 25 de febrero de 2013

Cameron India
David Cameron estuvo la semana pasada tres días en la India. Ha sido su segundo viaje a la antigua colonia desde que llegó a Downing Street en 2010. No ha sido fácil. Quedan muy lejos los días del Imperio Británico y el primer ministro no ha tenido la acogida que le hubieran reservado hace un siglo. Ni siquiera ha sido noticia de primera página en la prensa local y la agenda de su estancia deja muy claro que están cambiando las tornas.

El principal objetivo de la visita era activar un comercio sorprendentemente alicaído para dos países a los que se les atribuyen profundos vínculos. En torno a la mitad de las exportaciones británicas son plata, piedras preciosas y chatarra. Nada que ver con la economía del conocimiento y los servicios. Reino Unido tiene más relaciones comerciales con Suecia que con la India. ¡Y la tercera economía asiática hace más negocios con Bélgica que con los británicos!

El primer ministro ha viajado acompañado de un centenar de empresarios para corregir ese pobre balance. No solo grandes multinacionales, sino empresas pequeñas y medianas a las que viajar a la sombra del primer ministro les abre puertas que normalmente se encuentran cerradas o les cuesta mucho abrir por si mismos.

Uno de las principales tareas de Cameron ha sido defender (de forma discreta, para que no parezca una presión) las bondades del avión de combate europeo Typhoon, desarrollado por un consorcio germano-alemán-italiano-español y que de momento está perdiendo la batalla frente a la francesa Dassaut: aunque el contrato para la compra de 126 aparatos por unos 20.000 millones de dólares aún no está firmado, el Gobierno indio ha declarado al Rafale como candidato preferente. Y el presidente francés, François Hollande, estuvo una semana antes que Cameron de visita en el subcontinente…

Cameron ha endulzado el viaje con la oferta de colaborar en le creación de un gigantesco corredor económico entre las ciudades de Mumbai y Bangalore que requerirá inversiones de entre 20.000 y 25.000 dólares. Pero ese corredor parece ahora mismo más un sueño que una realidad porque un proyecto similar entre Delhi y Mumbai, financiado con capital japonés, está sufriendo considerables contratiempos y la fecha de finalización se ha retrasado hasta, como muy pronto, 2017.

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En su estancia en la India, Cameron se ha tenido que tragar varios sapos. Ha tenido que sufrir la humillación de luchar por mantener vivo el contrato de suministro de 12 helicópteros Agusta Westland firmado en 2010. El Gobierno indio ha amenazado con cancelarlo y devolver los aparatos ya recibidos porque hay sospechas de que los británicos utilizaron sobornos para ganar el concurso. Y el primer ministro indio, Manmohan Singh, no se privó de expresar su “muy seria preocupación” por esa cuestión en una rueda de prensa conjunta en Nueva Delhi. La prístina Gran Bretaña acusada de corrupción por una antigua colonia. Los tiempos cambian. Ya no basta con batear unas bolas en un campo de cricket o degustar un delicioso curry de pescado.

El primer ministro ha tenido que hacer encaje de bolillos en el acto más político de la visita, cuando acudió al parque Jallianwala Bagh, en Amritsar, para expresar su “profunda vergüenza” por la matanza en 1919 de cientos de personas, incluidas muchas mujeres y niños, por tropas bajo mando británico. Los locales esperaban que el primer ministro británico pidiera perdón por aquella atrocidad, pero el Gobierno de Su Majestad decidió que no debía pedir perdón porque eso habría abierto las puertas a otras peticiones semejantes por otros abusos cometidos durante el Imperio. Al final se limitó a hacer lo que ya había hecho Winston Churchill en 1920, cuando admitió que la matanza había sido un acto “monstruoso”.

Al menos los dos políticos hicieron algo más que la reina Isabel II, que en una visita al lugar en 1997 depositó una corona de flores pero no dijo nada. Su marido, el príncipe Felipe, sí habló: lo hizo para comentar que la cifra de 2.000 mártires a los que aludía la placa allí instalada era “muy exagerada”. Los británicos sostienen que fallecieron 379 manifestantes y los locales afirman que hubo en torno a 1.000 muertos y otros tantos heridos.

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Pero quizá el momento políticamente más significativo de la visita ha sido la polémica sobre el acceso de los ciudadanos indios a la antigua metrópoli. Cameron anunció nada más llegar que los hombres de negocios de la India tendrán un sistema ultra rápido para resolver en un día sus peticiones de visado y que no hay cuotas para los estudiantes indios, que pueden acceder a Gran Bretaña “sin límite”. Intentaba así reparar el daño que está haciendo su retórica anti inmigración, una de cuyas consecuencias es que los jóvenes indios sedientos de formación están eligiendo las universidades australianas y estadounidenses en perjuicio de las británicas. Es una retórica que a veces va más allá, como cuando el ministerio del Interior retiró de un día para otro la licencia para aceptar estudiantes extranjeros a una universidad londinense por sus sospechas de que muchos eran falsos estudiantes. Esa medida dejó en la calle a cientos de estudiantes genuinos que estaban a mitad de sus estudios y que de repente se quedaron sin plaza. El Gobierno dio marcha atrás, pero el daño ya estaba hecho.

El problema para Cameron es que su oferta pone de relieve hasta qué punto su retórica y su política frente a la inmigración está más marcada por las exigencias de los tabloides y los intereses electorales de su partido que por las necesidades de la economía británica. Y no solo eso. Su oferta a los estudiantes y los empresarios indios sonó a poca cosa y el primer ministro Singh le exigió en público que introduzca un sistema “que facilite un mayor movimiento entre los dos países”. Es decir, que elimine la exigencia de visado para que los indios puedan acceder a Reino Unido. Y eso es algo que no parece que vaya a pasar.

Hay 7 Comentarios

Por favor, corrijan la palabra Deli, se escribe Delhi.

No quieren estudiar en Gran Bretaña si no pueden quedarse y trabajar para poder reembolsar el préstamo estudiantil.

que ganas de conocer la india, aunque mexico tambien merece la pena, mas info en http://www.mexicomola.com/

India es la próxima China, Inglaterra lo necesita demasiado como para hacerle más feos.

Dos países condenados a entenderse, tienen muchos lazos, sobre todo culturales y económicos. También mucho rencor... pero no les queda otra que darse la mano... aunque luego se la limpien al darse la vuelta.

El Reino Unido ya está lleno de indios, como les abran las puertas más eliminando los visados....

Hace unas semanas India ha vetado a las parejas homosexuales el acceso a la maternidad por subrogación... me parece un gesto muy retro por un país que intenta modernizarse.

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Sobre el autor

es corresponsal de EL PAÍS en Londres y antes lo fue en Bruselas. Y antes de eso pasó bastantes años en la redacción de Barcelona, haciendo un poco de todo. Como tantos periodistas, no sabe de casi nada pero escribe de casi todo...

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