La humillante derrota de los
conservadores la semana pasada en las elecciones para cubrir el escaño de
Eastleigh ha puesto a David Cameron en el disparadero. Todos los gobiernos
británicos suelen sufrir revolcones en las urnas a media legislatura.
Invariablemente, los votantes suelen propinar espectaculares patadas en el
trasero del Gobierno, en parte porque muchos no quieren tomarse la molestia de
ir a votar y los que sí lo hacen suelen estar más cabreados de lo normal. Eastleigh, sin embargo,
parece algo más que eso.