David Alandete

Sobre el autor

(Valencia, 1978) es corresponsal de El País en Oriente Próximo desde 2013. Previamente, durante seis años, trabajó en la delegación del diario en Washington. Fue corresponsal en el Departamento de Estado y en el Pentágono, y cubrió la guerra de Afganistán, los juicios en Guantánamo y las campañas presidenciales republicanas de 2008 y 2012. En 2006 recibió una beca Fulbright para periodistas, y se especializó en Relaciones Internacionales y el Conflicto Árabe-Israelí. En este blog atenderá también a las consultas, dudas y quejas de los lectores. Pueden contactar con el autor a través de Twitter o Eskup.

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“Perdón por esta guerra”

Por: | 26 de septiembre de 2013

Damasco, este jueves / Foto: D. A.

El camino a Damasco tiene hoy nueve puestos de control militar. La forma segura, la única de llegar a la asediada capital siria, es desde Beirut, una carretera de 110 kilómetros que, tras el fértil valle de la Bekaa, se adentra en una guerra con los secarrales del desierto de decorado. El coche avanza cuatro kilómetros en tierra de nadie, tras la frontera libanesa y antes de llegar oficialmente a suelo sirio. Finalmente, un desangelado edificio oficial recibe al visitante, con grandes retratos del presidente Bachar el Asad y su padre. La mitad de las ventanillas de inmigración está cerrada. Sobre una de las que funcionan, se lee “Turistas”, sin ironía. Pocas colas hay que hacer. Muchos sirios han huido a Líbano por la guerra. Casi ninguno quiere volver.

Luego, las tiendas fronterizas, libres de impuestos en las laderas, cerradas. Algunos restaurantes, cerrados. Comercios de electrodomésticos y muebles, antes abiertos a los viajeros que venían de Beirut, cerrados. Consecuencias de la guerra.

Los puestos de control con barricadas son variados. En algunos los soldados inspeccionan minuciosamente los pasaportes. En otros, saludan sin mirar. En un pequeño promontorio, se divisa una cúpula, el palacio de los monarcas de Catar, construido para la jequesa Mozah. Dicen los sirios que, después de que comenzara la guerra, el jeque retirado Hamad hizo construir un muro de protección alrededor de la vivienda, para protegerla de los ataques. Más le vale, después de todo el armamento que le ha ofrecido a los opositores que luchan por acabar con el gobierno de la familia El Asad.

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Yom Kipur, 40 años después

Por: | 14 de septiembre de 2013

Yom Kipur, 1973
Golda Meir y Moshe Dayan / Gobierno de Israel

 

- “Y, ¿por qué cerrar todo el país, incluso los accesos a Cisjordania? ¿Hasta el espacio aéreo?”.

- “¿Tal vez porque tuvimos una guerra y nos atacaron en este día sagrado?”.

Yom Kipur, día de la expiación, en Jerusalén. Tuve este viernes esta conversación con una conocida israelí mientras bajábamos la calle del rey Jorge, mientras el sol iniciaba su descenso y los judíos de Israel se retiraban a sus hogares, para iniciar un día de rezo y ayuno. Esta conocida no observa el sabbat ni come únicamente en lugares kosher. Es una judía secular, pero Yom Kipur es, para ella, como para la inmensa mayoría de israelíes, el día de arrepentimiento ineludible, en el que hay que ajustar cuentas con uno mismo y con dios. Es un día como pocos otros para reforzar el sentimiento de comunidad judía. Por eso me resultó chocante que su argumento para explicarme la paralización de todo el país fuera una guerra de 1973.

Desde aquel año, el Yom Kipur, y aquella guerra, les recuerda algo a los israelíes: que aquí están solos y no se pueden confiar. Muchos diarios israelíes publicaban hoy titulares e imágenes que bien podrían ser de 1973. Haaretz, sobre una foto de Golda Meir, dice que documentos de la época “revelan los errores y aprensiones de Golda”, fallecida hace 35 años. El analista Amos Harel opina que, por fin, “la sombra que la guerra de 1973 proyectó sobre la cúpula militar comienza a disiparse”. Comienza, 40 años después. La revista del Jerusalem Post dice que la del Yom Kipur fue “una guerra de supervivencia”.

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