David Alandete

Jerusalén en la locura

Por: | 24 de febrero de 2014

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Jerusalén al atardecer / AFP, T. Coex

Muy pocas ciudades pueden presumir de tener todo un mal bautizado por los efectos que tienen sobre quien las visita. Está la muerte de Venecia, un arrebato melancólico en el que todo, incluida la ciudad, parece que se hunde, y el enfermo acaba optando por el suicidio. Hay psiquiatras que han diagnosticado enajenaciones estéticas en los bulevares que París que llevan a la locura transitoria. En Jerusalén el trastorno es de mesianismo.

Los aquejados por el síndrome de Jerusalén se creen dioses o profetas, oráculos y mesías. Se pasean por las calles de la ciudad vieja advirtiendo de la inminencia del juicio final, y ofrecen a quienes les escuchen la clave de la salvación o la condena eterna, dependiendo del caso.


Escribe Simon Sebag Montefiore en su enciclopédica biografía de esta ciudad que “cada año un centenar de pacientes son ingresados en el sanatorio local aquejados de síndrome de Jerusalén, una locura de premonición, desilusión y engaño”. Según estiman el profesor Eliezer Witztum y el doctor Moshe Kalian en un libro de reciente publicación titulado Jerusalén de Santidad y Locura, desde 1979 un millar de turistas ha sido tratado en el hospital psiquiátrico de Kfar Shaul por una suerte de histeria transitoria.

No es de extrañar, pues las tres grandes religiones monoteístas consideran esta ciudad escenario crucial en grandes gestas que forjaron sus credos.

La roca que se halla bajo la magnífica cúpula dorada de la Explanada de las Mezquitas es, para la tradición judía, la piedra fundacional de la creación, lugar en que confluyen tierra y cielo. Marca también para ellos el punto en que en la antigüedad fue depositada el Arca de la Alianza.

Los musulmanes creen que sobre esa misma roca, donde la tradición dice que Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo por petición de dios, se apoyó el profeta Mahoma en su célebre periplo nocturo a la mezquita más lejana, para ascender a los cielos de la mano del arcángel Gabriel.

Y para los cristianos la ciudad vieja de Jerusalén es donde Cristo predicó, padeció y murió, para resucitar y ascender a los cielos. Muchos son los templos católicos y ortodoxos en Tierra Santa, pero especial gravedad tiene el Santo Sepulcro, donde los cristianos de la antigüedad creían que se hallaba el centro del mundo, marcado por un ómpalo, ombligo de la creación.

Hay enfermos visionarios que ya son de sobra conocidos por agentes de policía, dueños de establecimientos, guías turísticos y gobernantes de Jerusalén.

Está el ultraortodoxo que todos los días predice la inminente destrucción divina de la Explanada de las Mezquitas, de cuyos escombros renacerá un tercer templo judío. Un cristiano tocado por una toga que hace décadas debió ser blanca dice que es la reencarnación del bautista, y en cualquier charco ve una pila bautismal. Es común que el enajenado se crea profeta, santo, nuevo mesías o Cristo reencarnado. En los casos más graves se ven como el mismísimo dios, o en su defecto Lucifer, que como era de esperar también tentó a Jesús en Jerusalén.

En Jerusalén se halla, al fin y al cabo, el valle Kidrón o de Josafat, el que separa el monte de los Olivos de las murallas de la ciudad vieja, del que dios dice en la Biblia: “Juntaré todas las gentes, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellos a causa de mi pueblo”.

Según explica el profesor Witztum en una entrevista publicada esta semana en el diario israelí Maariv, “hay lugares cuya conexión con nosotros nos ofrece la impresión de estar en realidad conectados a algo mucho mayor”.

El mal de Jerusalén nace, pues, de una desesperada esperanza, de la necesidad de creer que tras esta existencia aguarda algo mayor. Y para tanta locura divina no hay lugar más misterioso, bello y soberbio que Jerusalén, que permanece inmutable en las orillas de la eternidad, a pesar de haber sido escenario de tantas y tantas guerras, y tantos excesos humanos.

Hay 6 Comentarios

Si dudas Jerusalen es un lugar lleno de belleza, magia y misterio. Su historia transita entre la mistica religiosa y guerras atroces, y el "sindrome de Jerusalen" es un tipo de delirio mistico y curiosamente un fenomeno de visitantes, no de jerosolimitanos. Lamentablemente en las ultimas decadas los ortodoxos judios crecen en numero y los laicos escapan, y del lado arabe la indiferencia, la corrupcion y la politica merman iniciativas en favor de la poblacion. Y con todo, con el deterioro y lo dificil que es vivir en ella, sigue siendo una de las ciudades mas increibles del planeta. Un poeta local la llamo "la Venecia de Dios", pero aun siendo una metafora poderosa, Venecia es aguas y Jerusalen es polvo y piedra, un manantial a orillas del desierto.

Es una lastima como el dios dollar hace pensar a los que lo tienen y sobre todos esos que ni tienen tanto y apenas se escapan de la pobresa que la gran mayoria de nosotros los humanos compartimos,apenas graduados de una universidad y creen que lo saben todo y lo tienen todo , no seria nada extrano que no tengan esposa or hijos pues son intolelables en su pedestal que se han fabricado el que no tiene futuro,ni gracia ni valor humano. simplemente un esclavo de hoy, sin manana, sin esperanza se ser libre y ver la luz que brilla alrededor, conforme solo con su seguridad , democrasia y su derecho de superioridad.

YO SOY ISRAELI,FUY COMBATIENTE EN MUCHAS GERRAS,
PERO CUANDO VOY A JERUSALEM,SALGO CORRIENDO,

No pueden ser piedras, ni estatuas mudas, tampoco leyendas de origen griego con sus infiernos y dolor, debe ser un lugar donde flota la poesía de lo infinito, comunión con el hacedor de toda bondad, como aromas de pan ácimo recién hecho. A no ser que toda la salvación sea un gran olvido.

Como puede la voluntad del altisimo estar sujeta a los lugares donde el dolor ha tasado el vivir, ser el lugar de comunión de la humanidad, donde la incomprensión del mensaje divino es una realidad, Dios se alejo del hombre o al menos su silencio nos lo indica, un silencio que todos los dias hace mecer los cortinajes de eternidad en la verdadera Jerusalen.

En Asia, el opio, en América la coca, en otros lugares, la marihuana, en fin, no sé qué clase de mente creó ese supuesto poder divino que obliga a sus adeptos a fumar y fumar sin nunca acabar. Los animales no tienen creencias pre-fabricadas y sin embargo son menos salvajes que los seres humanos. Los animales marcan su territorio con orinas y los seres humanos lo marcan con armas de destrucción masiva. Un simple ejemplo, la segunda guerras mundial provocó mas de 50 millones de muertos, sin contar los heridos y desaparecidos y la destrucción de ciudades, y todos felices con sus pacíficos dioses. Una parte de la humanidad ha hecho de la hipocresía un verdadero arte. Espero que algún día las enseñanzas de los grandes pensadores den su fruto... Pitágoras, Sócrates, Budha, Lao tsé, Jesús, etc., etc.

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Sobre el autor

(Valencia, 1978) es corresponsal de El País en Oriente Próximo desde 2013. Previamente, durante seis años, trabajó en la delegación del diario en Washington. Fue corresponsal en el Departamento de Estado y en el Pentágono, y cubrió la guerra de Afganistán, los juicios en Guantánamo y las campañas presidenciales republicanas de 2008 y 2012. En 2006 recibió una beca Fulbright para periodistas, y se especializó en Relaciones Internacionales y el Conflicto Árabe-Israelí. En este blog atenderá también a las consultas, dudas y quejas de los lectores. Pueden contactar con el autor a través de Twitter o Eskup.

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