España debe presionar a sus socios europeos para que la UE logre que Marruecos firme un acuerdo de readmisión de inmigrantes.
Subsaharianos ante la Jefatura Superior de Policía de Melilla.
Aunque adquiere tintes dramáticos, con la muerte en febrero de 15 subsaharianos ahogados cerca de Ceuta, o espectaculares, con cientos de seres humanos saltando simultáneamente la valla de Melilla, la inmigración no es ahora un problema grave ni acuciante para España.
No lo es porque cuando a los subsaharianos se les traslada de Ceuta y Melilla a la Península, la mayoría emprende viaje hacia el norte de los Pirineos. Los que optan por quedarse no suelen ser, con la excepción de los nigerianos, una población conflictiva que preocupe a la policía. En términos generales, la inmigración clandestina lleva años disminuyendo excepto en ambas ciudades autónomas.
Allí se vive una situación de “emergencia”, según afirmó el martes el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Para atajar la presión migratoria el Gobierno español volvió a colocar en 2013 las concertinas (cuchillas entremezcladas con alambre) en la verja de Melilla –en Ceuta nunca se quitaron- y el pasado fin de semana envió allí refuerzos a la Guardia Civil. Son parches, pero no es ese el camino para resolver un problema que carece solución mientras Europa sea mucho más próspera que África subsahariana. Aun así puede ser mitigado. Estas son iniciativas que ayudarían a atemperarlo:
1) Pedir a Marruecos que logre un control de sus costas similar al alcanzado por Mauritania y Mauritania que, gracias en parte a la colaboración de la agencia europea Frontex y de la Guardia Civil, han prácticamente acabado con la inmigración irregular en cayucos hacia Canarias. En 2006, año record, llegaron al archipiélago 31.678 irregulares. En 2013 solo 104. El portavoz del Gobierno marroquí, Mustafa el Khalfi, afirmó la semana pasada que la emigración a través de las aguas del Estrecho había también caído un 95% en diez años, el porcentaje es exagerado, pero esa es la tendencia.
2) Modificar la ley de extranjería, garantista y de lenta aplicación, para que no entre en contradicción con el acuerdo hispano-marroquí de 1992 sobre readmisión de extranjeros entrados ilegalmente. Éste solo prevé que se comuniquen a Marruecos los datos disponibles sobre la identidad del inmigrante devuelto y las circunstancias de su entrada en España.
3) Convencer a Marruecos de que ponga en práctica con diligencia el acuerdo de febrero de 1992, que tardó más de 20 años en ratificar y que apenas se aplica. El grueso de las devoluciones que la Guardia Civil ha efectuado no se desarrolla con arreglo a ese acuerdo sino por las bravas, a través de las portezuelas de la verja.
4) Alentar a la Unión Europea a que concluya con Marruecos un acuerdo de readmisión de inmigrantes irregulares que lleva negociando desde hace más de una década. Bruselas firmó con Rabat en junio la llamada “Asociación para la movilidad” que prevé facilitar la circulación de los marroquíes por Europa a cambio de que las autoridades de Marruecos reanuden la negociación de ese acuerdo. Desde la firma no se han producido avances. El acuerdo UE-Rabat reforzaría el bilateral hispano-marroquí.
5) Presionar a Marruecos y, sobre todo, a Argelia para que colaboren en la lucha contra la inmigración irregular. La mayoría de los subsaharianos, y también ahora los sirios, que entran en Marruecos lo hacen a través de la frontera entre ambos países teóricamente cerrada desde 1994. Argelia apenas pone impedimentos a los subsaharianos que atraviesan su territorio con tal que se dirijan hacia Marruecos o Libia.
Si todas estas medidas entrasen en vigor, el Gobierno español podría quitar las concertinas y hasta dejar que las fuerzas de seguridad bajasen la guardia en las vallas de Ceuta y Melilla. Si Marruecos readmite de inmediato a los inmigrantes que entran irregularmente en ambas ciudades pocos serán ya lo que querrán saltar la valla o meterse el maletero de un coche para pasar la frontera.
“(…) si algún día Marruecos accede a firmar ese acuerdo, la UE podrá deshacerse en parte de esa espina ética y estética en forma de valla con cuchillas clavada en su costado”, escribe en su blog, Otras Miradas, el profesor Xavier Ferrer Gallardo, de la Universidad Autónoma de Barcelona. “El problema no estará resuelto. Pero estará externalizado y bien externalizado”, concluye.