La ONU, Washington, París, Argel etcétera reaccionaron al rechazo marroquí al mediador de Ban Ki-moon. Madrid es la única capital concernida que permanece muda.
Marruecos expresó, el jueves 17 de mayo, su rechazo a Christopher Ross, el diplomático estadounidense enviado especial del secretario general de la ONU, Ban Ki-monn, para el Sáhara Occidental. Lo hizo mediante un comunicado y una declaración del portavoz del Gobierno, Mustafa el Khalfi. Ross había adoptado “una posición tendenciosa, incompatible con su papel de mediador”, según Yussef Amrani, el hombre fuerte de la diplomacia marroquí.
La decisión de Marruecos tiene calado porque equivale a dar por terminada la actual mediación en el conflicto del Sahara que enfrenta al Frente Polisario, que reivindica la independencia del Sáhara, y Rabat, que ofrece una autonomía para el territorio, pero en el marco de la soberanía marroquí. Ross acabará, dentro de unos meses, renunciando formalmente a su misión y, después de un tiempo, Ban Ki-moon nombrará a su sucesor. El paréntesis negociador puede durar más de un año.
En las horas posteriores a la impugnación de Ross hubo múltiples reacciones. Ban Ki-moon reiteró su “plena confianza” en su enviado personal desde 2009. Argelia y el Frente Polisario hicieron otro tanto pero también arremetieron contra Rabat. El embajador de EE UU en Argel, Henry S. Ensher, declaró ante la prensa que el emisario del secretario general seguía contando con el respaldo de Washington.
En el otro bando, el portavoz de la diplomacia francesa, Bernard Valero, se limitó a “tomar nota” de la iniciativa de Marruecos y no manifestó apoyo alguno de París a Ross. Pidió, eso sí, una solución “rápida” al conflicto que dura desde hace 37 años.
El Gobierno español guardó silencio. La web del Ministerio de Asuntos Exteriores español está repleta de comunicados recientes sobre las elecciones en Serbia, el atentado en Italia o el Día internacional contra la homofobia, pero ninguno sobre en Sáhara.
Al día siguiente de la decisión de Rabat, el viernes 18, el jefe del Gobierno marroquí, Abdelilá Benkiran, hizo una visita improvisada –fue acordada tres días antes- a Madrid. Con el presidente español, Mariano Rajoy, Benkiran habló del viaje de los Príncipes de España, en junio a Casablanca, para inaugurar un foro de inversiones; de la celebración de la cumbre bilateral, el 12 de septiembre, y explicó también los motivos que sustentan su rechazo a Christopher Ross. De lo primero, Moncloa informó, de lo segundo no dijo una palabra.
Solo hoy, miércoles 23, por fin, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito, respondió a unas preguntas en Nueva York. Ante los periodistas españoles dejó caer, en castellano, unas palabras de tibio respaldo a Ross que no repitió cuando se dirigió, en francés, a la prensa marroquí. ¿Qué pensar?
España es la antigua potencia colonial del Sáhara, forma parte del llamado Grupo de Amigos del Sáhara Occidental en Naciones Unidas, el jefe de la asesoría jurídica de la ONU, Hans Corell, señaló incluso, en un dictamen emitido en 2002, que Madrid seguía ostentando la administración del territorio aunque esté ahora en manos de Marruecos. ¿Y, pese a ello, el Gobierno español no tiene nada que decir formalmente, a favor o en contra, sobre la iniciativa marroquí? Asombroso.Tanto más asombroso que Exteriores es el único ministerio que cuenta con dos direcciones generales dedicadas a la prensa.
Cuando, en 2004, Rabat forzó la dimisión de otro enviado para el Sáhara, el estadounidense James Baker, el entonces ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, elogió la labor que había desarrollado a lo largo de siete años y pidió que se mantuviera su plan para resolver el conflicto, aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero que al final nunca se puso en práctica.