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Rabat podría haber cosechado más apoyos para su oferta de autonomía si hubiese aceptado colaborar en materia de derechos humanos
Los “pesos
pesados” de la comunidad la comunidad internacional, empezando por Estados
Unidos, desean que el Sáhara Occidental sea marroquí. Algunos lo han dicho bajo
cuerda y otros más abiertamente como Francia, ahora socialista y antes de derechas,
que no pierde una oportunidad de brindar su apoyo al plan de autonomía que
Rabat ofrece al territorio desde 2007. Solo un puñado de países
latinoamericanos y africanos no comparten esta opinión.
Los occidentales quieren un Sáhara marroquí no porque crean que esta antigua colonia española pertenece a Marruecos –ninguna capital ha reconocido la soberanía marroquí sobre ese gran pedazo de desierto- sino porque no desean desestabilizar a la monarquía alauí; porque prefieren que ese territorio, cuyo tamaño equivale a la mitad de España, esté controlado por Marruecos y no por un Estado supuestamente débil como los del Sahel.
Los occidentales tienen además ahora prisas, a causa de la inestabilidad en el Sahel, por resolver un conflicto que dura desde hace 38 años. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, insistió en ello en el informe remitido este mes al Consejo de Seguridad; el presidente François Hollande lo repitió durante su reciente viaje a Marruecos.