Autoridades y sociedad civil españolas guardan silencio ante el encarcelamiento del periodista marroquí Anouzla. EE UU expresa su "preocupación" y su apoyo a la libertad de prensa.
Edgar Morin el domingo en París
He leído el editorial que, el miércoles 2 de octubre, dedicó a Anouzla el diario The Washington Post en el que le describe como un periodista que trata de “ensanchar las fronteras del periodismo y de la libertad de expresión” en Marruecos. He repasado los comunicados de más de cincuenta ONG e instituciones sobre el caso, empezando por las más grandes como Aministía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras hasta otras con menos proyección pública como la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias o la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas.
Escuché, ese mismo miércoles, a la portavoz del Departamento de Estado, Marie Hart, declarar: “la decisión del Gobierno marroquí de imputar a Ali Anouzla nos preocupa”. “Apoyamos la libertad de expresión y de prensa (…)”. “Exhortamos a las autoridades marroquíes a tratar este asunto de manera justa y transparente”. Nada menos que cuatro preguntas tuvo que contestar Hart sobre el caso.
Pero, ¿quién es Anouzla? Es el director de uno de los diarios digitales más leídos de Marruecos, Lakome, y que más exclusivas molestas ha sacado. Destapó, por ejemplo, en julio el indulto real al pederasta español Daniel Galván condenado a 30 años de cárcel. Un mes antes hizo un recuento de las largas visitas del rey Mohamed VI al extranjero durante el primer semestre del año. Anouzla fue detenido el martes 17 de septiembre y una semana después ingresó en prisión de Salé imputado por apología del terrorismo, incitación a perpetrar actos terroristas y proporcionarles ayuda material. Se le aplica la legislación antiterrorista y no la ley de prensa marroquí.
¿Qué hizo Anouzla? Publicar en árabe un artículo que enlazaba a su vez con este blog en el que estaba colgado, como en YouTube o en Dailymotion, el primer video dedicado a Marruecos de la rama magrebí de la organización terrorista Al Qaeda. Desde un punto de vista español, y también marroquí, el documento es interesante porque, entre otras cosas, desaconsejaba a los jóvenes marroquíes emigrar a España. Prueba de su importancia es que varias webs estadounidenses especializadas en terrorismo, empezando por SITE, también lo recogieron y otros muchos medios lo analizaron sin reproducirlo íntegramente.
El vídeo es, según políticos de la oposición marroquí y defensores de derechos humanos, un pretexto que sirve para castigar a Anouzla por sus incómodas exclusivas y editoriales.
El Gobierno marroquí anunció además ese mismo martes, a través de un comunicado del Ministerio de Justicia, que demandará a este periódico en España “ante las autoridades judiciales competentes” porque la divulgación del vídeo en árabe “constituye una incitación a perpetrar actos de terrorismo en el Reino” de Marruecos. En España hasta el Ministerio del Interior colgó un vídeo relevante de Al Qaeda en su web para demostrar su peligrosidad y ofrece incluso la posibilidad de descargárselo.
Recuerdo hace diez años, en junio de 2003, al entonces secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ramón Gil Casares, manifestando en su despacho al embajador de Marruecos, Abdeslam Baraka, la preocupación del Gobierno español por el periodista Ali Lmrabet condenado en mayo de 2003 a cuatro años de cárcel por haber publicado en su revista Doumane una caricatura en la que se suponía que aparecía una mano del monarca. Recuerdo a José María Aznar, entonces presidente del Gobierno, interesarse ante el monarca, en la cumbre de Marraquech de diciembre de 2003, por la suerte de Lmrabet. Días antes lo hizo también en la misma ciudad el secretario de Estado Colin Powell.
No sólo el Gobierno de Aznar hizo gestiones. Recuerdo a José Luis Rodríguez Zapatero, entonces secretario general del PSOE, solicitar a Manuel Marín, portavoz parlamentario, que redactase una carta pidiendo al Gobierno marroquí la liberación de Lmrabet. Recuerdo, por último, la movilización de la sociedad civil española, con intelectuales y periodistas protagonizando actos reivindicativos, y la cobertura de prensa que se dio al caso Lmrabet. Mohamed VI le excarceló finalmente en enero de 2004 aunque la justicia marroquí le inhabilitó después para ejercer el periodismo.
Ali Lmrabet es un francotirador que se esfuerza, como diría The Washington Post, por “ensanchar las fronteras del periodismo”. Ali Anouzla estaba al frente de un pequeño equipo de periodistas independientes que ahora trabaja a ritmo lento porque no tiene director y porque la policía judicial se llevó, con el pretexto de poder investigar a fondo, parte de los ordenadores del diario digital. Desde el punto de vista de la libertad de prensa el caso Anouzla es más grave.
Ahora, sin embargo, el Gobierno español, la clase política y la sociedad civil española guardan silencio. Solo el Encuentro Civil Euromed publicó, el 1 de octubre, un comunicado de solidaridad con el periodista encarcelado. Los estudiantes marroquíes residentes en España son más activos como quedó puesto de manifiesto el 24 de septiembre, en la Casa Árabe, ante los presidentes de ambas cámaras de Marruecos a los que amonestaron.
La crisis golpea económicamente a España, pero también la empequeñece moralmente. Basta comparar los apoyos que recibió Lmrabet con el mutismo sobre Anouzla. A los que hemos seguido desde hace años la trayectoria profesional de Anouzla, siempre nos quedará París y, sobre todo, Washington.
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Publicado por: Franc Tangerino | 06/10/2013 22:59:23