Ha sido un fin de semana de sorpresas agradables, y no solo por la belleza natural que envuelve al balneario. Para empezar, fui en avión, con una nueva compañía que se llama Pyrenair, la primera línea aérea solo para esquiadores, en la que con el billete aéreo va incluido el forfait de la estación que tu elijas en Aragón, el traslado en bus hasta las pistas desde Huesca e incluso el equipo de alquiler (tablas y botas). ¡Cuando haces la reserva del billete te piden peso, altura y nivel de esquí para que cuando llegues a la estación te esté esperando el equipo y no tengas que hacer ninguna cola!
Vuelan durante la temporada blanca desde Madrid, Canarias, Mallorca, Sevilla, Coruña y Londres hasta el aeropuerto de Huesca, donde te está esperando un autobús... ¡y a las 9,30 de la mañana estás en pistas! Desde Madrid tienen un vuelo que incluso te permite desayunar en tu casa, esquiar en el Pirineo oscense durante todo el día y esa misma noche estar de vuelta para la hora de cenar.
Pero lo que más me agradó es que detrás de esta iniciativa no están las multinacionales de siempre sino un grupo de gente joven de Jaca, amantes del esquí y de su tierra, capaces de jugarse un buen montón de dinero (montar una línea aérea no es abrir una pizzería) para generar empleo y actividad económica que ayude a frenar el despoblamiento de las montañas altoaragonesas.
La otra agradable sorpresa: el nuevo balneario de Panticosa. Un pequeño oasis de calidad y confort en uno de los rincones más bonitos del Pirineo. Se ha remodelado el antiguo Gran Hotel, conservando la fachada, para crear un cinco estrellas con 42 habitaciones según proyecto de Rafael Moneo; se han derribado viejas instalaciones para hacer otros dos hoteles de cuatro estrellas más un tercero que está por levantar, en los que también han intervenido los arquitectos Álvaro Siza y Jesús Manzanares, y se ha construido un nuevo edifico para las termas, que es una auténtica gozada, obra de Belén Moneo y su marido Jeff Brok. Vale que muchos echarán de menos el espíritu decadente y un tanto demodé del viejo balneario, pero cosas decadentes y trasnochadas ya tenemos de sobra en este país. Si como todos los expertos aseguran, el único futuro del sector turístico pasa por apostar por la calidad en vez de por la cantidad y el sol y playa baratero, este es un buen camino. Con todos su aciertos y errores.
P.D: Adoro los baños termales, me parecen uno de los mejores placeres para el cuerpo y la mejor terapia para el alma. Lástima que esta cultura del agua haya sido una de las grandes involuciones de la civilización judeo-cristiana. Imaginad que tras la Reconquista, si en vez de acabar con los hammanes árabes, con ese afán moralizante que veía pecado en todo lo que fuera placer, los cristianos hubieran conservado esa tradición de las termas, que venía ya de los romanos. Imaginad que hoy, en vez de un bar en cada esquina lleno de humo y vinazo hubiera un hamman y que tras salir de la oficina, en vez de meterte un whisky entre pecho y espalda antes de volver a casa, te dieras un bañito en el frigidarium y luego otro en la caldarium, mientas charlas con los vecinos o te relajas con música zen. Otro gallo nos cantaría, ¿no?