Paco Nadal >> El Viajero

28 feb 2009

Personajes de una isla singular

Por: EL PAÍS

Providencia es una isla pequeña que pertenece a Colombia pese a estar a solo 200 kilómetros de las costas nicaraguenses y a la que solo se puede llegar en lancha o en avioneta desde la vecina San Andrés. La gente suele venir aquí a descansar, a disfrutar de sus playas o a bucear. Tiene el tercer arrecife de coral más largo del mundo, después de los de Australia y Belice. Pero a mi más que sus paisajes, me parecieron interesantes sus personajes. Estos son algunos de ellos.
Antonio Archbold, práctico de la bahía
Uno de los líderes de la comunidad creole y personaje respetado en toda la isla. Pase una agradable mañana charlando con él en el porche de su casa de madera, rodeado de nietos y bisnietos que entraban y salían. 71 años y un sorprendente parecido con Sean Connery, media vida como pescador y marino en todo tipo de barcos, conoce el mar Caribe como la palma de su mano y lucha por conservar la biodivesidad de su isla. Habla de forma cadenciosa y suave, pensando en inglés y traduciendo luego al español. Trasmite paz y serenidad; tantas que dan ganas de ser como él, un venerable hombre en paz consigo mismo y con lo que le rodea sentado sin prisas en el porche de su casa. Me habló de cómo la comunidad decidió abandonar la ganadería porque fomentaba la desertización y la pérdida de suelo de la isla, del problema de las basuras y los residuos sólidos (han logrado que se prohiba la entrada de botellas de vídrio no reciclable en Providencia), de la cooperativa de pescadores que ayudó a montar y de los esfuerzos por convencer a sus compañeros de que el caracol y la langosta no son infinitos, que si los pescan en demasía acabarán con ellos. Y de cómo conciliar el turismo y el futuro de sus hijos y sus nietos, que ya estudian en la univeridad y no quieren ser pescadores ni agricultores, con la conservación de la isla.
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Roland Bryan, propietario de chiringuito
Dueño del chiringuito más famoso de Providencia, el de la playa de Manzanillo. Showman y astuto hombre de negocios que enreda a sus clientes con un desparpajo fuera de lo común y una hiperactividad a prueba de clima tropical. Su bar-restaurante está abierto las 24 horas del día en una de las playas más bonitas de la isla, con música reggae, calypso, salsa, cumbia..., una hogera en el centro, hamacas y tumbonas entre los cocoteros, su simpatía y todo tipo de cócteles, incluido el Roland' Espacial (no es un error, es esPAcial), que lleva ron, wiskhy, ginebra y no se cuantas miles de cosas más y se sirve en un coco. El primer y único afterhours de Providencia. Un sitio al que no puedes dejar de ir.
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Richard Hawkins, librepensador
Regenta otro famoso chiringuito a pie de arena, el de la playa del Suroeste. Pero está en las antípodas de Roland. Hay música también y cócteles (buenos mojitos, por cierto), pero el ambiente es más tranquilo y menos alocado. Richard es un librepensador, un místico que igual podría ser rasta que sufí. Pasó cinco años trabajando en barcos de carga por el Caribe y otro montón de ermitaño en lo alto de la montaña más elevada de Providencia. Solo bajó cuando se enteró de que su isla estaba amenazada por varios proyectos turísticos de gran envergadura, para luchar contra ellos. Si lo colocas entre Bob Marley y los Wailers, no desentona. "Solo quien sabe disfrutar del momento presente puede construir un buen futuro", me dice. Y me quedo con él en su chiringuito, disfrutando del momento inmediato, disfrutando del mejor atardecer de la isla. Tratando de que los dioses del Caribe me depararen un buen futuro.
Y muchos más.... como Felipe Cabezas, el buzo loco y grandote con rastas que es capaz de tirarse al agua sin equipo y darse cuenta de ello solo 20 minutos después. Como Jennyfer Archbold, la guía de turismo a la que la isla le enseñó cúal era su sitio en el mundo... como Josefina, una señora de armas tomar que regenta un restaurante y se enfrenta al mismísimo presidente Uribe si hace falta para defender a su isla....
Pero para conocerlos hay que venir hasta aquí, hasta la isla que reparte Providencia entre quienes son capaces de amarla y respetarla.

27 feb 2009

Una isla de Providencia

Por: EL PAÍS

Decididamente, no hay nada como viajar para aprender. O al menos para tener elementos con qué comparar. Cuando llegue a San Andrés me pareció una isla tranquila, con mucha vida local y poco arrasada por los megarsort de mil habitaciones típicos del Caribe. Pero ahora que acabo de aterrizar en Providencia, la segunda isla de este archipiélago del Caribe colombiano, me doy cuenta de que ésta es todavía más natural, menos masificada y con más vida autóctona que San Andrés. No es que haya dejado de gustarme San Andrés, pero según qué busques es todavía mejor Providencia.
Y ese que busques está claro: ecoturismo, naturaleza relativamente intacta, playas casi solitarias, inmersión en la vida de una genuina comunidad afrocaribeña y muuuuuucha, pero muuuuucha tranquilidad. La isla perfecta para ir en pareja en plan romántico. Poco apta en cambio para quienes prefieran algo más de marcha nocturna, shopping o complejos hoteleros con muchos servicios. Que es una forma tan válida de pasar unas vacaciones como cualquier otra, que conste.
A Providencia fue donde arribaron en 1629 los puritanos baptistas ingleses a bordo del ?Seaflower? para fundar el primer asentamiento estable del archipiélago. A lo largo de los siglos la isla ha cambiado de manos repetidas veces: inglesa, española, otra vez inglesa, refugio de piratas? incluso durante un tiempo perteneció a una hipotética República independiente de Argentina y Chile instaurada por un francés llamado Aury. En la isla había maderas nobles y se podía cultivar el algodón. Pero hacía falta mano de obra barata y esa la aportaban los esclavos negros. Cada comunidad trajo los suyos y cuando los amos europeos se fueron o murieron, los esclavos quedaron en la isla. Por eso la mayoría de sus habitantes son de color o mestizos, hablan inglés y creole y profesan en buena medida el protestantismo.
A mi Providencia me ha enamorado, aunque no se si sería capaz de quedarme a vivir aquí. Demasiado sosiego para un culo inquieto. Me ha enamorado porque no conozco otra isla del Caribe en la que no haya ni un solo ? ni uno solo, sin exagerar ? edificio moderno o en altura. Lo más alto de la isla es la torre de control del aeropuerto. Todo lo demás son casas tradicionales afrocaribeñas de planta baja sobre pilotes de madera, con colores alegres y tejados de chapa pintados de rojo o verde. Solo hay una carretera que circunvala esta isla volcánica; el interior hay que recorrerlo a pie. El aeropuerto es de juguete y solo admite aviones de 18 pasajeros. Puedes dejar el coche con las llaves puestas o la puerta de la habitación abierta que nadie la va a tocar. Y los isleños controlan la inmensa mayoría de establecimientos turísticos, en vez de grandes empresas o multinacionales.
Todo esto se debe a la tenacidad de la comunidad local que ha impedido -de momento- que su isla quede en manos de grandes cadenas hoteleras y que se construyan infra-estructuras turísticas desmedidas para el tamaño y los recursos de una isla de 17 kilómetros cuadrados y 5.500 habitantes (San Andrés tiene 27 km cuadrados y 60.000 habitantes oficiales, aunque es posible que lleguen hasta los 100.000). Hay una fuerte contestación vecinal a ese tipo de desarrollo, un alto grado de conciencia ecológica y bastante unidad en la idea de que deben de preservar la autenticidad de su isla, sin renunciar a que lleguen turistas. Otra cosa más compleja es cómo conseguirlo.
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POSDATA: Para ET y sin que sirva de precedente. Me & Mr. Alpañez pasándolo duro en esta ajetreada isla (como estoy celoso no he querido poner una foto solo de él).

26 feb 2009

Cosas que hacer en San Andrés isla

Por: EL PAÍS

1. Ir al bar de mis sueños
El día que me jubile, que me busquen aquí. No se si quien le puso el nombre pensaba en el éxtasis de los submarinistas cuando ven corales o en alguna otra imagen más libidinosa rodeado de agua de mar. Me apunto a la segunda.
2. Holgazanear en esta hamaca
San Andrés no tiene muchas playas, la mayoría de la costa es de coral fósil. Pero las pocas que hay son muy agradables y con aguas transparentes gracias a la placidez de la laguna del arrecife. Si consigues olvidar tu estrés de urbanita, si apagas tu móvil, si no andas todo el día detrás de una conexión a internet para consultar tu correo y no te acuerdas de que el mes que viene te volverán a cargar, sí o sí, el recibo de la hipotéca..... ¡hasta te puedes creer el ser más afortunado y relajado de la tierra en esta tumbona!
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3. Subir a la Loma para visitar la iglesia baptista más antigua
La fundó en 1844 el pastor baptista Phillips Livingstone y excepto pequeños arreglos, permanece tal cual fue eregida. Los primeros colonos de este archipiélago fueron puritanos baptistas ingleses que huían de la persecución en Europa en el siglo XVII. Por eso la religión mayoritaria entre la población local es la baptista y su idioma el inglés. Hay visitas guiadas a la iglesia todos los días y el culto se celebra los domingos, de 10,30 a 13. Quienes quieran integrarse en él son siempre bienvenido.
Quizá sea una buena ocasión para hablar con la población creole, interesarse por su historia y por sus problemas cotidianos, que son muchos. Hablar con ellos del desarrollo de la isla, de su grado de participación en él, de qué piensa sobre el futuro de sus hijos. Siempre he creído firmemente que un turista no puede ser un especimen vácuo que ande por el mundo coleccionando lugares bonitos pero pasando de puntillas sobre la realidad deesos lugares. Ser turista no significa evadirse de los problemas locales. Siempre se aprende hablando con la gente.
(tenía preparado este post para colocarlo hoy, pero el comentario de Jairo Archbold en el anterior post parece que lo justifica aún más. Jairo es sin duda originario de esta islas, porque Archbold es uno de los apellidos más comunes. No ignoro ni me evado de esos problemas que comentas, Jairo, solo que el formato de un blog no da para ponerlo todo a la vez y el mismo día. Es un serial por entregas. Y me quedan muchas entregas y muchos días de estar en Colombia. De todas formas, esto es un blog de viajes y turismo, no de política interior. Pero agradezco tus comentarios)

25 feb 2009

Los corales de San Andrés

Por: EL PAÍS

Aparte de la compra de frigoríficos baratos, otro de los grandes atractivos de la isla colombiana de San Andres es el buceo. Toda la isla es de origen coralino (apenas levanta un centenar de metros sobre la superficie) y está rodeada por un gran arrecife que la protege de los embates del mar.
Por eso, es lógico que des una patada y salga un centro de buceo. Hay oferta para todos los gustos, desde snorkeling (palabro que significa bucear con tubo y gafas, como hemos hecho toda la vida, solo que ahora se dice en inglés) a inmersiones para buzos experimentados.
El coral está en un muy buen grado de conservación, mejor que en otras partes del mundo que se las dan de fama por sus arrecifes. Hay mucho coral blando, grandes esponjas, coral cerebro? Se ve también mucha vida menuda, peces de arrecife muy coloridos y vistosos, alguna barracuda grande, pero apenas hay vida marina de gran tamaño. La pesca (principal recurso de la isla) ha esquilmado estos fondos, como tantos otros en el mundo. No os podéis imaginar hasta que punto el mar es un desierto debido a la sobrepesca. Cuando me preguntan si a los buzos no nos da miedo toparnos con un tiburón o algún bicho grande es porque el interlocutor no sabe que lo realmente difícil, casi una lotería, es cruzarte en el fondo del mar con un tiburón o algún bicho grande.

En resumen, un buen destino para ver corales y para buzos noveles o de nivel medio. A quienes busquen encuentros con grandes pelágicos se les puede quedar corto.
PD: lo de la foto pequeña no es una ampliación de la neurona única de un periodista de viajes en pleno rendimiento sino un detalle del coral cerebro. Es increíble los juegos de formas y colores que la naturaleza puede crear en un jardín de coral. Hay que verlo para creerlo. No lo superaría ni el mejor de los diseñadores.

24 feb 2009

El Caribe, pero colombiano

Por: EL PAÍS

Acabo de bajar de un vuelo de casi dos horas que me ha colocado en pleno Caribe, pero sin salir de Colombia. Hoy escribo desde la isla de San Andrés, que junto con la de Providencia y la de Santa Catalina forman el archipiélago del Caribe colombiano. Un lugar curioso, porque está más cerca de Panamá o de Nicaragua (unos 200 kilómetros) que de la propia Colombia (700 kilómetros hasta Cartagena de Indias), tiene raíces inglesas y afrocaribeñas, la religión dominante es la baptista y la población autóctona conserva como lengua materna el creole, un dialecto entre el inglés y nadie sabe muy bien qué, usado ya por los antiguos esclavos para que sus amos no les entendieran.
Como además el gobierno colombiano, para favorecer su economía, le otorgó el estatus de puerto franco, la capital de la isla tiene un punto a Andorra pero en versión tropical, con todas las calles llenas de tiendas de electrodomésticos, electrónica, ropa de marca, etc. etc. Es famoso entre los colombianos venir a San Andrés de vacaciones y volver con un frigorífico, la tele de plasma y unos tejanos Levis a muy buen precio. Todo un choque visual y emocional después del ambiente serrano y más contenido de Bogotá.
Sin embargo, la isla tiene su punto. Como ha estado fuera de los grandes circuitos turísticos que arrasaron casi todo el Caribe, no hay grandes construcciones, ni megaresort de mil habitaciones, ni torres de apartamentos ni discotecas de bakalao para turistas en busca de emociones nocturnas.
Hay mucha vida local, changarros de palma y caña a orillas de la playa con música reggae y ron, galleras donde los domingos se hacen peleas de gallos, restaurantes sencillos que nunca saldrían en una revista tipo Casa & Campo pero donde ponen una langosta que te mueres por cuatro duros y buenos arrecifes de coral para bucear.
Inmersión en la cultura local garantizada, porque además no hay otra. Eso sí, olvidaros de entender ni papa de creole, aunque tengáis el Proficiency en inglés. Para eso hay que nacer sanandresano. Hasta mañana, me voy a bucear.

23 feb 2009

Una mañana con Botero

Por: EL PAÍS

Después de los excesos de anoche en Andrés, el cuerpo pide algo tranquilo. Por eso esta mañana he vuelto por La Candelaría para visitar uno de los museos más populares de Bogotá: el de Fernando Botero.
Ocupa una enorme casa colonial en el barrio viejo y reúne lo mejor de sus pinturas más alguna escultura de tamaño menor. De las obras escultóricas grandes que le han hecho tan famoso solo está la de la mano regordeta que apunta hacia el cielo.
Botero es paisa, es decir, original de Medellín. Gente alegre, festera, de rumba, muy colorida, muy pegada a su tierra y a su familia. Y así son sus obras, vivas y alborozadas, como su Medellín natal.
Me cuenta el guía con el que hago el recorrido que empezó a pintar personas y objetos desproporcionados en Italia; un día pintó una mandolina y por error dibujo la boquilla de la guitarra más pequeña de lo normal, pero lejos de romper el boceto quedó encantado con la diferencia de las proporciones. De ahí a pintar señoras vacaburras y señores con cintura de zeppelín fue todo una.
Me gusta la pintura de Botero. Me parece el naif llevado al terreno más onírico y personal. Una alabanza a la felicidad de las gentes sencillas. Dicen que a diferencia de otros pintores, que empiezan bocetando la cara, él comienza los cuadros por abajo, por los pies, y los termina por la cabeza. Y que nunca usa un lienzo montado sobre bastidor. Clava una gran tela en la pared y empieza a pintar sobre ella, cuando decide que la escena está acabada, recorta el lienzo por los bordes del trozo pintado y entonces lo monta sobre bastidor.
Además, después de ver estos personajes de rostro tan hierático pero de apariencia tan feliz, uno se reconcilia con la báscula. Y no siente remordimiento del solomillo de 500 gramos con papas criollas que cayó anoche.

22 feb 2009

La locura de Andrés carne de res

Por: EL PAÍS

No puedes decir que has estado en Bogotá si no has ido al menos una noche a cenar al lugar más loco y disparatado de toda Colombia: Andrés carne de res.
Está en Chía, a unos 8 kilómetros del centro, y lo normal es que empieces cenando eso, carne de res, pero acabes bailando salsa encima de las mesas o en alguna de las dos pistas de baile con un pedal considerable de ron. De hecho su denominación es restaurante-bailadero.

El tal Andrés, personaje bohemio y emprendedor, empezó hace muchos años con un merendero a pie de carretera donde servía carnes a la parrilla. Poco a poco se fue haciendo muy popular entre los bogotanos y terminó convertido en un espectáculo en sí mismo, que va más allá de la restauración.
Hay colas para llegar, docenas de aparcacoches que te ayudan a dejar el carro, servicio de vigilancia y atención al tráfico. Y una vez que entras? una orgía barroca. Las paredes y techos están decoradas con todo tipo de cachivaches, afiches, trastos, lucecitas, banderitas, chapas, antigüedades y los más variopintos objetos que te puedas imaginar, de tal manera que no cabe ni un alfiler. Hay unas 300 mesas y 850 empleados, de ellos 250 meseros (camareros); es decir, casi uno por cada mesa. Mientras cenas van desfilando todo tipo de personajes y animaciones, desde diablos a pachangas de carnaval. Si encima dices que es tu cumpleaños te montan un show que nunca más querrás volver a celebrar tu onomástica con una aburrida tarta de merengue con velas.
Solo abre de jueves a domingos y se pone a reventar de gente joven de la clase media-alta bogotana y de extranjeros, todos con ganas de agradar. Lo normal es que antes de que llegue el segundo plato, la peña esté ya en estado de catarsis colectiva. Y a los postres no queda nadie en su mesa: están todos bailando salsa, vallenato o cumbia hasta en el cuarto de baño. A las 3 de la mañana se abre un servicio para guayabos (borrachos) con caldo caliente y algo más de comida con la que bajar la resaca antes de coger el coche de vuelta.
Además, creo que solo una o ninguna vez en mi vida había visto tal concentración de tías buenas. Para que nos vamos a engañar. Una locura. Aunque para información del personal femenino que lea esto y tenga intención de ir a Andrés carne de res, según la amiga colombiana que me acompañaba el nivel de tíos buenos tampoco dejaba que desear; sobre todo los meseros. Yo estaba ya bastante ocupado con el tercer ron como para darme cuenta, pero según ella el deporte favorito de las chicas es tocarle el culo a los meseros aprovechando que el local está atestado y ellos van con las manos en alto cargadas de bandejas; ¡las muy lagartas!
En fin, la bomba. Ya nunca un filete de ternera me sabrá igual.
(para los que les gusta los datos prácticos, una cena para dos puede costar unos 50 ? más bebida)

21 feb 2009

Bogotá positiva

Por: EL PAÍS

Los chicos de la foto pertenecen a un nuevo grupo de asesores turísticos formados por el Ayuntamiento de Bogotá para orientar a los visitantes en diversos rincones de la ciudad. Cuando les hice la foto estaban en la puerta de unas dependencias municipales a la espera de que les comunicaran su destino definitivo de trabajo.
Esta nueva unidad de guías ataviados con un llamativo chaquetón amarillo se llama Bogotá Positiva y no me parece que sea por casualidad. Esa es la sensación que flota en el ambiente y la que yo más he percibido en los dos días que llevo aquí. Hay ganas de pasar página y olvidar los duros años de plomo que ha sufrido este país. Estuve dos veces antes en Bogotá, hace 20 y 12 años respectivamente, y lo que recuerdo de aquellas visitas era una ciudad atenazada por la violencia en la que los extranjeros nos moviamos asustados.
Ahora por fortuna muchas cosas están cambiado en el pais. Ya me lo comentaron muchos compañeros de profesión y amigos que han estado por aqui recientemente y lo estoy comprobando yo ahora: al menos en Bogotá (cuando siga hacia el interior del país os contaré lo que veo por allí) la violencia secular que amordazó Colombia ha remitido de forma considerable. Viajar en coche de una ciudad a otra ya no es una lotería a ver si te secuestran o no. Y los problemas de seguridad de Bogotá - que siguen existiendo, no hay que bajar la guardia - son los mismos que pueda tener cualquier otra ciudad de 8 millones de habitantes.
Se ve policía por todos lados, puedes salir por la noche por zonas como Rosales, Usaquí, Santa Bárbara o Barrio Chico sin ningún temor, tomar un taxi en plena calle ya no es un deporte de riesgo y se palpan entre los colombianos las ganas de acabar con esos tópicos que han lastrado la imagen de la ciudad.
Una anécdota que me ha pasado esta mañana: estoy aquí entre otras cosas rodando un programa de viajes para una TV. Lo presentamos a medias entre mi compañero de fatigas Antonio Alpañez y yo. Estabamos preparando una entradilla en la plaza Bolívar y Antonio repetía en voz alta el texto que tenía que decir a cámara: "Colombia, un pais cargado de tópicos..." cuando ha pasado un señor y al oirlo le ha increpado que por que habla mal de su pais, que ya estaba bien de siempre la misma monserga, que qué razones tenía para decir eso de su país... todo de una forma educada pero muy cabreado. Hasta que le hemos aclarado que estaba ensayando un texto para decir frente a una cámara y que la frase completa era "Colombia, un pais cargado de tópicos... que hay que empezar a desterrar". No se si se ha ido muy convencido.

21 feb 2009

Es chévere, es Colombia

Por: EL PAÍS

Estoy por fin en Colombia. Aterricé en Bogotá y hoy he dedicado el día a recorrer la ciudad. La capital colombiana no es tan monumental como pueda ser Cartagena de Indias, pero tiene un pequeño casco histórico lleno de lugares interesantes. Bogotá es una ciudad sobre todo joven, con miles de estudiantes procedentes de todo el país, una ciudad de buenos de museos, muy literaria, muy abierta. Al barrio antiguo le llaman La Candelaria y es el único que tiene calles con nombre; con nombre bonito y sugerente, me refiero: calle de La Rosa, callejón de la Moneda, calle de las Culebras... en los que se respira aún la esencia de la vieja ciudad adoquinada y colonial. El resto de vías de esta metrópoli de 8 millones de habitantes que los españoles fundaron a 2.600 metros de altitud en la cordillera central del pais se rige por el más cartesiano y funcional (y más aséptico) formato de lo números: calle 176, carrera Septima...
El edificio emblemático es la catedral, la que tengo detrás en la foto. Pero el que más me ha impactado - por lo que tiene de historia reciente - es el nuevo palacio de justicia, en el costado derecho de la catedral. Es un edificio moderno pero con líneas clásicas, para no romper la unidad de esta plaza mayor de la vieja Bogotá, que sustituye al antiguo palacio, destruido en 1985 durante uno de los peores episodios de violencia que se recuerdan en el país. Guerrilleros del M-19 tomaron los juzgados e hicieron cientos de rehenes. El posterior asalto del ejército causó medio cenenar de muertos y la casi total destrucción del edificio.
Este es un tema recurrente cuando se habla de Colombia. Violencia e inseguridad. Pero hasta los tópicos más grandes caen antes o después. Es al menos lo que estoy notando durante estos primeros días en la ciudad. Como el jet lag me tiene hecho una piltrafa, os lo cuento en el post de mañana.

18 feb 2009

Darwin, Rusell Crowe, galápagos y Dios

Por: EL PAÍS

Estos días ando saturado de vibraciones evolucionista. Lo del bicentenario de Darwin está resultando tan mediático que rara es la jornada que no te llevas a la cama algún nuevo dato o algún recordatorio sobre el tema. Siempre me apasionó la historia del padre de la teoría de la evolución, sus viajes y sus deducciones.
Pero desde que leí "Hacia los confines del mundo" (Harry Thompson, ed. Salamandra) parece como si el bueno de Charles fuera de la familia; me parece verlo a mi lado todos los días cuando voy a comprar el pan, sentado a mi vera cuando escribo en la oficina o esperando el metro en Concha Espina, mientras mide la talla de los pinzones de la Galápagos o busca evidencias del Diluvio Universal en la pampa argentina.
Además me parece oir a Boquerini por todos lados (el otro día creí escucharlo hasta en Kiss FM, lo cual empieza a ser síntoma de demencia) y me he visto siete veces Master and Commander.
Por eso rescate la copia del documental que hice en Galápagos. Cuando estuve allí me acordé mucho del Beagle, de Darwin y del capitán Fitz-Roy (el gran olvidado de este bicentenario, a pesar de que tuvo mucho que ver en el éxito del viaje que sirvio a Darwin de campo de trabajo para su teoría; sin Fitz-Roy dudo que hoy pudieramos rebatir con conocimientos y datos a los chalados del creacionismo).
Por eso, cuando desmbarqué en la isla de San Bartolomé, en Galápagos, lo hice casi como quien va de peregrinación a la Meca. Con todo el fervor y devoción del mundo subi hasta la cima, hasta donde se divisa ese famoso paisaje que sale en la pelicula Master and Commander, cuando Maturin está recogiendo especies y aparece tras él el Acheron, el barco francés.

Y allí sentado al atardecer, rodeado de un paisaje que no ha cambiado en los últimos millones de años, di gracias por ser solo un humano, por ser solo un producto del azar, un eslabón más en la cadena evolutiva de millones de años que llevo desde las cianobacterias hasta el homo sapiens. Y no un modelo en barro cocido a imagen y semejanza de nada. Gracias tío Charles por poner cada cosa en su sitio. A Dios lo que es de Dios y a la evolución lo que es de la evolución.
(el paisaje del que hablo es el que sale en las primeras escenas de este otro trozo del documental)
El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Un blog de viajes para gente viajera en el que tienen cabida todos aquellos destinos, todos aquellos comentarios, todas aquellas valoraciones que no encontrarás en otros medios.

Un espacio abierto a la participación con información diaria y actualizada sobre países y ciudades, alojamientos, transportes, gastronomía, rutas, ideas para ahorrar dinero o para gastárselo en lo mejor en lo que uno puede invertir su tiempo: en viajar. Todo contrastado y analizado en primera persona.

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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