Paco Nadal >> El Viajero

Siempre he pensado que lo mejor de los lugares son sus personajes. No hay nada como descubir un país a través de los sujetos que lo pueblan: siempre encuentras vidas increíbles que te enseñan algo.
En Honningsvag, un pueblecito de 5.000 habitantes a 35 kilómetros del cabo Norte, el lugar habitado (o al menos con gasolinera, internet y cerveza) más septentrional del continente europeo, encontré a dos de ellos. Son españoles, se llaman José Mijares y Gloria Pamplona y después de trabajar durante 10 años como guías turísticos en Noruega decidieron retirarse a este remoto lugar en el que la noche polar dura tres meses para montar un...¡bar de hielo!
Como suena. Compraron un bajo comercial cerca del puerto y cada año, al llegar la primavera, acuden provisto de motosierras a los lagos del interior de Laponia y cortan entre 30 y 40 toneladas de hielo en bloques de 60 centímetros de espesor cada uno con los que forran el interior del local hasta dar vida a este Ice Bar, donde todo, desde los asientos a la barra pasando por los vasos son de hielo.
"No vendemos solo el atractivo de tomarte una copa en pleno verano rodeado de hielo", me cuenta Gloria, "es también una lección sobre las glaciaciones. Puedes tocar el hielo del Ártico en el Ártico. Cada bloque cuenta una historia del invierno pasado. Ese que ves ahí traslúcido es hielo de primavera porque ya tiene nieve dentro. El de allá, completamente transparente, es hielo de los días más crudos del invierno". Un libro abierto... y además no hace falta que le pongas cubitos al gin-tonic.
Tienen una página web por si quereis ver más fotos del bar por dentro.

Pues por la noche en el Hurtigruten, sobre todo en estas fechas de finales de invierno y principos de la primavera, lo que se hace es ponerse encima toda la ropa que lleves en la maleta y un poco más, salir a la cubierta más alta, sentarte allí dejando solo la nariz fuera del anorak y esperar a que con un poco de suerte aparezca....
....... !UNA AURORA BOREAL¡
Al principio no es más que una banda lechosa que cruza el firmamento, como una nube un poco más densa que las demás. Hasta que de repente esa masa amorfa se transforma en una bandera de colores fluorescentes que cruza como un relámpago la oscuridad azulada. En cuestión de segundos el cielo se convirte en un caleidoscopio de colores que pugnan unos contra otros por hacerse un hueco en el espacio.
La aurora que logramos ver ayer desde la cubierta del Finnmarkken era sobre todo verde y amarilla, pero hay ocasiones en que el cielo se convierte en un arco iris de morados, azules eléctricos, verdes fantasmales, rosas pálidos, blancos purpúreos, rojos volcánicos... Una orgía que merece ser disfrutada al menos una vez en la vida.
Las auroras son uno de los fenómenos más maravillosos, inolvidables e imprevisibles de la naturaleza. Ver una aurora es como asistir a una performance en la que cada actuación es única. Irrepetible. No hay dos auroras iguales, ni seguridad de que se producirá en un punto determinado. Pasé buena parte de la primera noche en el barco al raso, esperándolas con un frío de mil demonios, pero no llegaron. Y sin embargo, la segunda noche, mientras hablaba con unos compañeros de viaje después de la cena, comenzó el espectáculo que veis en las fotos sin apenas avisar. Es parte de su magia y de su misterio.
Los inuits, mal llamados esquimales, creían que las auroras eran el reino donde habitaban sus familiares fallecidos. Si las luces se movían con rapidez y agitación significaba que los difuntos estaba tratando de ponerse en contacto con ellos.
De ser cierto, ésta que fotografié fue suficientemente rápida y agitada para pensar que alguién estaba intentado poner una conferencia de larga distancia desde el más allá con alguno de nosotros. Toquemos madera.
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Para saber más de las auroras y sobre cómo se producen, pincha aquí

Más fotos de auroras boreales, aquí



Escribo a bordo del Finnmarken, uno de los barcos del servicio Hurtigruten. Navegamos por la costa noruega en dirección al Cabo Norte. Uno puede pensar que en esta época del año y por estos mares cercanos al Ártico, la navegación es de todo menos placentera: olas, iceberg, tormentas... Pues nada más lejos de la realidad. Como la costa de Noruega está salpicada por miles de islas e islotes el barco navega por canales de aguas tranquilas, sin apenas sobresaltos (si exceptuamos el de ver a veces demasiado cerca de la borda las paredes de los acantilados y de los fiordos) y casi nunca sale a mar abierto.
Ese fue precisamente el acierto de August Kriegsman Gran, un asesor de buques a vapor, que en 1891 aseguró que conocía una ruta para navegar por estas aguas en invierno, con oscuridad total, pese a que solo existían dos cartas náuticas y 28 faros al norte de Trondheim. Lo tomaron por loco. Pero dos años después el gobierno le concedió una licencia para establecer un servico de barcos-correo que fue todo un éxito y facilitó el contacto con el mundo exterior a todos los pueblos costeros del norte del país. El correo que antes tardaba cinco meses en llegar lo hacía ahora en solo unos días.
Ya dije ayer que en el mundo de internet el Hurtigruten ha perdido su sentido de barco-correo, pero el turismo le está dando nuevas posibilidades de existencia. No funciona como un crucero clásico (hay gente que sube y baja en cada una de las paradas, como si fuera un autobús), pero la mayoría del pasaje lo forma grupos de turistas que hacen una parte del recorrido para disfrutar desde la cubierta de los paisajes nevados más fascinantes y soberbio que os podais imaginar. Lugares vírgenes que solo se pueden ver desde esta posición privilegiada. Hay excursiones diarias a tierra, pianista en el bar y clases de baile para los interesados. Pero aquí acaban las similitudes con un crucero convencional. Esto es...digamos... un poco más tranquilo y... selecto.
Sin embargo, en esta época del año lo mejor llega por la noche. Y no me refiero a la marcha en la discoteca: la media de edad de mis compañeros de pasaje roza la de Matusalén y lo más cañero que tocan en el music-bar es un pasodobe; el Hurtigruten es un barco para disfrutar de la naturaleza más salvaje. Si buscas hacer pandilla y pasar la noche bailando, este no es tu barco.
Mañana os cuento qué se hace a bordo por la noche.
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La programación de Hurtigruten es español la teneis pinchando aquí

Más sobre la costa de Noruega, aquí

He venido hasta Tromso para tomar aquí el Hurtigruten, el famoso barco correo que recorre a diario, 365 días al año, la costa noruega desde Bergen hasta Kirkenes, en la frontera con Rusia? llueva, truene o relampaguee. Una reliquia de las comunicaciones mar´timas y un orgullo para los noruegos, que lleva funcionando interrumpidamente desde 1893.
Obviamente, en un mundo de comunicaciones superavanzadas, un servicio así, que implica mantener una flota de 13 barcos en continuo movimiento a lo largo de 4.800 kilómetros (ida y vuelta), es deficitario y funciona más por nostalgia que por necesidad. Pero hasta hace poco el barco-correo del Hurtigruten (que en noruego significa la vía rápida) era la única manera de llegar a pueblos remotos de la laponia noruega en pleno invierno. Y aún hoy se detiene, aunque sea 15 minutos, en aldeas perdidas y más pequeñas que el propio barco solo para dejar unos paquetes o una saca de correo.
Hemos salido de Tromso al atardecer y los primeros kilómetros de travesía nos han regalado un espectáculo sensacional. Las luces de la ciudad, extendidas lo largo de la costa como una guirnalda de fósforos, ponían una nota de lejana calidez en el manto gris azulado que empezaba a cubrir todo el escenario. El cielo, las montañas nevadas y el frío mar se confundían en una sopa densa en la que, de vez en cuando, parpadeaba una luz lejana. Un atisbo de vida perdido en la inmensidad de un mundo de nieve, hielo y aguas gélidas.
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Si quieres ver un mapa interactivo de toda la ruta del Hurtigruten y de la posición en tiempo real de cada uno de los barcos, pincha aquí
Si algo me ha gustado siempre de los noruegos es su estilo de vida, apegado a la naturaleza. Aunque en esa naturaleza haya 2 metros de nieve y 20 bajo cero. Las ciudades noruegas son una prolongación de los bosques y lagos que las rodean. Aquí en Tromso eso parece fácil, porque está ubicada en la extrema y salvaje Laponia, pero es que incluso Oslo, con sus 500.000 habitantes, transmite esa misma sensación: vas dando un paseo a pie por el centro y si te descuidas, te sales del asfalto y apareces de repente en medio de un bosque de abedules al pie de un lago cristalino.

Hoy he pasado la mañana dando un paseo en trineo de perros por los alrededores de Tromso. Es una delicia recorrer estos paisajes inmaculados abrigado por pieles de reno, sin más ruido que el jadeo de los perros y el siseo de las cuchillas del trineo al romper la capa de nieve en polvo. Más curioso aún es el mundo de esto perros árticos. Uno puede pensar que cargar con 30 kilos (si apenas pesas 10) y correr durante 14 horas al día es un trabajo de esclavos, pero ellos están encantados de hacerlo. Es más, están hechos por el hombre a base de cruces desde hace cientos de años para soportar estas duras condiciones. Gracias a los perros árticos (malamutes samoyedos, alaskan husky..) se conquistaron los polos.
Todas las veces que he viajado en trineo de perros se me ha quedado marcada la misma imagen: docenas de perros ladrando como posesos en su perrera, dejándose el cuello en la cadena de tanto tirar y brincar por llamar la atención de su dueño, para que los elija a ellos, como diciendo: "llévame, llévame a mi". Están genéticamente adaptados para estos esfuerzos y enferman si el musher los deja una y otra vez olvidados en la perrera en vez de engancharlos en el tiro para la siguiente aventura.
Luego un "viros" (guiso de reno con patatas) y un café bien caliente en un "lavvo" (una cabaña cónica típica de los samis, mal llamados esquimales) y te vuelves al hotel más feliz que unas castañuelas. Vamos, que ni te acuerdas de los veinte bajo cero.
PD: he tenido problemas con la conxión a internet. Parece ser que aquí, en el techo del globo terráqueo, la señal de los satélites llegan torcida (eso al menos me han exlicado) y con frecuencia se pierde la conexión. Por eso he estado desaparecido un par de días. Odin, dios de los vikingos, y los satélites quieran que pueda seguir conectandome durante los próximos.

26 mar 2009

Crónicas desde el Cabo Norte: Trømso

Por: EL PAÍS

Hola a todos. Acabo de llegar a Trømso, la capital del norte de Noruega. La verdad es que esta vez era fácil adivinar el destino, ¿eh? Apenas me ha dado tiempo de ver nada porque he aterrizado ya con noche cerrada: lo justo para hacerme una foto en el puerto y cenar un bacalao de muerte en el XII, un restaurante cuyo chef es valenciano y se apiada de quienes tienen la ocurrencia de cenar a las 11 de la noche, horario a todas luces latino pero no escandinavo.
Trømso es una gran ciudad de 60.000 habitantes, 10.000 de ellos universitarios. A principios de los 70 el gobierno noruego decidió crear en este lejano norte una gran Universidad que frenara la sangría de gente joven que, ante la falta de posibilidades para seguir sus estudios, emigraba al sur, a Oslo por lo general, y ya no volvía, contribuyendo a despoblar aún más unas tierras ya de por si escasas del género humana. La iniciativa fue un éxito y hoy Trømso es una ciudad llena de gente joven y de ambiente nocturno. Dicen que en sus pubs y discotecas caben a la vez unas 20.000 personas, es decir un tercio de la población total. Porque está claro que en un sitio en el que durante medio año solo hay unas horas de luz al día y la temperatura rara vez sube de cero grados tomarse las copas por la calle es una idea suicida.
La calidad de vida noruega se nota nada más llegar: la ciudad está construida sobre varias islas. Y todas están interconectadas por una increíble red de túneles bajo el mar, con sus rotondas, sus cruces, sus semáforos, sus dobles carriles... Una obra que los habitantes de la ciudad financian pagando un suplemento de 10 centimos extras en el litro de gasolina.
Me caigo de sueño. Mañana me dedicaré a explorar la ciudad. Y tendré más cosas que contar. Aunque estoy aquí solo de paso. La aventura espera mucho más al norte.


23 mar 2009

Primavera en Peñalara

Por: EL PAÍS

El viernes, para celebrar la llegada de la primavera, subí al Peñalara (2.428 metros), el pico más alto de la Comunidad de Madrid. Una de las ascensiones clásicas de la sierra de Guadarrama, ese pedazo de Himalaya casero que los madrileños tenemos la suerte de tener a solo una hora de casa.
Hizo un día de esos que se recuerdan por mucho tiempo. Un cielo azul intenso, una temperatura suave, las cumbres de Guadarrama vestidas de blanco, la nieve aún en buenas condiciones para subir sin crampones ni raquetas (aunque en las zonas bajas ya empezaba a estar hecha una sopa) y cordadas de gente de todas las edades disfrurando desde aquí arriba de la inminencia del buen tiempo.
Una atalaya mágica a la que se sube sin grandes problemas técnicos en unas tres horas de caminata desde el puerto de Cotos. Abajo, muy abajo, hacia el sur, se divisan las torres de oficinas del barrio financiero de Madrid, como un Gotham City de película futurista. Y al otro, hacia el norte, se ve la torre de la catedral de Segovia despuntando sobre un mar de piedra y tejas de adobe, como una ciudad medieval anclada aún en el tiempo.
Estoy preparando de nuevo la maleta. Me voy a un sitio muy diferente a Colombia. De hecho se parece más al ambiente de estas fotos que a la selva amazónica.

23 mar 2009

Invierno en La Pedriza

Por: EL PAÍS

Si Peñalara es el pico más alto de Madrid, el paraje más curioso, sugerente y mágico de la sierra es La Pedriza. Si le preguntáis a un geólogo os dirá que el granito de la cuenca alta del río Manzanares fue modelado por la erosión y los movimientos tectónicos hasta convertirse en un gigantesco caos de bloques redondeados, los domos, que se van amontonando en altura hasta culminar en el pico del Yelmo (1.714 metros).
Pero si lo veis con vuestros propios ojos pensareis que no pudo ser tan sencillo. Que tuvo que ser algo más poético, por ejemplo, un gigante mitológico que jugando con estas enormes bolas de piedra pulida las amontonó hasta crear un caos tan bello y enigmático que parece sacado de un cuento. La nieve de este año le puso un abrigo de algodón.
¡QUÉ BARATA ES ESPAÑA!
Y un rábano. El viajero incauto vuelve cansado desde lejanas tierras y se consuela pensando que, bueno, vale, los de aquí no tenemos derecho a veto en la ONU, no somos del G-7, nunca ganamos la Copa del Mundo y aún no nos ha dado cita Obama... pero por lo menos.... ¡en España se come y se bebe barato! Y un rábano, repito. Lo siento queridos/as pero por si a alguién le quedaba dudas a este repecto: nos han tomado el pelo.
Desde que llegó el euro en lo único que nos hemos hecho europeos de pleno derecho ha sido en los precios. Lo malo es que hemos igualado por arriba. En serio: es más barato comer a la carta en Alemania que en España; un hotel de carretera cuesta menos en Estados Unidos que en España; un café no vale más caro en Francia que aquí y hasta en la mega-cara y mega-selecta Suiza una copa en un garito nocturno sale casi por el mismo precio que en Madrid o Barcelona. Solo que en todos estos países los salarios triplican los nuestros.
Un ejemplo: jueves 19, San José, día de sol primaveral en Madrid. Apetece el aperitivo en una terracita. En la Castellana, por ejemplo. Me siento en la del café Gijón (¡craso error!); comanda: dos cañas; factura: 11,40 euros (¡¡CASI 2.000 PESETAS por dos cervezas). ¡¡¿Estamos locos o qué?!! Ok: el idiota fui yo por sentarme en semejante sitio, pero antes te tenías que ir a pedir un café en la plaza de San Marcos de Venecia para que te dieran una puñalada como ésta. Ahora te la pegan en casa. Es lo que tiene la globalización.
En mucho bares de Madrid cobran ya 2,95 ? por una cerveza o 2,20 ? por un vino. El abuelo Patxi está todavía buscando el sitio donde ponen un café solo a 0,80 ?. Que en un bar de pueblo de mala muerte te pidan 3,20 ? por una café con leche y unas tostadas mal servidas es habitual. Y que te soplen 12 ? por una ensalada que lleva unas hojas de lechuga, media cebolla y un tomate insípido está a la orden del día. Lo único que sigue siendo barato aquí si nos comparamos con nuestros vecinos es el vino. Y mejor no dar ideas.
Así pasa, que ahora salimos fuera y nos llaman los guifmichú (give me two, póngame dos), de sobraos que vamos los turistas españoles con el dinero. Y es que cuando los amigos o compañeros de trabajo me preguntan que si es caro tal o cual país al que van a ir de vacaciones les respondo siempre lo mismo: "¿Qué va?, hombre, es baratísimo. Lo que es caro es vivir aquí, en España".
EL TAXI DEL AEROPUERTO
No hay nada como volver de un viaje, por largo que sea, y ver que nada ha cambiado en tu ausencia. Que bonito volver a casa y comprobar que esas cosas tan nuestras, tan de siempre, tan de nuestra idiosincrasia siguen en el mismo sitio donde las dejaste. "Home, sweet home"
Por ejemplo. Llegas a Barajas desde la otra punta del mundo, ves los secarrales que rodean Madrid allá abajo (primera depresión), aterrizas, recojes tu maleta (una hora después si es en la T4, por supuesto) y ¿qué es lo primero que te encuentras?. Pues con un taxista de Barajas.
Reconozco que el gremio ha mejorado mucho, que las colas en la terminal ya se hacen con cierto orden y que por supuesto no todos los taxistas son así (nada más lejos de mi intención que generalizar a todo un sector), pero hay que reconocer que algunos taxistas de Barajas (de todos los grandes aeropuertos en general) son de una estirpe especial.
A mi me ha pasado de todo. Desde frenar de repente y pedirme que abandonara el taxi al enterarse de que iba a una dirección demasiado cercana (?llevo aquí esperando mucho y esa carrera es muy corta?) hasta tratar de darme un tour por el Madrid de los Austrias pensando que era forastero aunque en realidad yo iba a La Vaguada. Y he visto de todo: decirle a un cliente extranjero que no lo llevan porque tiene muchas maletas o avergonzar hasta el llanto a una chica porque trataba de subir con un perrito dentro de una de esas cajas especiales de viaje homologada por las líneas aéreas. No entiendo por qué puedes hacer un Londres-Sidney en avión con tu mascota, pero la cosa se complica cuando pretendes hacer un Barajas-Lavapiés a bordo de un coche blanco con una raya roja.
Siempre pensé que el momento más delicado de todo viajero es cuando llegas a un aeropuerto a las tantas de la noche, sin moneda local, sin información y tienes que enfrentarte a la decisión de cómo llegar hasta el centro urbano sin que te cueste un potosí. Incluso en tu país.
El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Un blog de viajes para gente viajera en el que tienen cabida todos aquellos destinos, todos aquellos comentarios, todas aquellas valoraciones que no encontrarás en otros medios.

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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