Paco Nadal >> El Viajero

Esta es la última entrega. Lo prometo. Dejo ya de dar la lata con las fotos de Groenlandia. Pero quedaba el desenlace, como en las buenas series. Y aquí lo teneis. Un par de vídeos de los días de la tormenta....
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Así estuvo 70 horas seguidas. Casi tres días. Soplando como se alguien hubiera abierto de la caja de Pandora.
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Reir por no lllorar. En algo había que matar el tiempo tres días encerrados en una caja de cerillas.
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Y unas fotos que lo dicen todo:
Estos somos los cuatro dentro de la tienda un día normal.
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Y estos... los mismos, pero el primer día de la tormenta. Se masca la preocupación, ¿eh?
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Pero todo tiene un final. Tres días después la tormenta amainó y el helicóptero pudo venir por fin en nuestra búsqueda. Lo recibimos como si fuera el Gordo de la lotería caído del cielo. ¡Nunca el sonido de un motor me pareció tan bello!
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El piloto estaba más loco aún que nosotros. Y quizá para compensarnos por los días de espera (o simplemente porque le ponía la adrenalina) nos regaló un vuelo rasante de media hora por encima de los glaciares hasta nuestro destino. Estaría bueno haber sobrevivido a los osos polares, a las grietas, a las tormentas, a la sobredosis de barritas energéticas y sopinstan... y palmarla ahora en un helicóptero que volaba demasiado bajo.
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Era el final del viaje. El final de la aventura. Y Groenlandia, la isla que no es verde sino blanca, no podía haber elegido mejor punto de vista para despedirse de nosotros. Desde aquí arriba, desde la cabina del helicóptero del piloto loco, esta enorme isla-continente perdida en los confines del Ártico, nos regaló la mejor postal de un territorio aún virginal y puro que el hombre no ha conseguido ni domesticar ni alterar. Esperemos que siga siendo así por otros muchos años.

28 jun 2009

Las fotos de Groenlandia (V)

Por: EL PAÍS

El día siguiente a nuestra llegada amaneció radiante y aunque estabamos cansados, nos preparamos para intentar la cima. En la montaña nunca debes desperdiciar un día como éste... puede no haber otro. Encontramos una arista que parecía fácil en la cara noreste del nunataq que llamamos el Gusano Grande. Aquí estamos con los hierros de matar a punto de iniciar la ascensión. José Luis está detrás de la cámara (no encontramos ninguna piedra ni árbol a mano para dejar apoyada la cámara y salir los cuatro, claro).
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Para empezar, un corredor de nieve y hielo de unos 55 grados. La nieve, excelente para clavar los crampones. Sin problemas.
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El corredor desemboca en una arista de piedra muy descompuesta con manchas de hielo y nieve, pero con desnivel más suave.
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La pala siguen amplia hacia la cumbre. Solo al final se estrecharía, aunque dejando un exiguo paso entre las dos vertientes.
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¡CUMBRE! La cima del Gusano Grande es una plataforma ancha y roma donde pudimos dar rienda suelta a nuestra emociones. Tiempo para tomar fotos, para abrazarnos, para paladear un momento mágico, para festejar el fin de una aventura que a todos nos ha dejado marcados. Abrir una vía en una montaña aún por escalar es como el primer beso... nunca se olvida. La alegría del momento nos impedía darnos cuenta de que empezaba a levantarse un viento cada vez más fuerte.

27 jun 2009

Las fotos de Groenlandia (IV)

Por: EL PAÍS

El largo camino hacia ningún lado. La huella de nuestras pulkas se pierde en el horizonte, como una cremallera oscura que cosiera la interminable llanura blanca. Era lo único que veíamos si mirábamos hacia atrás. Hacia delante era aún más sobrecogedor: la misma llanura nevada, pero sin cremallera ni nada. Solo el blanco de la nieve.
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Las grietas estaban por todas partes, pero la abundante nieve caída este invierno las tapaba. A veces veímaos claro los bordes, como en esta ocasión. Entonces empezaba una especie de ruleta rusa para decidir por qué sitio la nieve que las tapaba sería más compacta y aguantaría nuestro peso.... El primero tanteaba con los bastones, se aventuraba al interior... y ¡bingo!... aguantaba. Notabas que estabas encima de una grieta porque el suelo cedía un poco a tu paso y sobre todo porque los bastones, más finos que las tablas de esquí, se hundían como cuchillos calientes en una barra de mantequilla y cuando los sacabas quedaba un agujero negro en el que no se veía el fondo. No tuve valor para pararme en ninguno de ellos a fotografiarlo, por supuesto.
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A principios de la segunda semana de marcha salió por fin el sol y todo cambió. Veíamos también en el horizonte el que llamábamos "primer nunataq", la montaña solitaria y espigada que se eleva en mitad de la planicie. La escalaron por primera vez dos montañeros madrileños hace unos cinco años. Además de alegrarnos la vista nos servía de referencia para no tener que ir comprobando la brújula en cada momento y así avanzábamos más rápido.
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.Llamando a casa. El teléfono satélite no solo nos servía para avisar en caso de emergencia y para transmitir los post de este blog. Era la posibilidad de hablar con casa aunque fuera un par de veces en dos semanas y sentirte cerca de tus seres queridos aunque estuvieramos literalmente en el culo del mundo.
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La navegación fue fundamental en todo momento. Llevábamos varios GPS, pero al final lo más útil es el viejo sistema: mapa, brújula y rumbo. En esta foto acabamos de pasar el primer nunataq, el solitario. Nos adentrábamos en un territorio por el que nadie, que sepamos, había pasado antes. Desde este punto vimos también por primera vez nuestro objetivo: el grupo de cuatro nunataqs que se ve al fondo, minúsculos, entre el hombro de José Luis y los bastones de esquí. Quedaban 40 kilómetros hasta ellos, unos dos días y medio de marcha.
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Por fin, ¡el objetivo! Diez días después de la partida desde el glaciar Qaleragdlit, alcanzamos por fin a la meta que nos habiamos propuesto. Las cuatro montañas a las que bautizamos como los Paparajotes Peaks. Esta última jornada, cuando está hecha la foto, fue una matada. Caminamos más de diez horas y atravesamos dos lenguas de glaciar bastante peligrosas, pero queríamos llegar al pie de estas montañas a toda costa. Acostarnos sabiendo que al día siguiente no tendríamos que volver a cargar las pulkas y seguir tirando de ellas. Fue un momento muy emocionante para los cuatro. Eramos los primeros humanos en llegar hasta aquí. ¿Conseguiriamos ser también los primeros en escalarlas?
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24 jun 2009

Las fotos de Groenlandia (III)

Por: EL PAÍS

El segundo día encontramos por fin nieve más compacta y ya pudimos colocar las pulkas. ¡La prueba de fuego!: era la primera vez que los cuatro nos enfrentabamos a tirar como bueyes. Y cuesta, eh, cuesta mucho. Sobre todo porque seguiamos progresando por una pendiente suave pero constante. En cualquier caso, siempre es más fácil arrastrar el peso así que a las espaldas.
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Sube, sube y sube. Ese día empujamos de la pulka con ahínco pensando que el final de la cuesta estaba cerca. ¡Qué ingenuos! Era una ilusión óptica. La pendiente parecía no tener fin: siempre la teniamos en el horizonte.
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Dos días enteros estuvimos ganado altura. Por fin, cuando el altímetro marcaba ya 1.500 metros de altitud la pendiente se suavizó y alcanzamos el plateau: la gran llanura helada interior que cubre toda Groenlandia. ¡¡¡2.7000 kilómetros de largo por 1.5000 kilómetros de ancho así: una inmensa, eterna, agobiante y bella planicie helada. La nada. El minimalismo llevado al extremo. Durante los siguientes cinco días no veríamos otra cosa más que una delgada línea blanca en el horizonte. 360 grados sin ninuna mancha ni referencia. Miraras donde miraras. Lo más extraño y sugerente que he visto en mi vida.
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En un territorio que se repite como un bucle sin fin, la rutina empaña todas tus acciones. Levantarse, desayunar, recoger el campamento, ponerse a caminar. Una hora de marcha; diez minutos de descanso. Otra hora de marcha; diez minutos de descanso. Aquí están Jose Luis y Caracoles en uno de esos descansos. Nos invade una extraña sensación de dejà vú. ¿No hemos estado aquí antes?
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Este soy yo (para Margarita, que pedía fé de vida y de que de verdad había estado allí). Hizo mucho frío esos primeros días. La temperatura no era demasiado baja (entre 0 y 1 grados), pero el viento y el hecho de vivir encima de un frigorífico de 2 km de espesor y las puertas abiertas de par en par aumentaba la sensasión térmica. Mucha crema solar y mucho protector de labios para no volver con la cara destrozada.
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Y hacia las seis de la tarde, parada y de inmediato a montar el campamento. No lo había comentado hasta ahora, pero en esas latitudes y en estas fechas no hay noche (lo siento Nurianómada: no puedo describirte cómo eran las estrellas allí). El sol se oculta entre las 12 y las 2 de la madrugada, pero sigue habiendo una penumbra muy clara. ¡24 horas de luz!. Bueno para caminar; terrible para conciliar el sueño. Menos mal que llevábamos antifaces de esos que dan en los aviones.

23 jun 2009

Las fotos de Groenlandia (II)

Por: EL PAÍS

Ya hemos llegado al glaciar Qaleragdlit. Aunque visto en un mapa todo parece fácil, subir al hielo interior de la isla no es tarea baladí. Hay zonas muy escarpadas, glaciares imposibles de salvar, valles de paredes verticales... Este glaciar del fiordo Bredefjord es uno de los pocos puntos relativamentes accesibles para subir al Inlandis. Si os fijais en un puntito que se ve en medio del agua: es nuestra zodiac, minúscula como una hormiga frente a las grandes paredes azules de este río de hielo.
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El desembarco. Puede parecer un lugar tranquilo, pero no lo es. Cualquier operación en esta orilla hay que hacerla con rapidez: del frente del glaciar se desprenden continuamente grandes bloques de hielo (los que luego deambulan por el fiordo como icebergs) que provocan olas de gran tamaño al caer. Esas olas llegan hasta la playa y pueden levantar la barca un par de metros sin problemas. Por eso es también muy peligroso acampar en una playa cercana a un glaciar.
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Comienza la subida. El hielo interior que cubre Groenlandia alcanza una media de 2 kilómetros de espesor. Eso quiere decir que hay que salvar un desnivel de 2.000 metros hasta llegar al plateau interior, donde ya el terreno se pone llano. Nuestro temor eran los primeros kilómetros, en los que la pendiente es aún muy fuerte y no se pueden usar las pulkas. Hay que subirlo todo a hombro.
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En total tuvimos que hacer 14 porteos para colocar todo el equipo a unos 400 metros de altitud. Este es un terreno peligroso, de los más peligrosos de la travesía, lleno de grietas y trampas. Para evitarlas caminabamos por un extremo de la morrena, donde el piso era más franco y las grietas, más pequeñas.
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A 400 metros de altitud, a unas 3 horas de la playa donde desembarcamos, la nieve empezó a ser ya más compacta y el desnivel se suavizaba. Decidimos instalar aquí nuestro primer campamento. Nuestra primera noche en el Inlandis. Y la primera tormenta. Por desgracia, las previsiones meteorológicas son cada vez más precisas (¡qué lejos ya aquellos partes de Mariano Medina!). Y lo decía claro: viento y nieve durante, al menos, los próximos cinco días. Duro seis.

21 jun 2009

Las fotos de Groenlandia (I)

Por: EL PAÍS

He vuelto por fin a Madrid. Y aunque mi oficina es aún un revoltijo de mochilas y macutos sin deshacer, bolsas de ropa sucia, cuerdas, cámaras y mapas tirados por cualquier sitio (si hay algo que odio de viajar es tener que deshacer luego las maletas y ordenar lo que había dentro), me he puesto a editar las fotos del viaje. Creo que todos los fotógrafos volvemos a casa siempre con la misma neura: la ropa sucia puede esperar, pero copiar las fotos a un disco duro, editarlas, verlas, saborear de nuevo el viaje en la pantalla del ordenador... es un ritual que nos engancha. Solo entonces, cuando todo está copiado, editado y rotulado, damos por terminado el viaje.
Estas son algunas de las imágenes que más me han gustado y que tenía ganas de compartir con vosotros de este viaje extraño en el que no he podido ir colgando mis propias imágenes. Espero que os gusten.
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Esta es Qassiarssuk, en el Eriks Fjord, al sur de Groenlandia, la aldea inuit donde teniamos el campo base. Enfrente está el aeropuerto de Narsarsuaq. En ella viven unas 80 personas, principalmente de la pesca. Pese a su ubicación, la calidad de vida es casi occidental. El gobierno subvenciona casi todo, como por ejemplo unas conducciones subterráneas de agua caliente, con grifos distribuidos en varios puntos de la aldea, para que tengan agua en invierno, cuando todo, incluidas las cañerías, se congela.
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Qassiarssuk está ubicada sobre las ruinas de la aldea que fundara hacia el año 1000 Erik el Rojo, el famoso vikingo islandés que dirigió la primera colonización europea de Groenlandia (los inuits llevaban algunos miles de años viviendo ya aquí). Se han excavado varias casas de aquel poblado y se ha reconstruido la que fue primera iglesia católica de Groenlandia (y por tanto, del continente americano) y una mansión típica vikinga. En el 2000, con motivo del milenario de aquel episodio, el Gobierno levantó en una colina que domina la aldea una estatua de Leif Eriksson, su hijo, que descubrió América 500 años antes que Colón. La historia de Erik el Rojo, la colonización de Groenlandia y los viajes de su hijo Leif a Norteamérica es fascinante, la podeis seguir aquí.
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Hay pocas poblaciones grandes al sur de Groenlandia. Una de ellas es Narsaq, donde viven unas 1.700 personas. Lo que más me llamó la atención de ella fue su cuidado cementerio.
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En primavera, las lenguas de los glaciares comienzan a fracturarse y lanzan a los fiordos cantidades enormes de iceberg. Estos vagan como almas en pena por las frías aguas a merced del viento y de las corrientes hasta que finalmente se deshacen en el agua salada. Pero mientras esto ocurre, dificultan la navegación y suponen un peligro para los traslados.
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La manera más interesante de ver estos témpanos viajeros es a bordo de un kayak. Observarlos de cerca, desde esa perspectiva, es como aproximarse a un castillo de hielo de formas tan mágicas como imposibles. Eso si, son muy peligrosos: cambian constantemente y las partes altas se desmoronan sin avisar. Debes de mantener siempre una distancia de seguridad mínima equivalente al alto del iceberg, por si se desploma (cosa que obvia e imprudentemente no hicimos para tomar esta foto; la ignoracia es muy atrevida).
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Bueno, ya estamos preparados. Todo el equipo está apilado en el muelle de Qassiarssuk esperando la zodiac que nos ha de llevar al glaciar. Es el momento depresivo que estabamos temiendo: ¡todo eso hay que subirlo hasta el hielo y acarrearlo durante 13 días!
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Nos espera el Inlandis, el gran paquete de hielo interior de Groenlandia.
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.... continuará.

17 jun 2009

Final feliz, pero por poco

Por: EL PAÍS

Hola a todos. Ya estamos de vuelta en Qassiarsuk, el poblado inuik al sur de Groenlandia que nos ha servido de base para nuestra expedición. Eso quiere decir que estamos de vuelta en la civilización. En un sitio donde hay una ducha caliente, una cama que no es de hielo, una cerveza... y una taza de váter (que también se echa de menos, eh). E internet.
Groenlandia nos ha tratado bien, con días buenos y días malos, como debe de ser en un territorio extremo como éste. Solo que al final, cuando menos nos lo esperábamos, casi nos la lía.
Ocurrió el día que hicimos cumbre en el Gusano Grande. Al día siguiente teniamos previsto escalar la otra cima, la que bautizamos como la Pirámide, y al siguiente, vendría el helicoptero a por nosotros. Todo perfecto. Pero cuando descendíamos por la arista empezó a levantarse un fuerte viento. Cuando llegamos a las tiendas, la ventisca nos azotaba sin piedad. Y por la noche, se desató el huracán. Una auténtica tormenta ártica, con vientos de 75 kilómetros por hora y ráfagas que alcanzaban los 90. Las tiendas parecían la casa de los tres cerditos azuzadas por el soplido del lobo. Fue una noche de espanto.
Al amancer una de las tiendas, en la que dormían Huberto y Caracoles, cedió y se llenó de nieve. Nos tuvimos que meter los cuatro en la otra. El viento arrastró durante la noche tanta nieve que el ábside de esa tienda que nos quedaba se llenó de hielo y enterró bajo una capa de metro y medio todos nuestros víveres y los dos hornillos. Era imposible salir afuera para desenterrarlos: el viento te tumbaba. La tienda crujía como un cascarón en medio de una galerna. Pasamos las primeras 24 horas metidos cada uno en su saco, como sardinas en lata en una tienda demasiado pequeña para cuatro. sin poder comer ni beber nada. De repente, casi al final de nuestra aventura, nos dimos cuenta en realidad de la fragilidad que tiene el ser humano en un desierto blanco como el Inlandis. Estábamos a diez días a pie con esquís más otro en barco de cualquier lugar habitado y era impoisble que ningún helicóptero llegase en nuestra ayuda con semejante vendaval. Si la tienda que nos quedaba se rompía, nosotros sí que teníamos un problema y no Houston.
Vale, el manual del perfecto aventurero dice que en esos casos tienes que cavar un hueco en la nieve, tipo iglú, y refugiarte allí. Pero lo que teníamos debajo era una capa de un palmo de nieve y dos kilómetros de hielo duro y dudo que en plena tormenta hubiéramos sido capaces de cavar ni un gua para jugar a las canicas.
En resumen, hemos pasado dos días y medio metidos en la tienda, orinando en una cantimplora, sin poder salir ni movernos y rezando porque ese bendito pedazo de lona aguantara. Menos mal que nos quedaba suficiente Orfidal (no por el susto, es que somos cuatro armarios que no cabiamos en la tienda). Al final, no sin algunas averías, la tienda aguantó (gracias, san Altus). El segundo día pudimos salir y desenterrar la comida y el hornillo para hacer agua. Cuando al tercero oímos a lo lejos el ruido de un helicóptero, nos lanzamos a darle vivas a nuestro paisano Ricardo de la Cierva (inventor del autogiro, por si alguien no lo sabe; los murcianos somos gente muy emprendedora... también inventamos el submarino). Nunca antes nos había sonado tan bien el ruido de un motor. Que le den a tanta naturaleza virgen. ¡Viva la gasolina y los derivados del petróleo!
No habíamos leído hasta ahora los comentarios que habéis hecho a lo largo de estos días. Los cuatro queremos agradeceros todo vuestro apoyo y vuestros ánimos. Aunque a posteriori, pero nos hemos alegrado mucho al leerlos.
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Huberto Guinea, el tractor abrehuella incansable como una pila de Duracell
"Una travesia exigente en una inmensidad blanca y blanca, estéticamente bella, a merced de una naturaleza en estado puro que nos ha permitido,con algunas trabas y arrastrando de nuestras malditas pulkas, alcanzar nuestros soñados Nunataqs. Lo mejor, el intimismo y sobre todo el cariño de mis compañeros, Paco, Jose Luis y Caracoles y el buen humor que ha reinado en estos dias.
Gracias a todos los que nos habeis apoyado desde el blog y desde vuestros pensamientos, en especial a Rosagal"
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José Luis Montero, el líder capaz de reparar cualquier cosa con su Letherman
"Blanco, blanco, blanco. Llano, llano, llano. Pulka, pulka, pulka. Resuenan en mi cabeza durante días. Levanto la vista y veo una huella que me lleva a un lugar que no sé si existe.
Que fascinación me producen los espacios abiertos y este me ha atrapado desde el primer día, que extraño es para un montañero que un lugar tan infinito te produzca tal cúmulo de sensaciones, emociones que incluso te hagan echar una lágrima. Es precioso poder seguir emocionándote por un lugar, un paisaje, unos amigos, un viaje, una luz......... Gracias, no se a quién pero gracias".
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José Javier Sanchéz Blanco (lo de Caracoles se justifica si os fijáis en el pelo), el que nunca pierde el sentido del humor.
"Después de vivir la experiencia de un viaje polar te quedan muchos momentos de ilusión y sueños realizados a costa de sacrificio físico y mental que te envuelven en tus pensamientos y en la belleza de la naturaleza extrema, inimaginable y caprichosa. Donde la convivencia con tus compañeros acompañado con el triunfo de la meta se convierte en el éxito y en la satisfacción realizada.
Una vez más quiero agradecer a mi familia y seres queridos el apoyo recibido pues son ellos los que realmente viven la incertidumbre de la aventura".
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Como sabéis, hasta ahora no he podido colgar fotos de la expedición. Las que salían en los post eran de archivo. Éste es uno de los paisajes por los que hemos andado perdidos diez maravillosos días. A partir de mañana iré colgando el resto de fotos del viaje.

16 jun 2009

¡Cumbre!

Por: EL PAÍS

Hay momentos en la vida en que a una persona le está permitido que se le desboquen los sentimientos, se le suelte alguna lágrima y chille como un poseso para dar rienda suelta a sus emociones.
Un momento así me ocurrió a mí ayer cuando alcanzamos la cima del nunataq al que hemos bautizado como el Gusano Grande (del grupo de los nunataq Paparajotes, por supuesto). Yo nunca había hecho antes una travesía polar de estas características, nunca había hecho una escalada larga y menos en hielo y roca. Y nunca antes, había visto una panorámica de 360 grados tan perfecta, tan armónica y tan mágica como la que se veía desde esa cima. Por eso la emoción. Por eso las lágrimas. Por eso los gritos.
Pero quienes de verdad fueron mágicos, fueron mis tres compañeros: Huberto, Jose Luis y Caracoles, que me llevaron de paquete en mitad de la corrala como buenos colegas. Nunca les podré recompensar por lo que hicieron. Aunque ellos dicen que lo podría hacer con buen vino a la vuelta.
Al final atacamos la montaña por la arista este que parecía bastante asequible. Tiene un corredor de acceso en hielo y nieve bastante inclinado aunque corto y luego progresa por una pendiente moderada y no muy difícil, aunque con la roca muy fracturada y caídas verticales por los dos lados. Tardamos unas cuatro horas en llegar a la cima. Aunque yo fui el que más chilló de emoción, creo que los otros tres, aunque van de rudos montañeros, también chillaban por dentro por la conquista de este sueño.
Mola ser los primeros en escalar una montaña. Mola lo de ser los primeros seres humanos en pisar un trocito de este planeta Tierra tan superpoblado. Y mola no por la hazaña, que no es ninguna: este es un pico menor de apenas 2200 metros, en medio de una isla continente llena de montañas más grandes y más bellas que esta sin escalar. No creo que pasemos a los anales de la historia del alpinismo. Ni lo pretendemos porque no hemos venido aquí por esto.
Lo que mola, lo que nos enorgullece, lo que creo que merece la pena de una aventura como esta, es confirmar que si quieres, puedes. Que no hay más freno entre nosotros y nuestros sueños que nosotros mismos. Y que no merece la pena vivir con el freno de mano echado. Aunque seamos una panda de cincuentones.
Sigue nuestros pasos (la clave es:tierraspolares), aunque ahora estamos parados esperando al helicóptero.

15 jun 2009

¡Hemos llegado!

Por: EL PAÍS

¡Hemos llegado a nuestro destino! Tras 10 días caminando con esquís y arrastrando una pulka por la banquisa de Groenlandia, tras recorrer 150 kilómetros y salvar 2000 metros de desnivel ya estamos por fin al pie de los nunataqs desconocidos a los que queríamos llegar.
Hubo un momento mágico en la travesía: Cuando subimos a un collado al pie del primer nunataq, el Solitario, y vimos de repente el paisaje más fascinante que ninguno de los cuatro había visto jamás. Desde aquella altura el horizonte era infinito, una bastedad de espacios abiertos y diáfanos difíciles de ver en otro lugar del mundo. Cientos de kilómetros cuadrados de llanura helada sin ninguna huella ni rastro humano. Pura naturaleza intacta. Y, sobresaliendo de ese manto blanco, varios glaciares aislados de montañas puntiagudas, los nunataq, como gnomos de roca en un escenario de novela de Tolkien.
Uno de esos grupos era el que habíamos elegido como destino. Fue la primera vez que los veíamos, ya que nadie antes había ido hasta allí. Fue una visión increíble y nos dio alas para progresar. Salvamos los 3 días de marcha, que calculábamos que nos quedaban, en solo dos a pesar de que tuvimos que cruzar dos glaciares llenos de grietas muy peligrosas.
Nuestros nunataq: Estamos acampados en su base. Se trata de cuatro montañas de roca negra muy fracturada y alineadas a lo largo de un frente glaciar muy quebrado y peligroso. Las dos montañas de los extremos son pequeñas y romas. Pero las dos del centro son dos pináculos fieros de paredes verticales y aristas afiladas que impresiona solo verlos.
Nos lo tenga en cuenta o no la National Geographic, los hemos bautizado porque hemos sido los primeros en llegar aquí y porque nos da la gana. Le hemos puesto el grupo Paparajotes (nombre murciano donde los haya que hace mención a un postre que se prepara con hoja de limonero: Haciendo patria).
A uno de los grandes le hemos llamado la Pirámide porque tiene 3 caras verticales y 3 aristas afiladas como navajas. Al otro, que tendrá 50 metros menos de altura, le llamamos el Gusano porque parece un gusano de seda tratando de subir la cuesta del glaciar. Estamos viendo las vías posibles para escalarlo si el tiempo lo permite hoy o mañana intentaremos hacer cumbre.
Sigue nuestros pasos (la clave es:tierraspolares).

10 jun 2009

Pasito a pasito

Por: EL PAÍS

Seguimos teniendo muy mal tiempo. No hemos visto el sol en una semana y mucho menos las estrellas. Progresamos muy lentos porque hay días que tenemos que estar 6 o 7 horas dentro de la tienda esperando a que pase la tormenta.
Además, empezamos a tener problemas para cargar baterías con la placa solar.
Os agradecemos los comentarios de ánimo. No podemos contestarlos porque desde aquí no vemos el blog paso la crónica vía satélite. Por eso las fotos que veis no son nuestras sino que me las ha cedido amablemente la web de Tierras Polares para ilustrar como es todo aquello y que se entienda mejor a que nos enfrentamos día a día.
Sigue nuestros pasos (la clave es:tierraspolares).
El Viajero: Guía de Viajes de EL PAÍS

Sobre el blog

Un blog de viajes para gente viajera en el que tienen cabida todos aquellos destinos, todos aquellos comentarios, todas aquellas valoraciones que no encontrarás en otros medios.

Un espacio abierto a la participación con información diaria y actualizada sobre países y ciudades, alojamientos, transportes, gastronomía, rutas, ideas para ahorrar dinero o para gastárselo en lo mejor en lo que uno puede invertir su tiempo: en viajar. Todo contrastado y analizado en primera persona.

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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