Si hay algún acto social rodeado de almibarada horterez en cualquier lugar del mundo (en mi pueblo o en la Conchinchina) es... ¡una boda!
Rusia no es una excepción. Solo que aquí además, el show se traslada a la calle. Uno de los mayores espectáculos urbanos de San Petersburgo son las comitivas de novios en limusina haciéndose fotos en decorados urbanos. Como en invierno hace un frío que pela, los novios aprovechan para casarse durante el corto verano. Por eso hay bodas todos los días, a todas horas. Antes de que llegue el "general invierno" durante el que no se debe de hacer nada al aire libre en esta ciudad (que se lo digan a Hitler). Uno de los lugares más demandados es el puente frente a la iglesia del Salvador de la Sangre Derramada. Hay momentos en que se juntan aquí cuatro y cinco bodas a la vez, con un desparrame de limusinas, invitados, novias, madrinas, parientes, fotógrafos, trajes de rasos y terciopelos y turistas haciéndose fotos con los novios digno de una película de Berlanga. El numerito de las palomas es de los más fotografiados.
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El traje de boda más original que he visto en mi vida. No es San Petersburgo, es la iglesia ortodoxa rusa de Tallínn (Estonia), pero no tiene desperdicio. He de decir que a la salida de la iglesia la novia causó un revuelo de curiosos a su alrededor que ni Madonna en ?Like a virgin?. . . . El negocio de las limusinas debe de cotizar al alza en San Petersburgo. No hay boda que se precie que no llegue al escenario de las fotos en una. Hay un trasiego de estos mastodontes por todo el centro histórico que ni en Las Vegas. Aquí el tamaño si que importa. Cuanto más larga, más invitados caben. Llevan el capó lleno de bebidas y después de las fotos se montan el botellón en torno al coche.
Me pareció genial el vestido. Y me parecieron geniales los curas ortodoxos rusos. ¡Qué enrollaos! Entras a casarte así a cualquier catedral de España y al arzobispo le da un síncope.