Paco Nadal >> El Viajero

29 oct 2009

Un oasis llamado Khiva

Por: EL PAÍS

Una de las ciudades más fascinantes y menos conocidas de Uzbekistán es Khiva , un oasis perdido al norte del desierto de Kara Kum, en un ramal secundario de la Ruta de la Seda. Para llegar a Khiva (se pronuncia Jiva) hay que desviarse de la ruta principal en la que están las mayores ciudades el país (Bukhara, Samarcanda, Tashkent) y hacer unos 400 kilómetros hacia el noroeste en busca del valle del río Amu Daria .

 

Precisamente, este río que desembocaba en el Mar de Aral, fue uno de los exprimidos hasta la extenuación por los soviéticos para crear miles de hectáreas de regadío para el monocultivo intensivo del algodón donde antes solo había desierto. El resultado: el Amu Daria, mermado de su caudal, ya no llega al mar de Aral, se pierden antes en la arena. Y el mar de Aral, privado de éste y otros aportes, prácticamente ha desaparecido, en lo que se considera uno de los mayores desastres ecológico creados por el hombre.

 

Tenéis un resumen de la desaparición del mar de Aral en esta página web . Y información más detallada de semejante barbaridad en wikipedia .

 

La restauración del casco histórico de Khiva empezó en época soviética. Y aunque algunos piensan que ha sido excesivo (ya se sabe, el peligro de las ciudades-museo-de-cartón-piedra sin ápice de vida local) a mi me ha impresionado. Caminando por sus callejuelas es fácil imaginar lo que debieron ser aquellas ciudades míticas del desierto. Y si te aislas un poco de los vendedores de souvenir y de los demás turistas (en esta época es fácil, es temporada baja y no hay nadie) casi puedes oír las pisadas de las caravanas de dromedarios que entran por la puerta de Khuna Ark procedentes de Kirguiztán; o el bullicio del Dekhon Bazaar mientras descargan polvorientos fardos de delicadas telas, especias de olores extraños y cofres de maderas nobles repletos de aceites y productos de cosmética.

 

Pero por otro lado, sus esbeltos minaretes, alicatados de azulejos púrpuras y verdemares; azules turquesa y amarillos tornasolados, llenos de geometrías y relieves de textos sagrados, tienen algo de gaudiano; y su forma de chimenea, más que de alminar, me trae recuerdos de la Barcelona industrial del siglo XIX y del parque Güell.

 

Deben de ser los espejismos del desierto.

 

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PD: se me pasó. Pero como se ha encargado de recordarme Igoa, viajesalasantípodas tiene un excelente post publicado sobre lo que ocurrió con el mar de Aral. Queda reparado el error.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

29 oct 2009

Y por fin...¡Samarcanda!

Por: EL PAÍS

A lo largo de mi vida como periodista he empezado muchos artículos hablando de esos lugares de nombre mítico para un viajero a los que cuando llegas te das cuenta que de míticos solo tenían el nombre. Tombuctú, Cabo Norte, Tamanraset y.... ¿Samarcanda?

 


Pues un poquito, sí: Samarcanda , para desgracia de mitómanos, ¡también! Dicha esta herejía, y antes de que alguno trate de lapidarme por ella, trato de explicarme. A mi me mosqueaba que siempre que se hablaba y escribía de Samarcanda, saliera la misma foto. La de una plaza con unas mezquitas bellísimas... pero siempre la misma foto. Y ahora que he llegado a Samarcanda, el nombre más bello al que ciudad alguna pueda aspirar, me he dado cuenta del por qué.

 

En mi imaginario particular Samarcanda era... ¡Bukhara!. O la misma Khiva. Un casco medieval, de tortuosas calles encajadas entre tapiales de adobe, una ciudad de medinas, cúpulas y mezquitas. Un zoco bullicioso y abigarrado donde se oía el canto del muecín, el griterío de los mercaderes, el rumor del agua en las fuentes.... Y resulta que Samarcanda es una ciudad activa, moderna, de amplias avenidas y grandes rotondas, con un bello barrio ruso-zarista de bulevares orlados por enormes arboledas y edificios neoclásicos. Repartidos por esta planimetría cuadriculada sobresalen algunas mezquitas, mausoleos, minaretes y madrasas que hablan de su antiguo esplendor. Una urbe muy interesante... pero no la que yo había idealizado. Ni rastro de bazares, zocos o medinas de Alí Baba.

 

Dicho esto: ahora la parte positiva. La plaza de la famosa foto que todos hemos visto se llama plaza Registan y es una de las más bellas de Asia.

 

Tres madrasas se alzan majestuosas en otros tantos lados de este antiguo ?espacio arenoso?, pues eso significa Registan, como obra cumbre de la arquitectura y el arte de Samarcanda. La más antigua, la de Ulugh Beg, fue levantada en 1420. Las otras dos se construyeron a su imagen y semejanza 200 años después.

 

Es la antigua plaza mayor de la Samarcanda medieval, la que fue capital de un imperio que se extendía desde el Mediterráneo al Pamir.

 

Solo por estar aquí sentado, viendo como atardece sobre los mocárabes y los gigantescos iwanes recubiertos de mayólicas de estas tres viejas escuelas coránicas, hoy calmas y silenciosas, se justificaría el viaje. Solo por eso, Samarcanda merece seguir siendo la ciudad de los sueños en mi imaginario.

 

Pero hay más. Mañana sigo contando.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

27 oct 2009

Retratos de Uzbekistán

Por: EL PAÍS

 

Me muevo por un territorio sin fronteras. Hay delimitaciones políticas, desde luego, y muy férreas. Pero esta Asia Central fue siempre una tierra sin naciones. ¿Qué herencia queda de Alejandro Magno, pregunta Marga? ¿Qué tienen los uzbekos de Genghis Khan, de Stalin, inquiere Blas?

 

Fueron los rusos zaristas y luego los bolcheviques soviéticos los que trazaron fronteras, asignaron etiquetas y crearon identidades nacionales. Históricamente, los kazajos, los kirguises, los turkmenos eran nómadas. Los uzbekos fueron nómadas de origen turco que hasta el siglo XV no se asentaron como agricultores y comerciantes en estas llanuras en torno al río Amu Darian. En este mismo territorio del actual Uzbekistán en el que ahora me encuentro floreció antes otro pueblo, los sogdianos, que monopolizaron el comercio en la Ruta de la Seda en el siglo VI. Ninguno sabía de aduanas. La familia, la umma (comunidad de fieles) era el hogar y la patria.

 

 

¿Quienes son hoy los uzbekos? Una mezcla heterogénea. Hay uzbekos de cara ovalada, pómulos altos y ojos de media luna, descendientes directos de los mongoles de Genghis. Hay uzbekos de piel blanca caucásica y pelo rubio, descendiente de rusos asentados aquí hace un siglo. Hay uzbekos de rasgos turcos, de rasgos árabes, con genes macedonios. Incluso el héroe nacional, Tamerlán, otro guerrero implacable que reunificó 200 años después del imperio de Genghis y causo varios millones de muertos, no era uzbeko, sino turco-mongol.

 

 

¿Hace falta visado para entrar en estos países? Si, por supuesto. Si es con fines turísticos no suele haber problema; se tramita en la embajada más cercana (no todos tiene en España).

¿Cómo viven, cual es el nivel de vida, hay niños pidiendo por las calles, preguntaba Silvia? Pues como todo país con renta per cápita baja (1.027 $; la de España es 35.331 $), la diferencia entre las ciudades y el mundo rural es abismal. Hoy he dejado el tren por una horas y he estado haciendo estas fotos en una aldea perdida en las montañas. No es una vida mísera (si te refieres a hambruna y niños pidiendo por las calles); es una vida austera. Imagino que sus hábitos han variado muy poco en los últimos siglos. Casas de muros de adobe, ganadería de cabras (que ramonean cualquier cosa), agricultura de subsistencia en los cauces de los arroyos: lenguas verdes en un mundo de montañas desnudas y áridas. Pegado a los muros de las casas, orientados al sur, veo unas bolas de una materia pegajosa. Pregunto qué es, aunque ya imagino la respuesta. "Son excrementos de vaca, los ponemos ahí para que el sol los seque; luego se usan como combustible para cocinar o calentarnos en invierno", me responde un anciano, amable y hospitalario en extremo; como todo el mundo en Uzbekistán.

 

 

 

Por qué digo que sientes inseguridad en Turkmenistán, pregunta Sebastián ¿porque hay mucha delincuencia y robos a turistas? Todo lo contrario, porque hay tanto policía en las calles que te sientes intimidado. Porque si vas a hacerle una foto a una estatua del presidente salen dos uniformados de debajo de las piedras para prohibírtelo. Porque los turistas solo pueden salir a la calle acompañados de su guía o previa notificación de a dónde van. Un estado policial es lo que tiene. No en vano, en la lista Reporteros sin Fronteras sobre países menos respetuosos con las libertades de prensa Turkmenistán aparece siempre en el podio junto a Corea del Norte y Eritrea.

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PD. No voy a ir al final a Kazajastán. La ruta del tren normalmente se dirige hacia Almaty, hacia el este, pero como es el último trayecto de este año, se desvía al norte hacia Astana, la capital kazaja, pero sin apenas paradas intermedias, para dejar allí a los pasajeros de camino hacia Rusia, de donde son el convoy y la tripulación. Lo siento, Mariona y demás familias adoptantes de niños en Kazajastán. Pero prometo que un día volveré para conocer el país de adopción de vuestros hijos.
 

 

 

 

 

 


 

 

 

26 oct 2009

Mis queridos pensionistas

Por: EL PAÍS

 

Dejadme que os cuente hoy un poco más de las interioridades de este viaje. Voy haciendo un documental sobre este tren Registan por encargo de una TV autonómica española. Como ya os comenté, es un tren especial para turistas (o para viajeros, que hay gente que lo de turista le parece despectivo), que hace esta ruta por tres países del Asia central varias veces al año. El pasaje es muy internacional porque se vende en muchos países (en España lo gestiona la mayorista Icu y se puede comprar a través de agencias de viaje).

 

El caso es que por las fechas que son, el grueso del pasaje lo compone un grupo de jubilados alemanes y austriacos. Yo les llamo mis queridos pensionistas y me están dando una lección de positivismo y ganas de vivir que deja pequeño al mejor curso de autoayuda. Raro es el día que a uno o varios no les da un trastorno. Los guías no ganan para sustos. Pero se los llevan al hospital más cercano y en un par de horas están de vuelta como nuevos. Les cambian las pilas al marcapasos o les redoblan la dosis de sintrón, y ¡hala! de nuevo con sus bastones y sus artritis subiendo cuestas polvorientas en busca de ruinas selyúcidas o aguantando estoicamente tres horas de explicación sobre minaretes y mezquitas medievales. De sol a sol, inasequibles al desaliento. No se pierden ni un renglón del programa. Son la Panzer-Divisionen del Inserso germánico.

 

¡Y cómo le pegan al vodka, los canallas! En la mesa cae una botella para la comida y otra para la cena; bien mezclado con una docena de pastillas de todos los colores que cada uno lleva en una cajita de metal, por supuesto.

 

Me producen muy buenas vibraciones. Y mucha admiración. Me pregunto de dónde vendrá esa diferencia de planteamiento del ocio y el tiempo libre entre los mayores centro y norte europeos con los del mundo latino. ¿Es una cuestión cultural, económica, religiosa, educativa? Mi abuela llevó luto desde que yo tuve uso de razón.

 

Ya le he dicho a los Reyes Magos que se metan la Wii por donde les quepa, que yo para el próximo 6 de enero quiero una pila Duracell como la que llevan mis queridos pensionistas.

 

 

PD: Algunas respuestas a algunas de vuestra preguntas (gracias a todos por estar ahí)

 

Tiempo. no, no hace mucho frío aún en estas estepas. De día en manga corta, de noche una chaqueta ligera. Conforme vayamos avanzado al norte, el frío aumentará.

 

Cerveza. La cerveza local es muy buena . Aunque mi favorita es ?Baltica?; rusa de San Petersburgo. El vino, ¡vinagre!

 

Dictaduras. Pues sí, Karimov, el sátrapa de Uzbekistán, tampoco es un santo (ver hemerotecas). Pero la sensación de libertad y seguridad con la que me muevo por aquí no tiene nada que ver con Turkmekistán. Asi lo percibo y así lo cuento.

 

Nivel de vida. Bajísimo; lo tocaré en otro post.

 

Casas en propiedad. Sí, desde la caída de la Unión Soviética, siguen una economía de mercado. Sin embargo las tierras de regadío pertenecen al Estado, que las arrienda a los interesados.

 
 
 

 

Precios. El billete cuesta desde 3.965, según camarote. Teneis más datos en esta web

 

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20 oct 2009

Bukhara, la bella

Por: EL PAÍS

Bazares cubiertos de cúpulas. Enormes minaretes que fueron usados también como faros para guiar a las caravanas en el desierto. Y mezquitas con altivas fachadas cubiertas de azulejos y enfrentadas siempre a otra similar, que suele usarse como madrasa. Bukhara es la primera gran ciudad histórica del Asia Central que visito. Y estoy alucinado.


El centro de Bukhara (se lee Bujara) es pequeñito, manejable; en un par de horas te has hecho con él y enseguida te saludas con el taxista, con la vendedora de pan, con el artesano de las marionetas. Además, la amabilidad de los uzbekos resulta desbordante. Hacía tiempo que no caminaba tan seguro y tan confiado por un país como por éste. El resultado: te mueves por Bukhara como por tu casa, con esa agradable sensación de estar en el otro lado del mundo, pero rodeado de tu barrio de siempre.

Esta ciudad de Uzbekistán , de 250.000 habitantes, fue un día el centro espiritual y cultural de Asia Central; unas 100 madrasas (escuelas coránicas) y 300 mezquitas acogían a estudiantes y eruditos de todo el mundo musulmán que acudían a enseñar o a aprender a Bukhara.



El gobierno uzbeko se ha gastado una fortuna en reconstruir todo el centro histórico, que hoy luce tan solo una parte del esplendor que tuvo antaño. Por supuesto, en todos los bazares venden solo baratijas para turistas y las antiguas madrasas acogen en su interior? tiendas de souvenir para turistas. Pero es lo que hay.

Si quieres ver vida local solo tienes que caminar unos metros, darle la vuelta a la esquina y ya estás inmerso en calles normales, donde vive gente normal, que lleva una vida normal; eso si, no son tan impactantes como la de la zona rehabilitada.

De todos lo monumentos de Bukhara, me quedo con dos: el minarete Kalon, el de la foto de arriba; el icono de la ciudad. Tiene 47 metros de altura y fue levantado en 1127. Con tan buena factura que desde entonces no ha necesitado apenas reparaciones. El mismo Genghis Khan maravillado por su altura y belleza renunció a demolerlo cuando destruyó la ciudad en 1220 (igual era demasiado sólido incluso para las hordas mongolas).

El segundo, Char Minor, la antigua puerta monumental de una madrasa ya desaparecida. Una pequeña delicia con cuatro torres rematadas por cúpulas vidriadas que se levanta en medio de barrio popular de calles polvorientas, alejado del centro histórico.

 

 

 

 

 

18 oct 2009

En Uzbekistán

Por: EL PAÍS

 

Anoche, el tren en el que recorro la ruta de la Seda cruzó la primera frontera y hoy he amanecido en otro país: Uzbekistán. Y de repente, todo parece haberse hecho más luminoso y feliz. En comparación con el estado policial que es Turkmenistán , donde hay más tipos con uniforme en cada esquina que en una reunión del G-20, llegar a Uzbekistán es como llegar a una fiesta. Los turkmenos que he conocido eran gente encantadora, desde luego, pero el carácter que imprimen al país sus autoridades tiene un tufillo estalinista que mola muy poco.

Sin embargo en Uzbekistán hay vida real en las calles. Hay niños que juegan, perros y gatos, mercados y bazares, señoras que ríen, hombres que sestean a la sombra, ruidos, moscas, charcos de aguas sucias, calles sin asfaltar, ciber-cafés, restaurantes populares a la orilla de un lago? y una gran amabilidad hacia el extranjero. He pasado una hora con una amable señora empeñada en explicarme todos los sombreros que se utilizan en este país (hay uno para casi cada hora del día, cada actividad social o religiosa y cada región geográfica). Cuando llevaba una docena le he dicho que ?spasibo, tovarich?, que ya tenía suficiente información, que solo quería tomar unas notas y no montar una sombrerería en Madrid. Pero muy digna me ha dicho que volviera a sentarme, que todavía le quedaba otra docena por explicarme .

La mayor parte del territorio uzbeko es también un puro desierto. El país tiene una excesiva dependencia del monocultivo del algodón y mucho menos gas en su subsuelo que su vecino Turkmekistán. Pero los dioses quisieron que quedara dentro de sus fronteras el Trío de Ases, las tres ciudades más gloriosas, bellas y bien conservadas de todo el Asia Central y de la ruta de la Seda: Bukhara, Khiva y Samarcanda.

Desde la primera de ellas, viendo desde la ventana del hotel un mar de cúpulas de tejas vidriadas, escribo estas líneas.




 

 

 

 

 

18 oct 2009

Merv, Hemingway y las 'mil y una noches'

Por: EL PAÍS

 

Recorrer la ruta de la Seda significa recorrer muchas ruinas. Muchas. Gengis Khan y sus hordas mongolas pasaron antes por aquí y donde pudieron, no dejaron piedra sobre piedra. Ni cabeza sobre hombro. El apodo de ?El diablo a caballo? no se lo gana uno fácilmente.

Una de las ciudades que arrasó es la que he visitado hoy al oeste de Turkmenkistán: Merv, que llegó a ser comparada con Damasco, El Cairo o Bagdad tanto por sus riquezas como por sus escuelas coránicas y sus centros de conocimiento. En torno a un verde oasis se levantaban palacios, mezquitas, madrasas, casas particulares y caravanserais para los hombres y las bestias que hacían escala en ella a través de la ruta de la Seda. Dicen que es la ciudad en la que esta inspirada 'Las mil y una noches', pero con esto pasa como con los bares de Madrid, que todos se atribuyen ser el local donde se emborrachaba Hemingway. Aunque es muy probable que si, que Sherezade viviera en Merv.

Poco por no decir nada queda de aquellos fastos. Hay que hacer un esfuerzo por imaginar la enorme ciudad que se levantaba donde hoy apenas quedan unos muros de adobe en pie. ¡Qué bestias podemos llegar a ser los humanos!

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PD: Mira por donde he tenido que venir hasta Turkmekistán para encontrar mi look. Nada de vaqueros cagaos ni chaquetas de Zara. Me he comprado en el bazar Toltuchka, el más grande de Turkmekistán, un telpek, el gorro tradicional turkmeko. Los hombres de aquí no se lo quitan ni en verano, cuando hacen 50 grados. Como tengo una boda pronto me he llevado uno blanco; el vendedor me ha dicho que es el más apropiado para grandes celebraciones. Espero que no me confundan con un osos polar. O con la novia.
 

 

 

 

 

 

 

17 oct 2009

Ashgabat, la ciudad indefinible

Por: EL PAÍS

El Registan ha parado hoy en la estación de Ashgabat , la capital de Turkmenistán , por lo que he tenido todo el día para deambular por la ciudad más indefinible o inclasificable que he visto en mi vida. ¿Un pastiche? ¿nouvelle arquitectura? ¿una estupidez?

Cuando se desintegró la Unión Soviética, el que entonces era líder del Partido Comunista de Turkmenistán, Saparmurat Niyyazow , se las arregló para seguir en el poder (como la mayoría de sus colegas de la repúblicas vecinas). Durante 15 años detentó el gobierno de la manera más despótica que se pueda imaginar y dilapidó ingentes cantidades de dinero procedentes de la exportación de gas (Turkmenistán es el cuarto productor del mundo) en tirar la vieja ciudad y crear una nueva?. ¡toda forrada en mármol blanco!. El resultado: docenas y docenas de torres de apartamentos, palacios y más palacios, cúpulas doradas, fuentes, grandes avenidas, estadios, más palacios para bancos, para ministerios?. Una orgía del ladrillo que ya quisiera un promotor de la costa española. Todo alicatado de mármol blanco hasta el techo pero sin ninguna relación con la cultura y la arquitectura local. Frio como un tanatorio. Además, en medio del desierto y en un país pobrísimo. Eso si, los turkmenos tienen electricidad, gas y agua gratis en sus casas. Y cinco litros de gasolina cuestan 1 euro.


Caminas por estas avenidas marcianas de Ashgabat y te marea la desubicación. No puedes creer que estés en las estepas de Asia Central. Apenas hay gente, casi no hay locales comerciales, no se ven perros ni gatos, no se oye el trino de los pájaros en los parques; está todo tan limpio y ordenado que parece falso. Al llegar la noche, los edificios se iluminan como si fuera Las Vegas, solo que en las calles hay cientos de policías; y ni un transeúnte.

La ciudad más extraña e impersonal que he visto en mi vida. Si me pierdo, que no me busquen aquí.

15 oct 2009

La ruta de la Seda: el desierto de Karakum

Por: EL PAÍS

Hola. Escribo por fin desde Turkmenistan el país del Asia Central donde he iniciado mi particular ruta de la Seda.


Pero antes, reconozcámoslos. hay que echar mano de un mapa y de mucha paciencia para situar Turkmenistán en el globo terráqueo. Hasta un avezado viajero como yo ha tenido que hacerlo. Lo confieso. Las ex - repúblicas soviéticas del Asia Central son muchas, muy raras, muy poco volcadas al exterior y de nombres tan iguales como para no liarse con tanto ??aquinostán?.


De momento, poco puedo decir del país. Que los controles de aduana siguen siendo tan férreos como en la época soviética. Que la capital, Ashgabad, es la obra megalómana del ex - presidente del país, una ciudad forrada en mármol blanco en mitad del desierto. Y que vista a las cuatro de la mañana desde un taxi parece un gigantesco cuarto de baño de casa rica alicatado hasta el techo.



Tal cual llegué monté en mi tren, dormí tres horas y salí de viaje. El tren es el Registan, un ferrocarril especial que recorre diversas rutas de Rusia y el Asia Central durante el verano. Este es el último viaje que realiza este año: enseguida llega el invierno y estas estepas se pone intransitables de nieve y barro. A bordo viajan muchos jubilados alemanes y unos cuantos viajeros independientes europeos (que no necesariamente frisan la edad de jubilación). De momento me está gustando bastante. No es el típico tren de hiperlujo donde hay que cenar con chaqueta y corbata como figurantes de una peli de Agatha Christie. Es un tren normal, con cabinas dobles y cu?adurples, algunas con bano privado, otras en el pasillo, tripulación rusa, un servicio bastante aceptable y unos clientes enrollados que parecen más interesados en la cultura de los países que vamos a atravesar que en el glamour.


Escribo estas líneas mientras atravesamos el desierto del Karakum, el que cubre las dos terceras partes del norte de Turkmenistán. Una llanura infinita de dunas de arena y matorral bajo que tenían que cruzar las antiguas caravanas que cubrían la ruta de la Seda. De vez en cuando, como un espejismo, aparecen rebaños de cabras o vacas paciendo en mitad de la nada. La línea férrea es un tiralíneas sin fin. Llevamos ocho horas de marcha y el tren no ha dado un solo giro. De vez en cuando aparecen estaciones solitarias, perdidas en el mar de arena, pero muy pulcras, con su jefe de estación y su policía uniformados como para un desfile.
Viajamos hacia el norte del país en busca de un accidente (y no geográfico) de lo más singular. Mañana, cuando lleguemos, os cuento de qué se trata.

A veces la ineptitud del hombre crea cosas bellas. Aunque sea por casualidad. Acabo de llegar la cráter de Darvaza, en mitad del desierto de Karakum. ¿Y que tiene de especial un cráter, os preguntaréis, como para hacer ocho horas de viaje en tren solo para verlo?

Pues que no es un cráter cualquiera. Hacia 1960, cuando Turkmenistán era una república soviética, los ingenieros rusos perforaron un nuevo pozo en busca de gas en esta región plagada de yacimientos gasísticos. Pero esta vez la perforación fue un fracaso y el pozo se hundió, generando un enorme cráter de unos 250 metros de diámetro y unos 50 de profundidad. El gas que salía estalló y se incendió.

Y así sigue 50 años después: ardiendo. El gas natural que emana de entre las piedras forma un gigantesco quemador que por la noche se ve a kilómetros de distancia, como si fueran las puertas del infierno. O un volcán en erupción. Te puedes acercar hasta el mismo borde del cráter. Y disfrutar de un espectáculo único en el mundo.

Lo que más me ha impresionado es el crepitar de las llamas en el silencio sepulcral del desierto. Y los bofetones de calor que el aire arrastra y que te enrojecen la cara como cuando te ponías demasiado cerca de la estufa catalítica de tu abuela.
Estar sentado aquí, al borde del cráter, en mitad de la noche, viendo abajo el fuego que surge de entre las piedras y arriba, el manto perfecto de estrellas que cobija el desierto del Karakum, ha sido el primer gran regalo que me ha hecho esta ruta de la Seda . Espero que no sea el último.
PD: por supuesto, yo también he preguntado lo mismo que se le hubiera ocurrido a cualquiera: ¿por qué no lo apagan? Respuesta de un turmeko: ?Para qué. Si tenemos la tercera reserva de gas del mundo, qué más da que se queme un poco?

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Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

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El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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