Paco Nadal >> El Viajero

15 dic 2009

Con perros (nórdicos) y a lo loco

Por: EL PAÍS

Al final la nevada de ayer en Madrid no fue tan fuerte como se esperaba y la ciudad no se colapsó, aunque si hubo muchos problemas en zonas de La Mancha, Castellón y Teruel.
Pero esta primera nevada me hizo recordar un viaje que tuve la suerte de hacer hace algunos años por el ártico canadiense a bordo de un trineo de perros. Como os decía ayer, a los canadienses no les asusta el frío. Se benefician de él. En cuanto los lagos se congelan, abren carreteras sobre la superficie helada y se desplazan por ella mucho mejor que por el asfalto.
La expedición en la que participé la lideraba Grant Beck, uno de los más famosos corredores de mushing (las carreras de trineos tirados por perros) del país. A Grant lo conocí en Yellowknife, la capital de los Territorios del Noroeste, un cruce entre la Cycely de "Doctor en Alaska" y la aldea del Yukón en la que hizo fortuna el tío Gilito. Con nuestra caravana de cuatro trineos y 31 perros nórdicos recorrimos 350 kilómetros de tundra ártica en trono al Gran Lago del Esclavo. Un interminable desierto blanco en el que dependíamos por completo de esos diminutos animales, que por su dureza tuvieron un papel decisivo en la conquista de los casquetes polares. Los esquimales los usaban hace ya 1.500 años, corriendo junto a ellos porque no sabían amaestrar perros-guía.
Durante diez días avanzamos sin descanso por planicies heladas y bosques de coníferas. El silencio y la soledad sobrecogían. Se veían huellas de caribús, alces y zorros blancos y alguna bandada de perdices árticas, gordas y blancas como un niño de primera comunión. Por las noches usábamos alguna cabaña de cazadores, siempre abiertas y con leña dispuesta para quien las necesite, o montábamos nuestras tiendas de campaña sobre un suelo de ramas de piceas. Fuera la temperatura alcanzaba los 38 grados bajo cero.
Nunca olvidaré las noches con aurora boreal. El olor del aire congelado. El siseo de las cuchillas del trineo al rasgar los copos de nieve. O la algarabía de los perros cada mañana cuando los atábamos de nuevo al tiro. En realidad, un viaje así no se olvida nunca

Hay 12 Comentarios

¡Qué bonito! Este viaje es precioso. Nosotros lo hacemos en Yukon, entre Alaska y los Territorios del Noroeste. Es una experiencia preciosa :)

Qué difícil es para mí imaginarme una aurora boreal. Antes creía que eran luces luorescentes que se veían en el firmamento y ahora, con esta foto, me termino de desorientar: ¿cómo es que esa luz pasa por encima de las tiendas y por delante de los árboles? ¿Se pede tocar? ¿Se puede oir?... En fin. Tengo que viajar, che. Esto no puede seguir así.

Casi me sobrecoges a mí pensando en un viaje tan fascinante...joer, de verdad, qué profesión te has buscado, estoy un poco envidiosa. :-)Ese viaje está entre mis sueños pendientes que creo quedarán pendientes...ay. Estuve viendo una proyección de fotos de unos tipos (te acuerdas del festival de que hablé hace tiempo,d e viajes y fotos?) en el Yukon. Se construyeron con su cabaña para vivir un temporada, con árboles caídos. Y por cierto, has nombrado el sanctasnctorum o como se diga de las series, mi serie favorita, a pesar de que no he visto más ni veo nada actualmente. Doctor en Alaska, por todos los dioses, lo más d elo más. Tengo hasta el dvd. :-)Besotes envidiosos, y saludables.

Desde luego, ese viaje es inolvidable. Toda esa naturaleza salvaje...eso es estar dentro de un libro de Jack London!Mira q habitualmente tus viajes son increíbles, pero este, por el lugar y la forma de hacerlo, creo q puede ser uno de mis preferidos! (es decir, envidia!!)

Envidia de ese viaje y tan parecidas sensaciones... No se me va a olvidar nunca mi primera aurora boreal. Una amiga me dijo que la primera vez que vio una pensaba que cómo podía ser que algo así existiera y que ella, justo ella, fuera tan afortunada como para estar aquí abajo viéndolo... Adoro ese sonido de las cuchillas rasgando el hielo.

($50-mil johner)Ese "siseo de las cuchillas [...] al rasgar los copos de nieve" te sonará cercano, después del largo fin de semana en "Fornical" ¿no?.Estupendo recuerdo, mezcla de trineos, nieve, silencios, perros y hielo.Un abrazo caluroso (que hoy hace falta).

Para qué negarlo, me sumo a la envidia general ;)Imaginar una travesía así es lo que mueve las placas tectónicas, seguro."El siseo de las cuchillas del trineo al rasgar los copos de nieve", qué bonito. Dicen que la nieve absorbe el ruido, así que puedo imaginar la absoluta sensación de libertad y asilvestramiento de tamaño viaje. Lo dicho, mucha envidia.;)Abrazos!

Buenos recuerdos los tuyos, sí señor... por cierto, la foto, preciosa.La nevada en Madrid no fue como se esperaba pero, una servidora, casi se queda en tu tierra, a dos grados y lloviendo como en la mía... ¡el mundo al revés! Antes de llegar a Albacete llevaba el miedo agarrado a la piel pero, por suerte, habían limpiado las carreteras y sólo al llegar a la provincia de Cuenca encontramos algunos tramos con nieve. Por fin en Madrid sana y salva, para leerte y saludarte.Besitos.

Hola Paco, en otras ocasiones nos has hablado de tu viaje a Canadá en trineo de perros pero nunca nos habías enseñado las fotos. Esta segunda es magnífica y dan ganas de estar metidos en la tienda de campaña bajo media docena de mantas. Continua contándonos.Un abrazo.

Cada vez que te leo me sonrío sola frente al monitor de mi Mac de trabajo. Hermosos recuerdos de un verdadero invierno. Abrazos

Podías contarnos cosas de ese tal Grant Beck, tiene pinta de ser interesante el tipo (igual lo conoce todo el mundo menos yo, entonces... lo retiro).Lo de los 38 bajo cero fuera me produce mucho respeto, hay que tener la piel muy curtida para aguantar esas temperaturas aunque sólo sea para buscar la leña. Creo que cuando haga mi viaje por Canadá lo haré en un cómodo tren y lo del trineo lo dejaré para una escapadita de quita y pon... aunque diez dias de nieve y silencio tienen mucho atractivo ¡menuda expedición!

Vaya viaje! Quien pudiera hacer algo así! A saber como conseguirías los contactos...

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Sobre el autor

Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

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Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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