Paco Nadal >> El Viajero

28 ene 2010

Y esto.... también es Sudáfrica

Por: EL PAÍS

Si algo me ha sorprendido de este viaje por Sudáfrica es lo camaleónico que puede llegar a ser este país. No solo en los aspectos sociales, sino también en los paisajísticos. Puedes ver leones en un extremo y pinguinos en otro; puedes encontrarte con un bosquimano casi en taparrabos en el Kalahari y con un ejecutivo cargado de Ipod, Iphone, y demás gadget tecnológicos en Ciudad del Cabo. De la prehistoria al siglo XXII en unas pocas horas.
Pero si hay un paisaje que te descoloca es el de los Cape Winelands , los viñedos del Cabo. Los Winelands son la zona más fértil y rica del sur del país, una sucesión de pulcros y alineados viñedos que podrían estar sacados de una postal de Ribera del Duero, de Burdeos o del valle californiano de Napa. Solo que es África. El milagro se debe a la conjunción de dos factores: por un lado, el clima mediterráneo que goza este extremo sur del país. Por otro, los hugonotes franceses que llegaron al Cabo en el siglo XVII huyendo de las guerras de religión en Europa. Los holandeses que ya estaban establecidos aquí les permitieron quedarse, pero a cambio de que renegaran de su lengua y sus costumbres y se integraran en la comunidad holandesa. Solo una de sus tradiciones fue aceptada con sumo agrado: sabían cultivar viñas y fermentar vino.
Es decir, la tradición vinícola en Sudáfrica se remonta 350 atrás. Una cifra que, en términos de historia de África, es como si nos remontáramos al Pleistoceno. Y se nota cuando visitas sus bodegas o algunos de los famosos pueblos de los Winelands, como Stellenbosch o Franschhoek , dos de las villas más turísticas del país. Stellenbosch es todavía una ciudad holandesa, con tejados de fibra vegetal y edificios de estilo holandés del Cabo.Franschhoek es la capital gastronómica del país: hay docenas de bodegas y restaurantes donde los sudafricanos van los fines de semana a comer y pasar el día.

Juro que después de una mañana entre chardonnay y merlot, entre shiraz y pinotage, entre rosados afrutados y tintos robustos, te tienes que parar un segundo, lavarte la cara con agua fría y darte unos pellizcos para retornar a la realidad: ¡eh, vuelve, sigues en África!

28 ene 2010

Sudáfrica: datos prácticos

Por: EL PAÍS


Como siempre al final del viaje, os dejo algunos datos prácticos por si queréis ir por allí:
Cómo llegar.
Lo más cómodo es el vuelo directo de Iberia Madrid-Johannesburgo, que cuesta unos 759 ?. Para ir directos a Ciudad del Cabo o si en Iberia ya no quedan plazas en esta tarifa existen otras muchas compañías que vuelan desde España con una escala y también en torno a los 750 ?, como KLM , Egyptair o British Airways .
Dónde dormir.
En Ciudad del Cabo, si quieres un hotel en el Waterfront... hay que pagarlo. Uno estupendo es el Radisson Blue, un cinco estrellas exquisto, pero a 250 ? la doble; aunque hay alojamientos muy económicos en guest houses y pequeños hoteles menos céntricos, entre 60 y 80 ? por doble, como Diamond Guest House o Deane House . Hay un montón de este tipo de B &B repartidos por toda la ciudad.
En Johannesburgo, los hoteles de la cadena Southern Sun están muy bien; tiene hoteles por todo el país. Pero si quieres algo genuino y auténtico, alojate en el interior de Soweto: Lebo's Soweto Backpackers , la misma empresa que organiza recorridos guiados en bici por Soweto, alquila habitaciones en el township; barato (29 una doble) y divertido.
En el Parque Nacional Kruger hay de todo: desde el Kirkman's Kamp, megaguay y megacaro (desde 350 ? la doble) hasta campamentos con bungalows dobles por 55 ? la noche. En esta página tenéis todos los alojamientos del parque con sus precios.
Dónde comer.
En Ciudad del Cabo, los restaurantes del Waterfront son los más animados y con mejor ambiente nocturno. Hay buen pescado aunque en general, son muy turísticos; pero bueno, no son caros (unos 25 ? por persona) y tienes las mejores vistas. En Mama Africa (Long Street, 178), buen rollito, música en directo y cocina Cape-malay.
En Johannesburgo, el sitio con más ambiente por las noches es el barrio de Melville , el único en el que hay bares y restaurante que dan ala calle. El resto de la vida nocturna gira en torno a los centros comerciales; uno de los mejores es Melrose Arch , con calles llenas de terrazas, bares y música en directo.
En Franschhoek, la zona vinícola del Cabo, hay multitud de buenos restaurantes. Uno de ellos es Dieu Donné , con bodega propia (menú por 12 más bebidas), en un precioso ventanal a los viñedos y a las montañas de la península del Cabo.
Compras.
En un pueblo llamado Graskop , en la Ruta Panorámica de Mpumalanga, estuve en una tienda con excelentes antigüedades y artesanía de toda África: Curio d'Afrique. No tiene web pero está en la calle principal y todo el mundo la conoce.
Una locura.
El salto en puenting desde las torres (100 metros) de una antigua central térmica abandonada de Soweto. ¡Adrenalina pura!

25 ene 2010

Yo tenía una granja en África...

Por: EL PAÍS

Si hay una visita inexcusable cuando uno está en Sudáfrica es el parque nacional Kruger . El mayor parque natural del país y una de las reservas de animales más famosas de África.
El Kruger ocupa una franja de unos 350 kilómetros de largo por unos 70 de ancho en el noroeste del país, a lo largo de la frontera con Mozambique, y fue de las pocas zonas que se salvó de ser transformada por el hombre porque la malaria y otras enfermedades similares mantuvieron a raya a ganaderos y cazadores blancos. De las pocas cosas buenas que podemos agradecerle al mosquito anopheles .
En el interior del parque y en las zonas limítrofes existe una buena cantidad de alojamientos de todo tipo. Hay campamentos sencillos, con bungalows siempre respetuosos con el entorno y servicios básicos... y hay hoteles de lujo donde uno puede recrear su particular "Memorias de África".
Como el Kirkman's Kamp , en el que me tocó alojarme a mi. Esta vez la (buena) suerte del viajero se alió conmigo. Se trata de una antigua hacienda ganadera que perteneció a Harry Kirkman, hacendado sudafricano quien a principios de siglo XX se estableció en esta zona boscosa del país para criar ganado. Lo bueno es que la casa se conserva tal cual estuvo en sus mejores tiempos.

La severa mirada de Harry Kirkman, con sus cejas pobladas, unos ojos que delatan firmeza y carácter, aspecto british muy british, posando con su gorro de fieltro y su inseparable fusil, da la bienvenida al hotel desde un cuadro que preside la chimenea central. El recuerdo de Denys Finch Hatton es inevitable. Kikman era un consumado cazador y dicen que el solo mató 350 leones para proteger su ganado; aunque la matanza sirvió de poco. La malaria acabó con el negocio y al final Kirkman se reconvirtió en conservacionista y acabó sus días colaborando con la protección de los animales en el parque Kruger.
El hotel es una pasada. Y no tanto por el lujo desmedido, que no lo hay, como por el cuidado en mantener toda la decoración y todo el mobiliario ambientado en aquella década de 1920, cuando Kirkman organizaba célebres cacerías para sus amigos. Viejos rifles, maletas de cuero, prismáticos, cabezas de animales disecadas, licoreras de cristal tallado y muchas fotos en blanco y negro de los Kirkman en alegre y despreocupada cacería de elefantes o de leones con sus blancas amistades ambientan las estancias y recuerdan al huésped otros tiempos ya muy lejanos que (por fortuna) no volverán.
Si de repente hubiera aparecido Meryl Streep por una puerta... ni me hubiera extrañado.
(mañana os cuento mi opinión sobre el parque Kruger)

21 ene 2010

Los "peligros" de Johannesburgo

Por: EL PAÍS

Mucha gente me había prevenido contra la inseguridad de Johannesburgo. Pero, si he de ser sincero, esta ciudad no me ha parecido ni más ni menos peligrosa que otras muchas grandes ciudades que he visitado. Y por supuesto, menos peligrosa que otras capitales africanas como Nairobi o Abidjan.. Tienes que tomar tus precauciones y evitar ciertas zonas a ciertas horas (Hillbrow o el downtown de noche, por ejemplo). Como en todas partes.
Subí al Carlton Tower, el edificio más alto de Jo'burg (como la llaman los locales) y de toda África (225 metros). Desde allí arriba, el centro de la ciudad tiene algo de neoyorkino, con sus largas y cuadriculadas avenidas, sus altos edificios y ese toque decadente e industrial que lucen también muchos rincones de Nueva York.
El problema es que en este dowtown apenas hay edificios residenciales, casi todo son oficinas y comercios. Y cuando cierra el comercio, que aquí es pronto, a las cinco de la tarde, las calles quedan muertas, solitarias. Es a partir de esa hora cuando da un poco de reparo andar solo por la ciudad. De hecho el único hotel céntrico, el Carlton, lleva una década cerrado por falta de clientes. Pero estuve deambulando durante el día por el mercado local, por la zona de las butchery (carnicerías), bebiendo cerveza en bares locales, donde los blancos no suelen ir, y en ningún momento temí por mi monedero o mi vida. Como decía Jon en un comentario, era estar por fin en una gran ciudad africana.
Una anécdota que ilustra hasta qué punto te puedes mover sin problemas más allá de los tópicos: mi compañero de fatigas y de viaje, Antonio Alpañez, y yo conocimos a un tipo en Jo´burg. Por la noche le pedimos que nos llevara a algún lugar con música en vivo y ambiente para tomar una copa. El hombre no controlaba mucho la movida nocturna y llamó a otros dos amigos. Estos le dijeron que ellos en ese momento se dirigían a una fiesta en el township de Alexandra, que nos uniéramos a ellos. ¿A Alexandra - el barrio más pobre de Jo´Burg- y por la noche? ¿estamos seguros allí? le preguntamos a nuestro amigo. " Sí, sin problemas", fue su respuesta.
Y nos presentamos a la una de la madrugada en un bar de negros, en el barrio más deprimido de los suburbios de Jo'Burg, donde no debían de haber visto un blanco desde el día que lo inauguraron. Cuando aparecimos por la puerta, hubo un silencio sepulcral y 80 pares de ojos nos miraron. Eramos como dos gacelas en el congreso anual de viejos leones. Pero la sorpresa duró segundos. Enseguida volvió a sonar la música, cada uno volvió a su conversación y fuimos aceptados como dos clientes más. Y como tales bebimos, bailamos, reímos y charlamos con la gente.
Pues eso, que a veces no es dónde te metes sino cómo y con quien te metes.

20 ene 2010

Townships: instrucciones de uso

Por: EL PAÍS

Una de las cosas que más me llama la atención de Sudáfrica es comprobar cómo dos sociedades pueden compartir tiempo y espacio pero llevar vidas completamente separadas. Buena parte de los suburbios de Johanesburgo, por ejemplo, son un sinfín de urbanizaciones con chalés con piscina, centros comerciales, avenidas, jardines y oficinas de acero y cristal que nada tienen que envidiar a las de cualquier capital europea (es más, son más bonitas, limpias y ordenadas que las de muchas capitales europeas). Y en ellas una población mayoritariamente blanca vive, trabaja y disfuta del ocio igual que si estuvieran en los EEUU o Europa.
Al lado, tan pegados que no hay casi separación física, se levantan otros suburbios, los township, de población mayoritariamente negra, con usos, prácticas y estilos de vida igual a los de cualquier otra ciudad africana (aunque con mejores servicios, basta ver el enorme hospital Chris Hani Baragwanath, de Soweto). Aquí se vive como en África y funcionan unas normas de uso y convivencia distintas a las del suburbio blanco. Por ejemplo:
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Taxis por señales
En los townships no hay taxis pequeños de cuatro pasajeros. Todo son furgonetas colectivas de distinta capacidad que hacen rutas irregulares y que se detienen a tomar y dejar viajeros allá donde se les requiere. Pero no basta con hacerles el alto: existe todo un repertorio de señales para hacerle ver al conductor a dónde te diriges. Si va en esa dirección, te para; si no, sigue de largo. La mujer de la foto levanta el dedo pulgar: indica que va al distrito VI. Si levantas solo el dedo índice significa que vas al centro de Johanesburgo. En cambio, si el mismo dedo índice lo pones hacia abajo y lo mueves de forma circular le estás diciendo al chófer que vas a un destino cercano, en el mismo barrio. Tres dedos arriba: "Voy a la Extensión III". Si mueves el brazo pegado al cuerpo como si fuera el eje de ruedas de una locomotora: "Voy a la estación de tren". Ingenioso, ¿no?
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Si bebes....¡no camines!
El entretenimiento habitual en el townships es reunirse con los amigos o vecinos a beber cerveza local, un brebaje cremoso y opaco que se hace fermentando maíz y sorgo y que tiene un máximo de 3% de alcohol. Lo hacen las mujeres en casa, pero también se vende en tetrabrik. Al ser una bebida alcohólica en los envases pone la típica advertencia incitando a beber con moderación, solo que con un mensaje adaptado al medio: "Si bebes... no camines por la carretera, pueden matarte". ¡Lógico! Si aquí nadie tiene coche, ¿de que serviría poner si bebes no conduzcas? El pragmatismo, al poder.
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Póntelo, pónselo (el casco)
A veces los detalles triviales dan más información que el todo. Un signo de normalización en la convulsa historia social y racial de Sudáfrica es la empresa Lebo's Soweto Bicycle Tours , que un ciudadano de Soweto ha montado para hacer recorridos guiados en bici por el township. Los guías son chavales del barrio, con lo que contribuye a crear empleo entre ese segmento de la población. Y ellos, tan felices de poder enseñar sus calles y sus formas de vida a los visitantes. Zama Mongawuza, el joven que me guió en mi paseo en bici por Soweto no podía estar más exultante: "Yo soy guía turístico pero soy de aquí, así que cuando te enseño un sitio no digo, ellos hacen esto? no. Digo, nosotros hacemos esto. Yo soy parte de Soweto?
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19 ene 2010

Gente de Soweto

Por: EL PAÍS

Cuatro amigos vestidos de domingo que acuden al oficio en la iglesia evangelista. La ingenuidad de unas adolescentes que cantan en un coro de gospel. Siglos de opresión escritos en la cara de un anciano. Una muchacha enamorada que espera a su prometido. La inocencia de una niña con un chupa-chup en la boca. Todo eso es Soweto. Y mucho más.






17 ene 2010

En Soweto

Por: EL PAÍS

Al principio de este viaje reconocí que Ciudad del Cabo me había enamorado. Es cierto, es una ciudad bellísima. Aunque muy europea. Pero si hay un sitio en Sudáfrica con personalidad como para dejarte boquiabierto es Soweto (he de reconocer que en este viaje estoy bastante enamoradizo).
Soweto es un township , un barrio donde los negros eran obligados a vivir durante el apartheid y del que solo salían con un pase para trabajar en las casas y los negocios de los blancos. Pero Soweto también es el icono de la resistencia de la población negra contra ese cruel y racista gobierno afrikaners que segregó a la población sudafricana según el color de la piel desde 1947 hasta 1994. Aquí tuvo lugar la famosa matanza de estudiantes en 1976, que fue el inicio del fin del apartheid. Y aquí vivía Nelson Mandela cuando fue arrestado para pasar 27 años en la cárcel.
Hoy las cosas han cambiado. Se acabó el apartheid y cada uno puede vivir donde quiera. Pero la mayoría de habitantes de Soweto se han quedado aquí. Dignificando su township y haciendo válida su larga lucha. (también, hay que reconocerlo, porque muchos son tan pobres que no tienen otro sitio al que ir). Dos millones y medio de personas (99% negras) a las afueras de Johanesburgo en un barrio/ciudad donde hay casas de todo tipo, desde chabolas de chapa metálica a chalés con piscina.
Pero sobre todo, Soweto en una ciudad donde hay vida. Donde nada más entar la gente te mira a los ojos y te sonríe, donde los niños te cogen de la mano, donde se ríe, se baila y se canta en la calle, donde eres aceptado y te permiten formar parte de su reunión, beber cerveza con ellos, compartir con ellos. Un sitio donde hay calles sin asfaltar llenas de charcos, chabolas sin servicios, basuras sin recoger y miles cables colgando por los aires. Pero donde esta mañana, cuando ha empezado a caer un aguacero, me han invitado a refugiarme en un sheeben, una especie de local comunitario hecho con chapa metálica y maderos, en el que he pasado un rato inolvidable entre orondas señoras y ancianos desdentados (que miedo me da el uso de adjetivos contigo, Gloriainfinita) que solo hablaban zulú pero con los que me he divertido lo indecible bebiendo cerveza de sorgo y cantando (algo difícil de que te pase en un bar de blancos; los blancos somos más remilgados para eso de las relaciones públicas espontáneas).
Por fin, ¡Africa de verdad!, el África que siempre he conocido y que empezaba a echar de menos aquí. Hay una parte de Sudáfrica hermosa, pero muy europea. Por eso esta mañana en Soweto he sentido por primera vez el calor de la verdadera África (continuará).

Esto es Soweto....

... esto sigue siendo Soweto...

... y esto, también es Soweto.
Tranquilos, no era yo. Pero la vida está llena de casualidades, a veces macabras. Me acabo de enterar que casi al mismo tiempo que yo buceaba con los tiburones blancos en Gansbaai, otro gran blanco se comía a un turista de 37 años originario de Zimbabwe, Lloyd Skinner, en Fish Hoek, una cala cercana. Parece ser que se separó un poco del grupo con el que nadaba y de repente apareció el escualo. Éste hizo un primer ataque de comprobación, como ocurre siempre, y en décimas de segundo volvió a atacarle y se lo comió.
Los helicópteros de rescate no han encontrado ninguna parte del cuerpo por más que han rastreado. Se de la la coincidencia de que en Fish Hoek tuvo lugar también otro ataque mortal en 2007 a una mujer de 77 años que se metió a bañarse sola al amanecer muy lejos de la playa. Era el primer ataque mortal en casi un siglo.
En Sudáfrica no se habla estos días de otra cosa. Tenéis más datos sobre el suceso en la crónica del Cape Times.

14 ene 2010

¡Un blanco, un tiburón blanco!

Por: EL PAÍS

Llevábamos casi una hora esperando en la borda de la lancha, sin quitar la mirada de las profundidades. En el agua, dos grandes cabezas de atún colgaban de una soga así como la silueta de una foca recortada en material plástico. Cada poco con la ayuda de un caldero echábamos al mar una pestilente mezcla de vísceras de pescado. El banquete estaba preparado. Solo faltaba el invitado.
Hasta que de repente, el invitado apareció. Una enorme silueta fusiforme, como un torpedo oscuro pero con aletas y cola, emergió de la profundidades directo hacia al barco. Tan grande y tan musculoso que parecía un toro debajo del agua. Nunca olvidaré esa imagen. ¡La visión de mi primer gran tiburón blanco !

Confieso que una de las razones que me ha traído a Sudáfrica era bucear con el gran blanco. Para un submarinista y aficionado a la vida marina, ver de cerca de estos temibles animales es el sueño, el nirvana. Y ya puedo decir que es un sueño cumplido.
El tiburón blanco está presente en todos los océanos cálidos, pero por diversas razones medioambientales y geográficas las costas de Sudáfrica acogen una de las mayores concentraciones del mundo de estos enormes escualos.
Y dentro de Sudáfrica, el mejor lugar para tener un encuentro con esta especie de torpedo con colmillos de seis metros de longitud es la bahía de Gansbaai, un pequeño poblado pesquero a dos horas por carretera al suroeste de Ciudad del Cabo.
Cuando por fin aparece algún ejemplar atraído por el olor del cebo, te pones el traje de neopreno, preparas la cámara submarina y te metes en una jaula preparada al costado del barco. ¡Es la bomba! Verlos desde allí abajo, en su medio, tan cerca que una vez pude incluso sacar la mano por la jaula y tocarlo fue más de lo que esperaba. Casi me ahogo de la excitación.
¿Porqué hay tantos tiburones blancos en Gansbaai? Porque hay aguas someras y cálidas (en contra de lo que se piensa no son tiburones de profundidad, les gusta las aguas poco profundas y cercanas a la costa) y porque en medio de la bahía hay un islote con una colonia de miles de focas. Su bocado favorito.
Ha sido algo fascinante. Verlos allá abajo, pese a que en esta época del año la visibilidad del agua es muy mala porque hay mucho plancton, era como estar por unos minutos en Parque Jurásico, versión submarina.
Por cierto, aunque la película ?Tiburón? le colocó una etiqueta de asesino sin piedad y en algunos lugares del Caribe se le conoce como devorador de hombres, la imagen del tiburón blanco está distorsionada. No son tan mortíferos como parece ni es cierta la leyenda negra que se les atribuye. Los ataques de esta especie contra los humanos son bastante raros. Y es más probable morir por el mordisco de un perro que por el de un gran blanco.
Pero por si las moscas, no salí de la jaula.

12 ene 2010

La larga noche de Cape Town

Por: EL PAÍS

Por las noches voy siempre al mismo lugar de Cape Town: Long Street, la calle de los bares, los restaurantes y los clubes de música en vivo. Tomo taxis y me muevo por la ciudad sin problemas. No me parece un lugar especialmente peligroso, siempre que respetes unas mínimas normas de cordura y sensatez (Johanesburgo es otra historia).
A veces ceno antes en el Waterfront, el paseo marítimo. Los restaurantes de aquí son muy turísticos y la carta está hecha para eso... para turistas. Pero el lugar tiene tanto ambiente hasta las 11, cuando cierran las cocinas, que merece la pena sentarse en una terraza y disfrutar del espectáculo de una ciudad mediterránea en el paralelo 34 del Hemisferio Sur.
Luego me voy a Long Street. La calle no es tan larga como su nombre indica, pero tiene un bar en cada puerta, un garito detrás de otro. Y un montón de gente divirtiéndose por la calle, algo poco habitual en el resto de ciudades del país.
A veces ceno en Mama África , un restaurante muy recomendable con cocina cape-malay (la fusión de la cocina europea con la malaya e india de los esclavos traídos por los primeros afrikaners), en el 178 de Long. Luego me quedo escuchando a los grupos de percusión negra africana que tocan en directo. Otras veces voy a Zula Bar , en la otra esquina, un bar frecuentado por adolescentes blancos, pero tambien con buena música en vivo. Ayer actuaba allí un grupo de rock de tres pijos afrikaners salidos de la mejor escuela privada del país. No sonaban nada mal. Luego les entrevisté. "¿Qué cómo se hace música en esta esquina del mundo? Pues como en todos lados, empezando de cero, tocando en pequeños clubes como este, haciendo fans... pero ahora con facebook o My Space no estamos tan lejos. Es más fácil promocionarse", fue su respuesta.
Long Street tiene algo de Nueva Orleans, por las fachadas de dos pisos con galerías porticadas que se asoman a ambas aceras. Algo de puerto mediterráneo, por el deleite de la vida en la calle. Y algo de La Habana, por la diversidad de razas que pululan por aquí. El mestizaje total. La noche y la música, que no saben de color de piel.
Hay también busconas. Muchas. Como en cualquier otra ciudad africana: locales, de Nigeria, de Kenia. Y mucho sida. Sudáfrica es el país del África con mayor número de seropositivos, un verdadero drama sanitario nacional. Todo no podía ser perfecto.

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Paco Nadal

Paco Nadal es viajero-turista antes que periodista y culo inquieto desde que tiene uso de razón. Estudió Ciencias Químicas pero acabó recorriendo el mundo con una cámara y contándolo. Escribe en EL PAÍS sobre viajes y turismo desde el año 1992. Es también escritor y fotógrafo, colabora con la Cadena Ser, además de presentar series documentales en diversas televisiones.

Último libro

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

El cuerno del elefante, un viaje a Sudán

Un relato trepidante por unos de los destinos menos turísticos y más inseguros del mundo. Un viaje en solitario lleno de emoción y melancolía a lo largo de una región azotada por constantes guerras y conflictos étnicos. Un viaje plagado de sentimientos que consigue conectar al lector con los sufrimientos y las esperanzas de África.

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