Pero como siempre pasa en estos lugares míticos, lo son en tanto tu los quieras considerar así. Porque en realidad, lo que se llama cabo de Buena Esperanza (el saliente de la izquierda) no es más que un apéndice del cabo principal (el más alargado de la derecha, sobre el que descansa el faro que ayuda a la navegación en estas traicioneras aguas), conocido como Cape Point.
Y más en realidad aún: ni siquiera Cape Point es el extremo sur de África. Ese honor se lo reserva el cabo Agulhas, unos kilómetros más al sureste, un promontorio anodino y nada fotogénico para lo que un mito requiere.
Por eso, y porque el saliente de Buena Esperanza y Cape Point era el punto en el que por fin podían doblar hacia el este los pesados galeones portugueses, holandeses o británicos que bajaban de Europa hacia Asia en un viaje tremendo de hasta seis meses de duración, la señalización, las fotos típicas y los turistas en pantalón corto siguen estando aquí y no a el cabo Agulhas.
Toda esta zona del cabo está protegida dentro del parque nacional Table Mountain. Y aunque queda a pocos kilómetros de una de las mayores concentraciones urbanas del país, por los riscos corren libres antílopes, avestruces, pinguinos... ¡esto es África!
Y monos. Unos enormes y desagradables babuinos que han perdido el miedo al hombre y no dudan en atacarte para quitarte la comida del pic-nic o meterse en tu casa, abrir el frigorífico y llevarse hasta los danones caducados.
Los babuinos del cabo se han adaptado a un territorio sin un solo árbol. Viven junto al agua y son capaces de pescar en las charcas que deja la bajamar. Porque, ¿quien dijo que para ser mono hacen falta árboles y una dieta pobre en pescado azul?
Por cierto, no es que hubiera metido el dedo en un enchufe. Es que hacía un viento del carajo. Con razón luego mi madre me dice: "hijo, siempre sales en la tele despeinado"