Lo primero lo teorizó hace tiempo un tal Arquímedes. Lo segundo, lo del aeropuerto, con semejante cantidad de aviones yendo y viniendo, personal trabajando, máquinas, ordenadores, viajeros, maletas y problemas del más variado pelaje, todo junto y revuelto en una misma olla a presión, me sigue pareciendo de ciencia-ficción.
Por eso dije que sí al instante cuando Iberia me ofreció la posibilidad de conocer la T4 por dentro, la terminal más nueva y emblemática del aeropuerto madrileño de Barajas, las tripas del monstruo, la trastienda de un gigantesco maremágnum donde trabajan a diario 50.000 personas, por donde pasan cada día 137.000 personas con 137.000 historias y problemas diferentes, en donde aterrizan y despegan cada día unas 1.200 aeronaves y por el que pasan al año 20 millones de maletas.
Si un aeropuerto del tamaño de Barajas es fascinante por fuera, por dentro lo es más aún. Fascinante?. ¡e incomprensible por su complejidad para un neófito en la materia como yo!
Por ejemplo, las maletas. Los usuarios llegamos al mostrador de facturación, damos nuestro billete y nuestra identificación, recibimos una tarjeta de embarque, el operador u operadora coloca una etiqueta adhesiva al asa de cada bulto con un código de barras y un identificador, la cinta se pone en marcha y?.. ¡nuestras maletas desaparecen! Con un poco de buena suerte, volverán a aparecer 24 horas después en el otro lado del mundo, justo en el lugar donde nosotros estamos esperándolas. ¿Milagro? ¿Qué ha ocurrido en ese intervalo?
Pues que nadie más vuelve a tocar tu maleta. En la T4 existe una autopista de 120 kilómetros de cintas mecanizadas e informatizadas (la más grande del mundo) por donde el equipaje circula de manera automática hasta el muelle de embarque.
La primera cinta desemboca en otra y ésta en otra y en otra hasta que todo converge en una especie de muelle donde cada bulto cae en una góndola de color amarillo (como las de la foto de arriba). Un bulto por cada góndola. En el momento de caer, el sistema informático transfiere a la memoria de la góndola toda la información de ese bulto: a dónde va, en qué vuelo sale, a quién pertenece. Y el sistema pone en marcha la góndola amarilla por el laberinto de cintas de la T4. Repartidos estratégicamente hay cientos de arcos lectores (como el de la foto lateral) que van leyendo el código de barras de cada maleta y tomando decisiones por sí solo.
Por ejemplo, el pasajero ha facturado con muchas horas de antelación y no merece la pena que la maleta esté dando vueltas por el sistema y consumiendo energía durante horas: pues la manda a un almacén intermedio donde se para hasta que dos horas antes de la salida del vuelo se vuelve a activar automáticamente para tomar la cinta adecuada que la llevará a la puerta asignada a ese vuelo.
Que por el contrario un pasajero ha facturado muy tarde y la maleta va con retraso? no llega? no llega. Pues el sistema prioriza a esa góndola y en cada cruce (hay cientos de cruces y pasos a nivel en ese enjambre de cintas y góndolas por las tripas del monstruo) frena a las demás para darle paso a ésta.
Que una etiqueta se ha colocado mal, se ha doblado accidentalmente y los arcos no leen la información: pues el sistema la manda por un conducto lateral y llega a una zona donde se hace una revisión manual para localizar el problema y volverla a colocar en el sistema.
Parece ciencia ficción, pero así es. El sistema está preparado para picos de 60.000 maletas-día (el 2 de agosto de 2009 se llego a un récord de 52.000 bultos).
A estas alturas de la explicación a mi me había asaltado ya la misma duda que os estará asaltando a vosotros. Y entonces?¿cómo es posible que se pierda una maleta?
La respuesta, en el siguiente post (este ya está siendo bastante largo)
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PD: ironías del destino, hoy tenía que haber escrito el post desde Chile. Llevaba tiempo preparando un viaje en barco por los canales patagónicos que debería de haber empezado anoche. Pero el vuelo se suspendió; el aeropuerto de Santiago está de momento cerrado. A la espera de que me confirmen cuando podré volar, todo mi cariño y toda mi solidaridad con los chilenos. Una vez más: ¡Fuerza, Chile!.